Vacuna rusa: que no sea una nueva crotoxina

El mundo sospecha de la fanfarronería rusa con su Sputnik, la supuesta vacuna anti coronavirus. Las similitudes con la esperanza contra el cáncer que representó el chasco de la crotoxina en Argentina.

La crotoxina irrumpió en Argentina en 1986 con la promesa de que el cáncer sería cosa del pasado a partir de su descubrimiento. Ocupó espacios en los medios tal vez equiparables a los que ahora tienen los programas de panelistas infectólogos (lo sean profesionalmente o resulten amateurs de oportunidad). En aquel momento se lo llamó conducta irresponsable de la investigación, generación de falsas esperanzas o trampa mediática y el análisis de esta cuestión hasta traspasó los alcances médicos puesto que incidió de una manera directa en las expectativas sociales y en las ilusiones, sobre todo, de quienes padecían tan cruel enfermedad.

Ahora, la irrupción de la propaganda rusa con una presunta vacuna activa en contra del coronavirus covid-19 en Rusia, reaviva esperanzas, pero también dudas, temores y sospechas.

En 1985 se da a conocer que un tal Doctor Vidal tenía en sus manos una investigación en la que se daba cuenta de que la crotoxina, obtenida del veneno de las serpientes del norte del país, tenía la capacidad de detener o disminuir el crecimiento tumoral y que, por lo tanto, se estaba ante las puertas de una posible cura para el cáncer. El reconocido médico sanitarista, Aldo Neri, quien en ese momento era funcionario de Salud, dio cuenta de la conmoción popular que se había generado tras la manifestación que los médicos investigadores habían hecho pública en los medios. En ese momento el ministro encargado de Salud era Conrado Storani y tuvo que involucrarse de manera directa con este hecho que pronto se transformaron en un suceso mundial. Pero tras la convocatoria de médicos oncólogos especialistas para que evaluaran los dichos de los médicos Vidal y más tarde Molina, Hernández Plata y Costa, se llega a la conclusión que no había una comprobación científica sobre los efectos terapéuticos que la crotoxina pudiera ejercer en los enfermos de cáncer y, por lo tanto, se prohíbe que se continúe con el tratamiento que irracionalmente se había comenzado a impartir.

En octubre de 1986, luego de comprobar que varias de las pruebas presentadas por Molina y por Vidal, habían sido fraguadas, se prohíbe el tratamiento con crotoxina por ser ésta, una droga más de todas las que en el mundo se encontraban en evaluación. Como consecuencia surge el mercado negro de la crotoxina, impulsada, sobre todo, por la esperanza de enfermos y familiares que no veían todo lo externo y que preferían apostar a pesar de las negativas oficiales. Se pagaban entonces sumas millonarias mientras que también se desestimaban otras alternativas de cura por la esperanza de que esta falsa propuesta había generado.

Si la crotoxina hubiera sido realmente un componente de validez para el tratamiento del cáncer, seguramente se hubiera avanzado sobre su investigación y las posibilidades de su aplicación. En la investigación de las drogas se trabaja en fases y se conoce que el estudio de la crotoxina no pasó de la Fase I. Si algo queda como cuestión a considerar, mirando hacia atrás, es el tema de la irresponsabilidad social, no solo de la investigación sino también de los medios de propagación que no podían ignorar la expectativa social que iba a generar su difusión.

En 1995 se reabren las causas de la investigación, esta vez sí bajo los protocolos de investigación existentes, en hospitales de General San Martín y de Vicente López, con la conclusión firme de que la crotoxina no curaba el cáncer. Con la muerte de Vidal, en el año 2002, vuelve a reabrise el tema y siguen vigentes páginas que aluden a una posible fundación llamada Crotoxina, esperanza de vida, pero la misma no cuenta con aval ninguno del Conicet, el mayor centro de investigación argentino.

"La sospechosa vacuna rusa"

Un comentario editorial del diario español El Periódico, se refirió a "La sospechosa vacuna rusa". Allí, citando artículos propios y de agencias, señaló que "no parece, por la información de que se dispone hasta el momento, que el compuesto creado por laboratorios rusos cuya supuesta efectividad y aplicación inmediata anunció ayer Vladímir Putin haya sido desarrollado siguiendo ninguno de esos principios de transparencia e información compartida, ni que haya superado los ensayos necesarios". 

La prensa rusa exalta el descubrimiento.

Indicó asimismo que "la Organización Mundial de la Salud no ha tardado en mostrar su escepticismo y reclamar las pruebas necesarias. El anuncio del presidente ruso (incluyendo el secretismo y las resonancias del nombre elegido para el fármaco, Sputnik) parece que quiera equiparar la carrera internacional por conseguir una vacuna con la carrera espacial en la que la URSS tomó la delantera. Pero si la necesidad de detener la pandemia sí justifica todos los esfuerzos extraordinarios que se están realizando, otros motivos que es inevitable atisbar tras el anuncio de ayer no tienen ninguna justificación". 

Y remarcó: "Ni el orgullo nacional, ni utilizar el remedio como instrumento para ganar influencia internacional, para cimentar la imagen de un líder o, ni mucho menos el cálculo electoral, tentación a la que tampoco parece inmune un Donald Trump que ve acercarse una cita electoral con pronósticos cada vez más complicados para él". 

VIDEO: Arriba, el reporte del canal del gobierno ruso Russia Today

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