Empezá a leer desde aquí el libro "En Azules", de Evangelina Mayol

Un cuento del libro recientemente presentado de Evangelina Mayol y que se puede comprar en Garcia Santos Libros.

Evangelina Mayol escribía textos para niños. Pero decidió lanzarse al mundo de sus pares y deslumbro con historias crudas y directas en el libro "En Azules", recientemente presentado en la emblemática Biblioteca San Martín.

Allí estuvo acompañada de algunos de los "próceres" de las letras de Mendoza, como Mercedes Fernández y Andrés Cáceres.

La presentación y lecturas estuvo a cargo e Alejandro "Canito" Frias y el libro se volvió imprescindibles para los amantes de la buena lectura.

Matol, Mercedes Fernández y Andrés Cáceres.

Matol, Mercedes Fernández y Andrés Cáceres.

Como siempre ocurre con los libros de autores mendocinos, la distribución venta y adquisición es difícil, por lo que ademas de hacerlo en los actos de presentación (habrá más) siempre están abiertos los anaqueles que Pilar dispone en Garcia Santos Libros, en la Avenida San Martín. Bienvenido sea, y ¡a comprarlo!

Evangelína Mayol ha querido regalarnos uno de los cuentos, para empezar con la lectura:

Anotaciones de muerte

Empezá a leer desde aquí el libro "En Azules", de Evangelina Mayol

Vivió la mitad de su vida con rutinas fijas desde el inicio y hasta el final del día. En una fábrica de conservas de turnos rotativos pasaba gran parte de su tiempo. Conocía de memoria las tareas en cada uno de los puestos de montaje. Hasta podría hacerlas con los ojos cerrados.

Durante mucho tiempo ese refugio de movimiento y ruido alcanzó para sobrevivir. Sus compañeros de trabajo suplían perfectamente la categoría de amigos. Afuera, las relaciones sociales eran de una complejidad extrema y prefería evitarlas.

Juan Francisco Sierra era difícil de definir. Vivía solo en la casa que había heredado de sus padres y no se le conocía familia. Alguna vez tuvo una novia que lo abandonó para huir con su mejor amigo. Desde ese episodio, cuidó con gran dedicación a sus padres hasta la muerte de ambos. Eso le posibilitó durante algunos años no profundizar en temas personales.

Aquella noche, en la cena se le ocurrió que lo mejor era terminar con su vida, de puro aburrimiento nomás.

Como buen meticuloso, tenía primero que ordenar los papeles de su casa, para partir sin dejar problemas a resolver.

Con este objetivo en mente, decidió primero leer sobre la muerte, testimonios de quienes pasaron por algunos segundos al siguiente plano, y sobre estrategias que permitieran desarrollar un plan sin errores. A partir de eso, después realizó anotaciones en una libreta para tener un registro a mano fácil de volver a estudiar y que en lo sucesivo sirviera de guía para alguien que quisiera alcanzar sus mismas metas. La idea es que no fuera una actividad improvisada y quedar tildado a la posteridad de poco profesional. Decidió que por noche destinaría un par de horas a idear el plan que lo llevaría paso a paso a conquistar su próximo logro.

Libreta de Juan Francisco Sierra. Anotaciones de muerte. Año 2024

Anotación primera. Mayo 27.

Muerte por ahorcamiento:

1)Tener a disposición unos cinco metros de soga, es preferible que sobre y no que falte, y que además resista el peso de un cuerpo de unos noventa kilos. En uno de los extremos, realizar un nudo corredizo simple que el sujeto deberá colocarse en el cuello.

2) Chequear primero que el nudo esté bien realizado.

3)El techo de la vivienda deberá contar con vigas de madera resistentes para colgar la soga por uno de los extremos.

4) Tener a mano una plataforma firme que pueda patearse con facilidad, para que el cuerpo quede suspendido una vez que el sujeto quede en el aire.

5) Elegir un horario del día en que no lleguen visitas ni vendedores, etc. La siesta y la noche pueden ser las más propicias.

Al día siguiente, como trabajaba de tarde, decidió en la mañana averiguar precios de algunos materiales. Optó por acercarse a un negocio que conocía en el barrio, para no invertir demasiado tiempo en traslados innecesarios. Al abrir la puerta de la ferretería, una campanilla avisó de su ingreso. Entre los estantes apareció Jimena, la hija mayor de don López, de unos cuarenta años.

-Buen día. ¿Estará don López? Necesito averiguar sobre algunos materiales -consultó con voz firme para que sus motivaciones no quedaran expuestas detrás de palabras balbuceantes.

-Buen día. No, mi padre está enfermo y por ahora estoy a cargo de la ferretería. Dígame en qué lo puedo ayudar.

-Disculpe, no sabía que don López tenía una hija.

-Está bien, no tiene por qué saberlo. Lo escucho.

-Bueno, necesito saber los precios de las diferentes sogas, algo firme que soporte un buen peso. ¿Me puede mostrar de qué grosores y materiales tiene?

Jimena le pasó un muestrario, mientras comparaba el listado del Excel en su computadora con el de una carpeta que tenía enfrente.

-Mire tranquilo y me avisa.

