Cómo manejó José de San Martín sus finanzas personales

El economista Mariano Otálora responde en su libro "Los próceres y el dinero" todas preguntas sobre el manejo económico personal de los héroes de la Patria, y los descubre en sus decisiones financieras más íntimas. Aplicando la máxima de "vicios privados, virtudes públicas" a la historia argentina, desenmascara la trama profunda que vinculó ambiciones, negocios y patrimonios personales con decisiones políticas y fondos públicos. El caso de San Martín

El máximo prócer argentino, José de San Martín, no estuvo exento de ser víctima de estafas, de sucumbir al rigor de la inflación y o de perder en la timba financiera, según cuenta Mariano Otálora en su libro "Los próceres y el dinero, inversiones, estafas y despilfarros de los grandes hombres de la patria".

Pocos saben que José de San Martín firmó la primera deuda externa de Perú, llega a vivir en palacios, lo acusan de robar tesoros nacionales, obtuvo propiedades como tesoros de guerra, invirtió en propiedades de Rosas y sufrió en carne propia la bancarrota.

Pocos manuales escolares revelan que, el Padre de la Patria, apostó a la timba financiera de la Bolsa, y fue, también él, víctima de la inflación.

Para el General, su bienestar económico, la mayoría de las veces, estuvo ligado a la guerra. El 18 de enero de 1817 el Ejército de los Andes inicia el cruce de la cordillera y casi un mes después derrota a los realistas en la batalla de Chacabuco.

El éxito militar de los próximos años se transforma en un aumento significativo de su patrimonio, que después de toda gran victoria recibió, como premio, una propiedad -y así también adquierió propiedades urbanas y rurales en los 3 países en los que lucha: Argentina, Chile y Perú-.

Confirmado, tiempo más tarde, como General en Jefe de la Expedición al Perú San Martin zarpa hacia allá con el objetivo de derrocar a los españoles en Lima. El 12 de julio de 1821 entra con sus tropas en la capital virreinal y tras proclamar la Independencia asume como Protector de aquellas tierras.

Por entonces Perú era el centro del poder político y económico de América del Sur. Desde los rincones más lejanos, la plata viaja por los caminos hasta el puerto del Callao para embarcar rumbo a Europa. Lima, la capital, tenía una riqueza y lujo que supera a ciudades de Europa. Ni hablar de Buenos Aires, un puerto menor y polvoriento.

Con la llegada de San Martín, se terminan 300 años de colonialismo y permitió el acceso de un nuevo grupo dominante al poder dispuesto a repartirse el tesoro español. Este fue uno de los periodos más controvertidos de la historia personal del Libertador. En poco tiempo, pareció abandonar el estilo austero del soldado por los fastos del palacio virreinal. Los defensores de la figura impoluta de San Martín sostienen que es un intento por seducir a la rancia aristocracia limeña a fin de ganar su apoyo, sus detractores en cambio sostienen que la ambición por el poder y la riqueza lo hicieron perderse.

En 1821, el gobierno revolucionario ordena repartir entre los jefes y oficiales del Ejército Unido Libertador los $500.000 que valen las fincas confiscadas a los realistas. San Martín recibió una casa conocida como "Jesús María" en la ciudad de Lima, y residió en la hacienda de La Magdalena, vieja reducción indígena o pueblo de indio, como se lo llama. San Martín le cambió el nombre a Pueblo Libre, que conserva al día de hoy.

Tal como hará luego su enemigo Bernardino Rivadavia en las Provincias Unidas, San Martín tomó la primera deuda externa de Perú. Aunque en este caso el Protector recurrió al crédito externo a fin de completar la guerra de Independencia, los estrechos vínculos comerciales privados entre el grupo negociador y la banca inglesa llevaron a un controvertido acuerdo usurario por el que Perú hipotecó las entradas de la Casa de la Moneda, las aduanas y demás rentas.

El prestamista no sólo entregó el 75% del 1.200.000 libras esterlinas acordadas, sino que eludió frecuentemente los pagos en los plazos estipulados ocasionando el quiebre del Estado peruano. Esta estrategia respondió a la necesidad de la banca inglesa por bajar o bien subir la cotización de los bonos según su propio interés.

Por entonces, existía una fuerte especulación en la city londinense por las nacientes repúblicas americanas, en especial para la colocación de deuda y la posibilidad de explotar la riqueza minera hasta entonces vedada por el férreo monopolio español.

El gobierno de San Martín en Perú fue difícil y no pudo completar los esfuerzos de la guerra. El 26 y 27 de julio de 1822 se entrevistó con Simón Bolívar en Guayaquil y luego de aquella reunión sin testigos, San Martín dejó al venezolano la conducción de su ejército y volvió a Lima donde renunció a todos los cargos.

De regreso a Chile, se llevó como trofeos la campanilla de oro que empleaba la lnquisición para reunir al tribunal que enviaba sus víctimas a la hoguera, y se llevó el estandarte de Pizarro, emblema del conquistador del Perú.

