Hola Mami

El Dr. Eduardo Da Viá recuerda aquí a su madre, en un texto que nos va a servir a todos para reflexionar sobre nuestras historias personales.

Eduardo Da Viá

Confieso que dudaba de escribir Mami o Madre, pero siempre te dije Mami y vos me llamabas de dos formas: o bien Pelado o Peladito o en su defecto el mero sobrenombre Yayo, que vos elegiste incluso antes de nacer: "Si es varón le llamaremos Yayo".

Los primeros apelativos mencionados sobrevinieron porque un gatito con el jugaba todo el día, tuvo la buena idea de transmitirme la tiña que el portaba, me llevaste al dermatólogo quién indico rasurado total de la cabeza y pintarme dos veces por día con un medicamento de color ver que fuera el hazmerreír de los amiguitos de la cuadra; duró poco porque la afección se curó rápidamente y con ello desaparecieron las chanzas.

En cuanto al apodo creo que fue simplemente porque te resultaba eufónico, dado que siendo de ascendencia española sabías que Yayo se le dice al abuelo y Yaya a la abuela.

Pero el apodo prendió de tal manera, que me acompañó hasta el día de hoy, y no sólo en el ámbito familiar y entre amigos, sino que hasta en el ámbito profesional, hubo telefonistas y enfermeras del antiguo Policlínico de Cuyo, que me decían Dr. Yayo.

Pero en realidad hoy te escribo porque desde hace unos meses, soy mayor que vos; efectivamente, naciste en 1916 y te fuiste en el 2000 pero sin alcanzar a cumplir los 84, cantidad que yo completé en setiembre del año pasado.

A los fines prácticos, siendo la diferencia de unos pocos meses, podemos considerarnos coetáneos, claro que con un bache forzoso por tu partida luego de una enfermedad cardíaca que hoy hubiese tenido solución.

Mantuvimos durante años una relación muy estrecha, cotidiana, dado que si bien yo era buen alumno, me costaba levantarme en la mañana y vos venías a mi habitación que compartía con mi hermanita, y en voz baja me azuzabas para que me vistiese rápido, tomara el desayuno y emprendiera la caminata a la escuela, sin faltar a veces un leve empujoncito, ya en la vereda, para que por fin arrancara. Lo tengo tan presente que añoro esos cariñosos gestos y volvería a vivirlos tal cual.

Tus estudios habían sido solamente primario completo, pero de aquellas viejas escuelas de principios del s. XX que te formaron especialmente en castellano (no decíamos español), historia argentina y matemáticas; además de una excelente ortografía y de una elegante caligrafía. Así pues, más de una vez te convertías en maestra auxiliar cuando me asaltaban dudas en esos temas; claro, nunca me hiciste una tarea bajo la admonición del "te ayudo pero lo hacés vos", y yo no pretendía, ni hubiera permitido otra cosa que la ayuda momentánea.

Mi amor por los libros y el saber fue en realidad ab initio, a tal punto que en vísperas de mis cumpleaños, te encargabas, por pedido mío de advertirles a los familiares que yo quería libros como regalos o bien acuarelas, no juguetes, jamás una pelota de fútbol.

En 1949, el 31 de diciembre para ser preciso, sobrevino uno de los hitos claves de aquellos felices años: LA PRIMERA COMUNIÓN.

Para ello me mandaste al Colegio Padre Claret donde un sacerdote impartía un cursillo preparatorio. Tengo in mi poder y aquí a mi lado, el libro del Catecismo, regalo de mis abuelos maternos, como así también el moño que como brazalete, lucíamos los varones en el brazo derecho; vestíamos saco tipo blazer e impecable camisa blanca con corbata del mismo color.

Entre tus pertenencias, luego de tu partida, estaban las fotos que me tomara el Papi, donde se te ve el orgullo en tu mirada al ver a su primogénito cumplir con una paso que vos considerabas fundamental en mi vida.

Con los años y la lectura supe que la comunión es en realidad un Rito de Paso.

Reconozco que fui un niño pacífico que rara vez era causa de reprimendas y jamás de castigo físico, a lo sumo mi padre me ordenada escribir un abultado número de veces, lo que no debía haber hecho

Con mi hermana Mirta la relación fue siempre cordial, claro que 4 años de diferencia de edad es mucho cuando se es chico y de distinto sexo de tal forma que compartíamos solo algunos juegos no sin que surgiera algún diferendo magnificado por la niña y ante lo cual el villano era automáticamente yo con el consiguiente "No ves que es chiquita".

También con los años supe que era una conducta corporativa entrambas, pero siempre fugaz y sin rencores.

En el año 1950 y a propósito de correrse el Gran Premio Argentino de Carretera General José de San Martín, en honor al centenario de la muerte del más grande de los argentinos y, como lo explicara en un escrito ad hoc, salieron a la venta unos autitos similares a los verdaderos de carrera. Yo no sólo jugaba con ellos sino que tenía la fantasía de ser el Médico que los autorizaba a los corredores para participar o que los trataba cuando enfermaban. Así fue como me di cuenta de que sería médico y así se los transmití a vos y al papi. Tenía 9 años.

A los doce llegó el momento de la secundaria, que por decisión mía fue en el Liceo Militar General Espejo.

El cambio de vida fue radical y muy duro dado que la Institución tenía rasgos del nazismo recientemente derrotado en la Segunda Guerra a tal punto que el uniforme diario, puertas adentro, era copia fiel del que usaran los soldados alemanes.

Salíamos de franco los sábados a mediodía y regresábamos los domingos antes de las 22h.