Mientras él observaba cada uno de los elementos que estaban colocados en un cartón exhibidor descolorido, ingresaron dos personas al negocio. La campanita hizo que Juan Francisco y Jimena miraran en dirección a la puerta. Esa interrupción determinó el fin de su concentrada observación. Puso los tramos de soga alineados simétricamente y sostenidos por uno de sus extremos en esa superficie rígida sobre el mostrador. Aprovechó que ella estaba ya entretenida con sus próximos clientes y se dirigió a la salida.

-Muchas gracias, ya tengo una idea aproximada. En cuanto tome la decisión. me acerco para comprar -sus palabras quedaron como flotando en el aire, porque no obtuvo respuesta.

En la vereda respiró profundo y aceleró sus pasos para que estuvieran sincronizados con sus pensamientos. Después de un par de cuadras se relajó y se secó las manos transpiradas con el pantalón. El sostener esa calma improvisada le disparó un pico de ansiedad una vez que estuvo solo.

El hecho de tener en sus manos el vehículo que lo transportaría al más allá y disimular su objetivo final lo invadió de una rara inquietud. Decidió volver a su casa.

Esa noche, cuando regresó del trabajo, no realizó anotaciones, solo se dedicó a leer biografías de suicidas que encontró en el navegador.

Focalizado en su próxima meta, decidió ir nueva- mente a la ferretería al día siguiente. Antes de ingresar esperó a que saliera otro comprador. Jimena, acomodando tornillos en una caja, lo saludó al ingresar sin levantar la vista al escuchar el sonido de la puerta. Él le devolvió el saludo con amabilidad. Eso determinó que ella dejara un momento su tarea de clasificación y lo mirara con cierta simpatía.

-¿Ya se decidió por la soga?

-No todavía, quiero estar seguro de cuál es el método más efectivo. ¿Venden veneno para ratas por casualidad? -preguntó mirando unas latas de pintura del negocio para disimular.

-¿No me diga que usted también tiene ratas en su casa? Ayer encontré una que salió corriendo y ahí mismo le dejé puesto veneno -dijo señalando con el índice un rincón al lado de las primeras estanterías- ¡Un asco! Hacía mucho que no veía uno de esos bichos inmundos.

Él la miró fijo un rato tratando de encontrar una respuesta creíble para argumentar su pregunta.

-Bueno, ratas siempre hay, y uno tiene que estar prevenido, no me vaya a pasar lo que le pasó a usted.

-Decime Jimena simplemente, y no me tratés de usted, porque casi tenemos la misma edad.

-Mucho gusto, Juan Francisco, vivo a unas pocas cuadras de aquí.

-Yo me tuve que mudar a la casa que está atrás del negocio cuando mi padre enfermó, así que ahora somos vecinos.

-Bienvenida al barrio, vecina -agregó siguiéndole la corriente y entendiendo que ella quería conversar.

-Dejé mi anterior trabajo y el departamento, fue toda una decisión. Al principio, la ferretería me parecía un caos, tantos artículos, pero, en fin, ya le agarré la mano, y me gusta. Bueno, cambiando de tema, tenemos estas tres marcas de veneno, pero para mí la más efectiva es esta -aseguró mostrando una de las cajas.

-¿Y tienen varias cajas de esa marca? Por las dudas de que no sea efectivo y haya que repetir la dosis -agregó.

-Con una caja que te lleves es suficiente, es muy buen veneno, como para matar una manada de roedores.

-Cualquier cosa vengo mañana, veo primero qué método usar.

-No te creas que hay muchos métodos. Te puedo recomendar esto -se dio vuelta y tomó por el palo una escoba que tenía al lado de su banqueta y la elevó por encina del mostrador-. Podés probar darles unos buenos escobazos, eso sí, primero las tenés que agarrar, porque corren como linces las guachas...

Se rieron juntos de la sugerencia y siguieron hablan- do de otras formas de atrapar ratas con resultados dudosos.

Ese día Juan Francisco, antes de irse a dormir, buscó unabirome y su libreta de anotaciones y retomó las notas.

Anotación segunda. Mayo 29.

Muerte por envenenamiento:

He seguido leyendo distintas formas de lograr una muerte rápida y efectiva. Hoy estuve consultando sobre veneno de ratas.

La ferretería del barrio no la atiende don López, lo hace su hija, Jimena, y al parecer, de acuerdo a lo que me comentó, él se me va a adelantar, pero sin tener que forzar la partida. Claro que ella no sabe de mis verdaderos propósitos. Por ahora ese será un secreto que me llevaré a la tumba. Cuando sea el momento, quedará todo registrado en esta libreta, como un cuaderno de confesiones. A la decisión de aniquilamiento propio por ahora la voy a posponer. Seguiré, mientras tanto, averiguando cuál es el método más efectivo y menos doloroso. Lo bueno es que esta ferrete- ría es muy completa, queda cerca, tiene todo tipo de artículos, y quien atiente lo hace con mucha profesionalidad y simpatía.

Al día siguiente, y mientras organizaba su jornada, vio la libreta sobre la mesa y la escondió en la habitación dentro de una caja con papeles importantes, para que no estuviera muy visible. La escoba apoyada en la pared atrapó por un segundo su interés.

Era momento de idear otros planes para viajar de un mundo a otro y, de paso, conocer con mayor detalle los distintos artículos que podía encontrar en esa ferretería.


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