Mendoza y sus enólogos: identidad, historia y legado
¿Por qué en Mendoza el Día del Enólogo es el 5 de mayo y no como en San Juan, que se celebra el 7 de septiembre? Aquí lo cuenta Juan Marcelo Calabria.
Cada 5 de mayo, Mendoza celebra el Día del Enólogo, una fecha que honra a profesionales que han sido pilares fundamentales en la evolución y prestigio del vino mendocino. Este día conmemora la creación de la Escuela Nacional de Vitivinicultura en 1897, institución donde se formaron los primeros enólogos de Argentina.
La escuela fue organizada en el predio de la histórica Quinta Agronómica, impulsada por Domingo Faustino Sarmiento y fundada durante la gobernación de Pedro Pascual Segura, y su primer director, el francés Michel Aimé Pouget, introdujo varietales que marcarían el futuro de la vitivinicultura, entre ellos la cepa emblema Malbec, que iniciaría su exitoso recorrido en estas tierras. En reconocimiento a esta trayectoria y a la labor de los enólogos mendocinos, la Legislatura de Mendoza oficializó esta celebración en 2005, a través de la Ley N° 7357.
La Quinta Agronómica.
Resulta oportuno señalar que ese día, es una de las tres fechas emblemáticas para la vitivinicultura argentina. Se suma al 6 de agosto, dedicado a la enseñanza agrícola, una disciplina que la enología comparte estrechamente, que aunque histórica, tiene menos relevancia que los otras dos para el mundo del vino, en tanto destaca el 7 de septiembre, establecido en 2002 como el Día Nacional del Enólogo, en conmemoración a la inauguración de la Quinta Normal en San Juan por el gobernador Domingo Faustino Sarmiento en 1862, institución que luego se convertiría en la Escuela Nacional de Fruticultura y Enología, marcando un hito en la formación de los profesionales del vino.
Sin embargo, para Mendoza, el 5 de mayo tiene un significado especial, pues es la fecha que mejor representa el arraigo y evolución de su vitivinicultura. Desde sus inicios, la industria vinícola mendocina ha seguido una trayectoria ascendente, posicionando el vino y a sus hacedores: productores, viticultores y profesionales de la agricultura y la enología, como verdaderos embajadores de la Marca Mendoza a nivel global. Más que un producto de excelencia, el vino mendocino es una identidad, un símbolo cultural que ha llevado el nombre de la provincia a los más diversos rincones del mundo.
A lo largo de la historia, la vitivinicultura ha sido mucho más que una industria en Mendoza: ha sido el motor de su desarrollo económico, el alma de su crecimiento y la esencia de su cultura. Esta relevancia fue destacada por el Gobernador en su discurso del 1° de mayo ante la Legislatura de Mendoza, donde subrayó que la vitivinicultura mendocina nos identifica y se inserta entre las industrias más competitivas. En efecto la vitivinicultura tiene entre sus rasgos identitarios la singularidad de su alcance global, con millones de productores y cientos de miles de etiquetas que representan a una de las actividades más competitivas del mundo, en contraste con otras bebidas alcohólicas cuyas marcas suelen estar concentradas en unas pocas empresas multinacionales.
De igual manera en nuestra provincia encontramos que esta gran diversidad no solo fortalece la identidad mendocina, sino que reafirma su posición en el mapa vitivinícola internacional, demostrando que el vino mendocino es un embajador de la cultura y el esfuerzo de toda una provincia, en tanto aquí se asientan más del 80 % de las bodegas inscriptas en el INV, poco más de 900 de las 1200 de Argentina, con más de 2000 etiquetas de vinos, lo que reafirman a la vitivinicultura como uno de las actividades económicas de mayor competitividad y valor agregado de país.
