Cuál debería ser la cotización del dólar bajo el modelo de Alberto Fernández

En campaña, el presidente se comprometió a mantener un tipo de cambio competitivo. Sin embargo, ya hay señales que apuntan a lo contrario. Cuál debería ser la cotización hoy y en qué momento habrá que preocuparse.

Uno de los puntos incluidos en la plataforma electoral de Alberto Fernández fue un tipo de cambio competitivo que, traducido al llano, significa un dólar que al menos se vaya actualizando a un ritmo similar a la inflación. Sin embargo, desde octubre la divisa ha ido perdiendo frente al IPC y transcurrido un mes de gobierno hay señales que sugieren un eventual atraso cambiario, afectando la competitividad del país.

Después de asumir en medio de una crisis económica y social, las primeras medidas de la gestión de Alberto Fernández apuntaron a generar una estabilidad del valor del dólar en torno a los $63. De esta manera, se quita uno de los factores que empujan la inflación hacia arriba, pero se puede convertir en un estancamiento peligroso: el ejemplo más cruel fue el 1 a 1 de la década de 1990.

También hubo periodos recientes en los que se visualizó un atraso cambiario, o una baja del Índice de Tipo de Cambio Real Multilateral, afectando a las economías regionales, entre otros sectores: desde septiembre de 2009 a diciembre de 2013, el ITCRM cayó un 32%, y fue al mes siguiente, en enero de 2014, cuando el entonces ministro de Economía, Axel Kicillof, no tuvo más remedio que devaluar la moneda. 

Lo mismo pasó en distintas ocasiones durante el Gobierno de Mauricio Macri: el tipo de cambio se fue atrasando paulatinamente (abril de 2017 fue el peor mes, época en la que los tours de compras a Chile eran habituales), no se actualizó la cotización del dólar de una manera armoniosa y constante, y esto llevó a inevitables saltos en el valor de la divisa que mejoraron el índice de tipo de cambio con daños colaterales: picos de inflación y suba de la pobreza.

Cuál debería ser el valor del dólar hoy

El eventual atraso cambiario del país puede calcularse con el Índice de Tipo de Cambio Real Multilateral (ITCRM), aludido anteriormente. Se trata de una medición del precio relativo de los bienes y servicios con respecto al de los los socios comerciales del país (Brasil, China y Estados Unidos, los principales). Además, se compara la evolución de los precios de las canastas de consumo.

En un escenario ideal, para tener un tipo de cambio competitivo al nivel de los dos últimos años del gobierno de Néstor Kirchner (dejando pasar la primera mitad de su gestión, donde el efecto post devaluatorio generó un enorme salto en el ITCRM), el dólar oficial hoy -sin contemplar el pago de ningún impuesto; al valor que se liquidan las exportaciones- debería cotizar a $83,16

La evolución del ITCRM desde enero de 2005 hasta enero de 2020. Fuente: Banco Central

A esta cifra se llega comparando el promedio mensual del ITCRM de aquel periodo (160,4) con el actual (121,5). De allí surge que el Índice de Tipo de Cambio Real Multilateral es un 32,01% inferior y, al aplicar ese incremento al valor de la divisa ($63), se obtienen los $83,16. Además de servir como parámetro para calcular si una moneda está apreciada o depreciada, el ITCRM es uno de los elementos que determinan el índice de competitividad de un país

De todas maneras, más allá de que la cotización actual debería ir aumentando rumbo a los $83, por el momento se está lejos de épocas recientes en las que el atraso cambiario fue evidente y las consecuencias, devastadoras para algunos sectores. Por ejemplo: si se replicara el atraso cambiario de noviembre de 2015 (último mes de Cristina) y se hiciera el mismo cálculo con el ITCRM (era de 75,43 en aquel entonces, un 37,9% menos que hoy), el dólar oficial debería cotizar a $39,11, un número irrisorio para estos tiempos.

Más allá del 30% de impuesto que genera una sensación de un dólar elevadísimo para los ahorristas, lo cual es cierto, la "cotización que vale", aquella que se contempla para liquidar las exportaciones, corre riesgo de quedar atrasada en busca de generar una sensación de estabilidad, una tentación que han tenido todos los gobiernos democráticos hasta la fecha.


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