La amiga de Bárbara que llegó al Este mendocino

La Columna Líquida de Marcela Muñoz Pan y su saga sobre "Bonarda y Malarda".

Marcela Muñoz Pan

Bárbara en sus andanzas entre los olivos cuando tenía unos diez, doce años, conoció a la hija de unos inmigrantes italianos dedicados a la vitivinicultura en todos los sentidos tanto en Italia como en Argentina, Chiara. Siempre se decían amigas gemelas, ya que desde que entablaron esa amistad tan fresca y auténtica de la infancia transcurriendo por la adolescencia y hasta esa juventud, fueron inseparables, aunque Chiara viajaba por todo el mundo con sus padres, aprendiendo los idiomas más importantes y siendo una catadora de vinos como ninguna. Catar los vinos decía ella "era como sumergirse en las reservas naturales y descubrir que el mundo puede ser con una copa bien de pie, su mayor fortaleza, o una copa al revés. ¿Para ver el mundo de otra manera? Cada vez su pasión por los secretos de esa bebida que tantas civilizaciones han hecho del vino banquetes increíbles, degustaciones en diferentes bodegas, allí iba Chiara con sus padres, todos unos adelantados a su época, a descubrir mundos sin fronteras, mundos nuevos, pero ella iluminaba esos mundos, siempre. También le gustaba la fotografía y los gatos, cuando llegaba a el olivar de Bárbara, se tiraba en la tierra y las partes del césped cuando llovía, como si supiera que nada es para siempre, tocar esa tierra como tocar el cielo.

El día que Bárbara y Chiara se volvieron a ver después de un largo año de viajes que había realizado Chiara, fue un 3 de junio en el este mendocino, ya que los padres de ambas formaron una agrupación de artesanos del vino, con catadores que iban aprendiendo la profesión, con historiadores que contaban la historia del vino, artesanos de barricas en roble, artistas plásticos que intervenían esas barricas con un exquisito gusto pictórico, como la artista plástica de San Martín, Mily Repetto, los fotógrafos exponían sus fotos de comienzo y fin de cosecha, los blancos y los tintos iban y venían perfumando esa agrupación para difundir las bondades de la zona. No podía faltar la música de la mano de Roberto Mercado y mucho menos los poetas. Porque el vino es poesía. La agrupación se llamaba Terruños del libertador. Seguro fue el comienzo de una gran revolución en esa zona.

Bárbara se sentía orgullosa de su amiga no solo por lo que hacía sino porque donde pasaba con su pelo dorado al viento, sus ojitos celestes y su sonrisa abremundos, se metía a todo el mundo en el bolsillo. Aprendieron muchas cosas, juntas, el camino recorrido si bien era pocos años, pero fue un camino de amistad con donde el mapa de sus viajes interiores y exteriores, con sus mochilas y obstáculos, sus refugios tenían un mismo punto de partida: la lealtad y el amor por una amistad irrompible. Bárbara no era tan intelectual, en realidad su intelectualidad la aplicaba a las artesanías, ella necesitaba tocar esos mundos del vino y los olivos, dese otro lugar, es por eso que le gustaba hacer bonsái de olivos y cuadros, artesanías con corchos. Pero la intelectualidad de una se conjugaba con la de la otra.

La amiga de Bárbara que llegó al Este mendocino

Ese día de la puesta en marcha de Terruños del Libertador todos los departamentos aledaños se hicieron presentes, todos los viticultores pudieron por primera vez mostrar sus vinos, cuando Chiara vio todo este escenario se emocionó tanto que empezó a enseñar a todos el oficio de catadores exclusivos, así era ella, dadora, generosa y altiva. En ese momento dijo: "Acá quiero vivir, acá quiero morir, amiga Bárbara". De todos los países recorridos este fue el este de sus esperanzas y sus estrellas del norte que la guiaron a un lugar que representó sus raíces, su historia. Ese evento tuvo su significativo impacto. Quería calma, espacios seguros y así fue como encontró su refugio en el mundo, su apoyo emocional desde otra perspectiva, la copa al revés como le gustaba decir.

Bárbara también comenzaba a ver el mundo de otra manera, con sus desafíos, con las enseñanzas de Chiara, con sus heridas del abandono de su nacimiento, sus agradecimientos con sus padres adoptivos, el reencuentro con su hermana gemela Bonarda y su amiga gemela fueron las que le ayudaron a encontrar en el lugar del que nunca se mudó, su bienestar personal. Un este que une, un este que define, un este que te alumbra.

Llegó la noche y antes de dormirse las amigas se alumbraron con la velita que había sido bendecida por Mily, y Chiara en voz alta susurraba: Quizá el lujo no sea tener más, sino perder menos. Perder menos tiempo, menos almas, menos sentido. El lujo no es mirar el exceso sino volver a mirar un amanecer, una taza de barro o tirarse al césped, como alguna vez lo hicimos. Casi todo es cuestión de tiempo. Que una tiene mil vidas en una, puedo perder fuerzas, pero jamás dejaré de buscar, aceptaré este destino, revisaré mis debilidades y fortalezas, viviré a través de mis anécdotas, momentos, como éstos amiga, casi frágiles donde doy vuelta la copa y si todo se vacía, es bueno también, es estar en paz. Acá me quedo, dejaré que fluya el tiempo y mi espíritu, lo que amo y amé, volveré a construir, vivir este día a la vez con gratitud y la luz que jamás me hubiese imaginado.



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