Kuky Río: la partida de una ciudadana en ejercicio

Falleció María Alba Páez de Rio, multifacética figura de la democracia que desde su Guaymallén de residencia generó y promovió más espacios de participación y luchó para que sectores relegados tuvieran su lugar en la democracia.

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel

Se llama María Alba Páez de Río, pero todos la conocieron como "La Kuky". Docente toda su vida, aun fuera del ejercicio concreto frente al aula, llevó a niveles didácticos la lucha por que todos comprendieran la responsabilidad que les cabe en el ejercicio del rol de ciudadanos.

Escritora, música, activista social por los derechos vecinales, de usuarios y consumidores, defensora de la educación pública, no necesitó de que ningún hombre le abriera espacios: los supo generar ella sola, con su capacidad de convicción y convocatoria a otros para conseguir cumplir con objetivos más allá de la medianía.

Desde su patio interno en la Nueva Ciudad, en Guaymallén, la acompañaba Alfredo, su compañero, sus hijos, nietos y familia en la tarea. Rodeada de sus plantas y la música, generó un bunker de características humanísticas que todo el vecindario alguna vez visitó para aportar a alguna causa: ayudar a escuelas, poner de pie a la unión vecinal, reclamar por servicios sanitarios, buscar más espacios para las mujeres, darles el lugar que merecen a los artistas.

Al recibir la Distinción Sanmartiniana, rodeada por sus afectos.

Integró el Honorable Consejo Administrativo de la Enseñanza Pública en la DGE, fue concejal en Guaymallén y destinataria de la Distinción Sanmartiniana de Mendoza, entre muchísimos otros honores que jamás contó, pero que recibió con orgullo. 

Los vecinos la recordarán como a una pionera: no fundó ninguna gran bodega ni se lució con historias cruzadas en algún talk show. Fue, centralmente, una defensora de la democracia en todos sus términos, primera al frene de las marchas y reclamos, primera a la hora de tener que tender una mano a la hora que fuera, por sus vecinos o quien golpeara la puerta de su casa.

Se podrá lamentar su fallecimiento, pero todos quienes la conocieron saben que partió con la labor hecha, en forma más que suficiente. Solo resta imitarla.

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