Años más tarde, ya retirado de la arena política y militar, San Martín vivió de la pensión que le otorga el gobierno del Perú , de la renta producto de la herencia de su difunta mujer, y de las propiedades que ganó con sus victorias militares en Argentina, Chile y Perú.

Entre sus negocios, inviertió con Braulio Costa (uno de los comerciantes y banqueros más importantes de Buenos Aires) la suma nada despreciable de $30.000 a modo de crédito hipotecario sobre la estancia "El Rincón de López", antigua propiedad de la familia de Juan Manuel de Rosas.

Por aquellos años todos eran gastos. Sin nuevos ingresos, debió sostener un costoso estilo de vida que incluyó la educación de su hija. Por esta razón decidió vender unas de sus propiedades en Buenos Aires, el solar donde hoy funciona la Jefatura del Gobierno porteño, frente a Plaza de Mayo, premio otorgado por el gobierno revolucionario por sus triunfos de la campaña libertadora en Chile. En los años siguientes, San Martin se comió sus ahorros y redujo sus propiedades hasta límites preocupantes.

Con sus enemigos derrotados y con una economía personal en creciente fragilidad, le pareció el momento indicado para volver al Río de la Plata. El 6 de febrero de 1829, con 51 años, viaja de incógnito junto a su criado Eusebio Soto pero al llegar a Buenos Aires se enteró del fusilamiento de Manuel Dorrego por Juan Lavalle y la profundización de la guerra civil. Se instaló por tres meses en Montevideo, del otro lado del Río de la Plata.

Desde la capital oriental, ordenó un poco sus finanzas personales y logró cobrar diversos pagos por la renta de sus propiedades. Además, en el Perú se apruebó una nueva ley que permite al Estado vender los bienes nacionales con el fin del pago de sueldos militares atrasados, medida que lo benefició. En su corta visita a América, reúne 25.000 pesos y los invierte todos en la bolsa comprando bonos de la deuda peruana que él mismo inició.

Pero ni la suerte ni los vaivenes de la economía lo siguieron en esta apuesta. De regreso en Europa, el gobierno de Perú suspendió los pagos de sus bonos como resultado de otra fuerte operación especulativa de la city londinense. A esto se sumó la devaluación del peso, cuya cotización en poco tiempo pasa de 50 a 16 peniques liquidando el poder real de la moneda.

En poco tiempo, se licuó la renta de sus propiedades por efecto de la inflación. Sumado al default peruano y la inflación argentina, Manuel Escalada (su cuñado y apoderado en Buenos Aires) quebró, quedándose con tres años de alquileres de dos casas del General. San Martín aprende, en aquel momento de necesidad, lo que es sentirse estafado.

Ahorcado económicamente, vendió sus bonos a un precio ínfimo y perdió al menos la mitad de lo invertido. Sin ahorros, le quedó como principal recurso la pensión anual de 9.000 pesos del Perú. Difícil de cobrar con regularidad debido al quebranto del Estado andino.

En Europa, San Martín y su hija Mercedes, contrajeron cólera y fueron atendidos por Mariano Balcarce, un joven médico argentino hijo de un estrecho colaborador del General en la guerra de Independencia. A pesar de la reticencia inicial de José, Mariano y Mercedes no tardaron en comprometerse y sellar su unión, para poco después viajar a Buenos Aires.

Y allí, yerno e hija, lograron, al fin, arreglar las desprolijas cuentas del General, y acomodar un poco sus finanzas. Quizás por la acción de su yerno o bien por casualidad, en 1833, Braulio Costa liquida el préstamo de $30.000 por la estancia "El Rincón de López", hecho por San Martín cerca de 10 años antes. Y simultáneamente, el gobierno del Perú comenzó a pagar con regularidad su pensión.

Pero aquel año otro hecho ayudó su suerte. Se pusieron en contacto, gracias a su hermano, con un antiguo compañero de armas: Alejandro Aguado, ahora el banquero más importante de Francia y el preferido del rey de España Fernando VII. De personalidad excéntrica, es el coleccionista de arte más importante de Francia y mecenas de artistas de numerosos artistas.

Varios contemporáneos e historiadores posteriores afirman que la recuperación económica de San Martín se debió a la estrecha relación con Aguado, que se conviertió en su benefactor.

Como signo de su excelente y flamante pasar financiero, el 29 de julio de 1833, San Martín donó 50 cuadras de Los Barriales (su propiedad mendocina) al general don Tomás Guido, su colaborador en la campaña libertadora.

En 1834 José compró en las afueras de París, a orillas del Sena, la residencia de Grand Bourg que utiliza como casa de verano; y un año después la propiedad en la exclusiva Rue Nueve Saint Georges (cerca de la casa de Thiers, quien fuera varias veces Primer Ministro de Francia) donde pasó los inviernos. San Martín se sintió, como muchos argentinos hoy en día, un sobreviviente. Y lo fue.


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