Ahí advertí cuán unidos estábamos y cuánto te extrañaba; durante el transcurso del primer año, acostumbrabas a sentarte en el porche de nuestra casa a tomar mate y yo me sentaba a tu lado aun cuando no tomaba mate porque no me gustaba, pero sí me gustaba estar a tu vera y ahí conversábamos de bueyes perdidos hasta entrada la tarde porque el lugar apuntaba al oeste y era tibio y agradable.

Los día lunes, confieso, se me escapaban algunas lágrimas pensando en los días que faltaban para volver a verte, aunque atenuado por el día de visita, miércoles, al que siempre fueron incluso con mi hermana, y que además de la alegría de verlos quedaba bien aprovisionado de chocolatines y caramelos.

Un día, llegó el momento en que te dije que estudiaría medicina, noticia que tomaste creo con alegría y hasta con orgullo, seguramente advirtiendo la clara decisión tomada por mí.

Al llegar mi padre de su trabajo lo primero que surgió fue la novedad de mi carrera futura, noticia bienvenida por mi padre también.

Además y como fruto de mis ahorros, acababa de comprarme mi primer libro de medicina el DICCIONARIO ETIMOLOGICO DE CIENCIAS MÉDICAS, EN DOS TOMOS, y que conservo intacto y consulto con frecuencia.

Simultáneamente con el anuncio de mi decisión, te mostré el diccionario, y a la pregunta de dónde había obtenido el dinero le dije que de mis ahorros.

Ya no te quedaron dudas de que sería médico

Antes de finalizar el secundario me enamoré de una vecina con tan solo 15 años, y correspondido por ella nos ingeniábamos para vernos, siempre de día y sin manifestaciones físicas más allá de algún beso tipo roce y vuelta a las respectivas casas, dado que la relación era secreta.

A poco de progresar el vínculo te lo confesé y me dijiste que lo suponías por una serie de deslices que yo cría muy discretos y no lo eran, de tal suerte que me servías de Celestina cuando no había forma de acercarnos los protagonistas.

Hoy aquella chica tan formal y tan controlada, Dorys, fue y es mi esposa de toda la vida.

El inicio de los estudios médicos significó un alejamiento relativo por cuanto pasaba gran parte del tiempo en el Hospital o en la Biblioteca, y nuestro contacto era casi exclusivamente a la hora de comer.

No obstante hubo vacaciones familiares a Córdoba, San Luis, Mar del Plata donde volvía la convivencia en familia y pasábamos días muy felices, pero la graduación estaba cerca y con ello el casamiento, lo que habría de significar la partida definitiva del hogar.

Finalmente todo eso ocurrió y cuando nació nuestra primogénita, fuiste vos quien la tomó en brazos y la sacaste del Policlínico, bajando las escaleras con extremo cuidado, tengo fotos donde se advierte la felicidad en tu rostro.

A poco más de un año habrías de repetir la maniobra con el varón en brazos esta vez.

Luego lo harías con los hijos de mi hermana que coparon buena parte de tu vida y ya nuestra relación se redujo a visitas casi diarias para verte a vos y al Papi y las consabidas comidas familiares en cada una de las respectivas tres casas.

Luego sucedió un buen período para ustedes con vacaciones a Chile o Mar del Plata todos los veranos, viajes de los que yo y mi familia no participábamos por que no disponía ni del tiempo ni del dinero para hacerlo.

Así las cosas la vida fue transcurriendo sin mayores sobresaltos, nosotros, tus hijos afianzándonos y ustedes comenzando a envejecer pero sin sustos hasta que tu corazón, lesionado sin nadie saberlo en tu juventud o niñez, comenzó a dar signos precoces de cansancio: insuficiencia cardíaca y con ello, agotadas las instancias terapéuticas consistentes en medicamentos, tu calidad de vida se deterioró hasta fijarte a un sillón por cuanto no podías respirar.

Recién ahora puedo contarte lo duro que fue para mí, tu hijo médico que no podía ofrecerte alivio más allá de tomarte de la mano o de los brazos y colocarte el oxígeno que te aliviaba el padecer, tus últimos cuatro largos meses de vida fueron un verdadero calvario para todos y un injusto final para vos..

Pero ahora que tenemos la misma edad te cuento que te fuiste en un momento oportuno, antes de la tremenda debacle que sufriera el mundo después del atentado a las Torres Gemelas en Estados Unidos y los sucesivos malos gobiernos en nuestro país que fueron haciéndonos tocar fondo para recién ahora, casi un cuarto de siglo después de tu último viaje, se avizora una probable mejoría que todos esperamos sea duradera y exitosa.

Sí, es cierto que te perdiste el nacimiento y desarrollo de tus bisnietos, todos derivados de Mirta, pero nadie puede añorar lo que no conoció.

Te fuiste mal pero a tiempo y yo que ya te alcancé sigo recordándote como cuando me dabas el empujoncito cariñoso para que arrancara rumbo a la escuela.

Gracias Mami.

PD:

Tengo en mi dormitorio una foto enmarcada en la que estamos vos, el papi y yo muy chiquito, y todas las noches antes de dormirme les mando mis saludos no importa donde estén.

A propósito, aquella chica de la que me enamorara en plena adolescencia y con la que ME servías de conexión, hoy cumple 88 años. Y sigue siendo una madre devota de sus hijos y una esposa abnegada y trabajadora.

No te equivocaste al ayudarnos en la etapa "en negro" de nuestro noviazgo.

Yayo, marzo de 2025.

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