En diversas oportunidades hemos destacado la importancia de la representación del vino mendocino en el mundo, incluso hemos podido apreciar en países tanto de América como Europa la presencia de las etiquetas mendocinas, toda vez que cuando un vino mendocino se descorcha en Brasil, Madrid, Marruecos o Nueva York, no es solo una botella lo que se abre, sino una ventana a la tierra de Los Andes, de vides cultivadas con pasión y un legado que se extiende por generaciones. Mendoza ha sabido construir su imagen internacional a través de su producción vitivinícola, posicionando el Malbec como su estandarte, pero también mostrando la riqueza de su terroir con otras variedades, que nos identifican tanto en tintos, blancos o rosados, que son producto de la creatividad e innovación de sus hacedores.
Si bien el Malbec ha sido el buque insignia de los vinos mendocinos, la provincia ha entendido que la diversificación es clave. Cepas como el Cabernet Franc, la Bonarda, más recientemente el rescate de las variedades crillas o los elegantes espumantes han comenzado a ganar terreno, mostrando que Mendoza no solo es sinónimo de un gran vino, sino de una vitivinicultura con múltiples expresiones y en constante innovación. Esta evolución ha permitido que la Marca Mendoza amplíe su alcance y se presente ante el mundo con una oferta más variada y sofisticada.
El Malbec, como ejemplo nacional de impulso a la industria
Por otro lado, como ya hemos remarcado en columnas anteriores el enoturismo como motor económico se inserta entre las rutas del vino más importantes del mundo, y es que el vino no solo se bebe, se vive. Y Mendoza ha convertido esta premisa en una oportunidad única de crecimiento. El enoturismo ha transformado la provincia en un destino global, atrayendo a visitantes que buscan experiencias sensoriales, recorridos por bodegas icónicas y contacto con los paisajes que dan vida a los vinos.
La Marca Mendoza se fortalece no solo por sus productos, sino por las vivencias que ofrece, consolidando su prestigio internacional. Al mismo tiempo que se inserta en la cultura y la tradición, más allá del impacto económico y la imagen internacional, el vino sigue siendo el alma de las celebraciones mendocinas. Está presente en cada brindis, en cada reunión familiar, en cada festividad que une a la provincia con sus raíces. Es un hilo conductor de la historia y una parte fundamental del ADN menduco.
Por todo ello es que queríamos en esta columna, previo al día de los profesionales de la enología, realizar un reconocimiento a quienes hacen posible esta identidad. Como siempre decimos cada copa de vino que representa a Mendoza en el mundo es el resultado del trabajo de productores con tesón y profesionales apasionados, que este 5 de mayo en que se celebra el Día del Enólogo en Mendoza tienen su reconocimiento, una fecha que honra a quienes con conocimiento y sensibilidad transforman la uva en una expresión única del terroir. Sin su labor, el vino mendocino no habría alcanzado la excelencia que hoy lo caracteriza ni habría contribuido tan significativamente a la construcción de la Marca Mendoza.
Nuestra columna de hoy no solo destaca y celebra su trabajo, sino que reafirma la importancia de seguir apostando por la calidad, la innovación y el compromiso con la tierra que ha convertido a Mendoza en sinónimo de grandes vinos, y con el permiso de los lectores y el mundo vitivinícola queremos destacar tres profesionales mendocinos: Ángel Mendoza, Alejandro Vigil y Ana Paula Bartolucci el gran compromiso y trabajo de todos los profesionales de Mendoza y Argentina.
Filosofar con el vino 2: "El vino humedece el alma y adormece nuestras penas"
Levantemos las copas por ellos, por su legado y por el futuro de una industria que sigue posicionando a la provincia en lo más alto del escenario mundial, pese a los desafíos y dificultades. Presente y vivo realzando los instantes y momentos de nuestras vidas, donde una copa de vino, bebida con moderación y responsabilidad, sigue siendo una oportunidad para disfrutar, porque como siempre decimos: nada mejor que un buen vino para contar una buena historia. ¡Salud y a disfrutar Mendoza!