El Vaticano, el mayor importador de vino per cápita del mundo
Para convertirse en proveedor autorizado, las bodegas deben presentar una solicitud a través del portal Bandi Pubblici Santa Sede, donde se diferencian las categorías de "bebidas" y "vino y hostias para la Santa Misa".
El mercado del vino en la Ciudad del Vaticano funciona bajo reglas muy particulares, marcadas por la historia, la religión y la discreción. En 2025, el Vaticano vive un año especial por dos motivos: la celebración del Año Jubilar y el fallecimiento del papa Francisco el 21 de abril, a los 88 años. Se espera que más de 30 millones de peregrinos lleguen a Roma y al pequeño estado durante este periodo, aunque la cifra podría aumentar tras la muerte del Pontífice.
La Ciudad del Vaticano, con una población estimada entre 500 y 1.000 personas, es el mayor importador de vino per cápita del mundo. Según datos de 2019 y una población aproximada de 800 habitantes, cada residente consume unos 79 litros de vino al año, lo que equivale a unas 99 botellas por persona. Esta cantidad duplica la media italiana. Prácticamente todo el vino que entra en el Vaticano es italiano y llega embotellado, sin importar a granel.
En 2024, Italia exportó al Vaticano unos 54.200 litros de vino, de los cuales cerca de 38.000 litros eran vinos fortificados como los de Marsala, muy utilizados en las celebraciones religiosas. La cifra total fue inferior a la de 2023, cuando se enviaron 63.000 litros, pero superior a los 46.000 litros registrados en 2022. El máximo de la última década se alcanzó en 2018 con 71.700 litros.
El mercado vinícola vaticano muestra grandes variaciones anuales. Esto se debe a su funcionamiento interno y a su estatus fuera de la Unión Europea, lo que implica procedimientos aduaneros distintos a los habituales en Italia. Para convertirse en proveedor autorizado, las bodegas deben presentar una solicitud a través del portal Bandi Pubblici Santa Sede, donde se diferencian las categorías de "bebidas" y "vino y hostias para la Santa Misa".
Según contó el portal especializado Vinetur, el acceso al mercado depende mucho de los contactos personales dentro del Vaticano. Productores como Barbara Sandrone o Roberto Bava han vendido sus vinos gracias a relaciones directas con personas clave en el enclave. Sin embargo, encontrar estos contactos resulta complicado y quienes los tienen suelen guardar silencio para evitar que otros productores accedan al mismo canal.
El prestigio de vender vino al Vaticano no responde solo a motivos comerciales o publicitarios. Para muchos productores italianos supone un motivo de orgullo personal y cultural debido al peso del catolicismo en Italia y al simbolismo que representa estar presente en el lugar donde reside el Papa.
El Vaticano es una zona libre de impuestos desde el Tratado de Letrán de 1929. Esto permite que los precios del vino sean más bajos que en Roma. Existen dos tiendas donde se puede comprar vino dentro del estado: Annona, abierta al público general (actualmente cerrada por reformas), y otra ubicada en una antigua estación ferroviaria, accesible solo con tarjeta de socio para empleados vaticanos o personal diplomático.
La facilidad para sacar vino del Vaticano contrasta con las dificultades para introducirlo. Esto explica que parte del vino importado acabe consumiéndose fuera del enclave, aunque no existen datos oficiales sobre este fenómeno.
Algunas bodegas italianas mantienen presencia estable en las tiendas vaticanas gracias a la demanda interna y a la preferencia por productos nacionales. Ejemplo de ello es Abbazia di Novacella, un monasterio productor del Alto Adigio que envía unas diez referencias distintas desde 2010. Su carácter religioso puede facilitar el acceso pero no es un requisito imprescindible.
El proceso logístico para enviar vino al Vaticano resulta sencillo para las bodegas italianas: basta con remitir las botellas y dejar que las autoridades vaticanas gestionen la aduana local.
Durante su pontificado, el papa Francisco apoyó abiertamente al sector vinícola italiano. En enero de 2024 intervino ante más de cien productores durante un acto organizado por Veronafiere (responsable de Vinitaly), donde subrayó el valor social y cultural del vino como fuente de alegría y símbolo festivo.
Francisco también utilizó el vino como obsequio diplomático: el pasado abril regaló una magnum de Aneri Amarone 2005 a los reyes Carlos III y Camila durante su visita privada al Vaticano, coincidiendo con su vigésimo aniversario matrimonial.
En paralelo al consumo interno, algunas empresas aprovechan el tirón turístico del Año Jubilar lanzando ediciones especiales inspiradas en el Vaticano, pero destinadas exclusivamente a tiendas romanas cercanas al enclave.
Por otro lado, proyectos recientes buscan producir vinos propios dentro de propiedades papales como Castel Gandolfo. Riccardo Cotarella lidera uno basado en Cabernet Sauvignon plantado allí; se prevé su venta exclusiva dentro del Vaticano a partir de 2026. Otro proyecto investiga variedades resistentes a enfermedades bajo la dirección conjunta de expertos internacionales.
El mercado vinícola vaticano sigue siendo uno de los más reservados y peculiares del mundo: combina tradición religiosa, relaciones personales e intereses comerciales bajo una estricta discreción institucional.