A un año del aislamiento, el Gobierno se quedó sin margen para más restricciones

El panorama es complejo. La segunda ola es inevitable y la vacunación no avanza al ritmo requerido, pero el Gobierno se quedó sin margen para aplicar medidas restrictivas.

Este domingo se cumple un año del primer decreto a través del cual el Gobierno nacional aplicó el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO) y el panorama en Casa Rosada es de preocupación porque consideran que es inevitable que llegue una segunda ola de contagios como la que están viviendo algunos países de la región.

Lo peor, es que a un año del inicio de la cuarentena, en el Ejecutivo entienden que no tienen margen para pensar en aplicar medidas restrictivas como las que se registraron en marzo y abril del 2020, por lo que todo hoy se resume en recomendaciones y pedidos, sabiendo que la confianza de la población en la gestión no es la misma. Por eso, el presidente en su cadena nacional ocupó 12 minutos para ir anticipando que la situación es complicada con la vacunación y que es un problema global, tratando de atenuar la responsabilidad de la gestión.

Es cuestión de comenzar a analizar cómo fue transcurriendo la pandemia en la Argentina para entender que la pérdida de confianza en la gestión terminó por quitarle margen para pensar en aplicar medidas restrictivas. Cuando se aplicaron el 80% de la población estaba de acuerdo con ellas y mucha gente se ilusionó con una nueva Argentina, unida y seria frente a una emergencia como nunca antes vivió.

Salud, economía y comparaciones

En un principio el presidente se comparaba con otros países de la región y se enorgullecía del "modelo argentino" para enfrentar la emergencia sanitaria, diciendo que en el mundo lo destacaban. Ese modelo rápidamente desapareció, a medida que los números fueron mostrando que la realidad era otra. 

Alberto Fernández no se cansó de utilizarlo, pero finalmente abandonó y enterró el discurso de la salud por sobre la economía que instaló durante el 2020 y que se sostuvo sólo algunos meses, hasta que el Estado se quedó sin espalda y tuvo que comenzar a flexibilizar. Incluso, cuando se pasó desde el aislamiento al distanciamiento, el mismo presidente llegó a decir que en el país hace mucho rato que no había cuarentena.

Las vacunas

La gestión también es víctima de sus propias palabras En agosto comenzaron a anunciar con bombos y platillos que Argentina iba a fabricar el componente de la vacuna de AstraZeneca y eso iba a poner al país en la lista de prioridad. En noviembre ya la pusieron números al proceso, indicando que en diciembre se iba a vacunar a unos 10 millones de argentinos con la Sputnik V. En la misma ocasión el presidente habló de 750 mil dosis de la vacuna de Pfizer y se llenó de esperanzas a una población que vivió la cuarentena más larga del mundo (de más de 200 días).

Lo curioso es que sólo en la Argentina se le ponían fechas y cantidades a la vacunación, porque en el resto del continente y en el mundo los gobiernos no hacían este tipo de anuncios y tomaban con mucha cautela las negociaciones (los que realmente las estaban haciendo). 

Finalmente, no hay 10 millones de personas vacunadas y las dosis totales a fines de marzo no llegan a los cinco millones. No se logró un acuerdo con Pfizer y las vacunas de AstraZeneca no van a llegar antes de abril.

Sin mencionar el manejo de la emergencia sanitaria que hizo Ginés González García, y aún sin hablar del Vacunatorio VIP, sólo las promesas respecto a las dosis son golpes que la gestión no tiene forma de levantar y que terminaron por dilapidar la confianza en el manejo de la crisis sanitaria.

Lejos de eso, el mensaje del presidente en cadena nacional le dejó claro a la población que las personas al frente del Estado no pueden garantizar hoy con claridad de qué manera se va a llevar adelante el proceso de vacunación, generando aún más incertidumbre en un período en que lo que más se necesita es algo de certeza, por mínima que esta sea.

Hoy, a un año del inicio de la cuarentena, pensar en un confinamiento total es casi imposible. La población no va a acompañar ese tipo de medidas por la simple razón que no tiene la certeza de que el Estado pueda asistirlos en materia económica y sanitaria. Las constantes promesas que no se cumplieron y la imposibilidad hoy de asegurar un ritmo de vacunación, no permiten pedirle a la ciudadanía que deje de lado sus actividades en pos de evitar los contagios. La gran mayoría prefiere el riesgo a tener que pasar nuevamente por un período de confinamiento con poca o nula asistencia y con serias dificultades económicas.

La duda que persiste es la forma en que el Gobierno piensa evitar que la segunda ola de covid-19 sea igual o peor que la primera que se vivió el año pasado. Hoy las herramientas son escasas y la confianza se perdió, por lo que la única forma que parece viable para enfrentar una segunda ola es agilizar de manera urgente el ritmo vacunación. ¿Será posible?

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