Jóvenes, redes y democracia: entre algoritmos y la búsqueda de sentido

"Si no pagás por el producto, entonces vos sos el producto." Frase popular en Silicon Valley, citada en El dilema de las redes sociales. Escribe Rubén Zavi.

Rubén Zavi
Politólogo y especialista en Comunicación Política

La politización no desapareció, pero cambió de forma, de espacio y de lenguaje. Se volvió emocional, episódica, transmedia. Y sobre todo, se volvió algorítmica: lo que no aparece en el feed (Publicaciones que enganchan) , no existe; lo que no genera reacción, no cuenta. En ese marco, pensar la democracia sin entender la experiencia digital de los jóvenes es, lisa y llanamente, mirar para otro lado.

El presente informe -basado en la encuesta nacional "Juventudes y redes sociales" (Reyes Filadoro & Enter Comunicación, 2025)- busca iluminar esa nueva realidad. Y lo hace desde una pregunta de fondo: ¿qué significa ser ciudadano en un mundo donde los vínculos políticos, emocionales y sociales están mediados por plataformas que priorizan la atención por sobre la verdad?

Las redes que más usamos (y cómo nos atraviesan)

Instagram es la reina del scroll, con un 68% de uso entre los encuestados. Le sigue Facebook, aún fuerte entre los más grandes del rango, con un 59%, y YouTube, ese refugio audiovisual, con 47%. TikTok pisa fuerte, sobre todo entre las mujeres (53%) y los más jóvenes. Y X, la ex Twitter, aunque algo más nicho, tiene un peso importante en los varones entre 18 y 24.

Jóvenes, redes y democracia: entre algoritmos y la búsqueda de sentido

Pero no es sólo qué usamos, sino cuánto y para qué. En promedio, pasamos casi 18 minutos diarios en TikTok, 14 en Facebook, 13 y medio en YouTube... y así. No es casual: el 67% dice que entra para entretenerse, el 60% para informarse, y un 28% lo hace para conocer gente. La red no duerme, y los jóvenes tampoco. 

Jóvenes, redes y democracia: entre algoritmos y la búsqueda de sentido

"Es adictiva. Me encanta, pero me consume. Miro el reloj y pasaron dos horas... y no hice nada."

Jóvenes, redes y democracia: entre algoritmos y la búsqueda de sentido

La salud mental en crisis (y nadie lo dice fuerte)

Ahí es donde el informe toca un nervio más profundo. Porque detrás de las selfies, los reels y los filtros, hay ansiedad, agotamiento y frustración.

  • - El 31% dice sentir ansiedad por el uso de redes.
  • - Un 20% habla de agotamiento mental o insomnio.
  • - Y un 16% reconoce que su autoestima baja cuando se compara con los demás.

Es fuerte. Más todavía cuando uno lee que el 55% intentó dejar una red social, pero no pudo. Es como dejar una relación que sabés que te hace mal... pero también te da compañía.

En Google, los jóvenes buscan respuestas:

  • - Hay 1900 búsquedas mensuales para "dar de baja Instagram"
  • - Y otras 390.000 para "dejar el celular" o "adicción a las redes"

Los números hablan, pero los silencios duelen más. Y es que hay algo más grave todavía:

  • - El 19% de las jóvenes mujeres sufrió acoso sexual en redes.
  • - El 17%, bullying.
  • - Y el 12%, cancelación o exposición pública sin su consentimiento.

Y sin embargo, seguimos ahí. Día tras día.

La libertad (y el miedo) de opinar

Cuando se les preguntó si creen que hay libertad de expresión en las redes, las respuestas también se polarizaron.

  • - El 63% de quienes votaron a Milei en 2023 creen que sí.
  • - Pero el 53% de quienes apoyaron a Unión por la Patria sienten que hay censura.

Y en los grupos focales, muchos decían cosas como: "Meterse a hablar de política en redes es buscarte un problema."

No es paranoia: más de 2.000 búsquedas mensuales en Google tienen que ver con la autocensura. Y más de 800 buscan entender qué es "cancelar" a alguien.

Es decir, hay miedo real a opinar. A que te borren, te humillen, o te expongan. A que tu voz se vuelva un blanco.

¿Y el Estado? Bien, gracias...

El 64% de los jóvenes dice que le preocupa su privacidad en redes. Y más de la mitad cree que el Estado debería intervenir para regular a las empresas tecnológicas. Pero cuando se les pregunta si creen que ese mismo Estado tiene poder suficiente para hacerlo... ahí todo se desinfla.

La sensación general es que el algoritmo manda más que cualquier gobierno. Que Google, Meta o TikTok tienen más influencia sobre nuestras ideas, emociones y consumos que los propios partidos políticos.

"No importa a quién vote, nada va a cambiar", decía un chico en uno de los grupos focales.

Y dolía escucharlo. Porque no era apatía. Era resignación.

El aporte de Elizalde: comunicación como estructura

Ahí es donde viene bien volver a lo conceptual. Luciano Elizalde, en su capítulo "La comunicación como mecanismo social" (2014), plantea algo crucial: comunicar no es solo decir cosas. Es organizar el mundo. Y eso es lo que hacen las redes hoy.

Las redes cumplen funciones expresivas (decir quién soy), ostensivas (mostrarme a los demás) y representativas (construir sentido compartido). No son solo plataformas, son estructuras que dan forma a cómo pensamos, sentimos y actuamos. Y lo hacen sin que lo notemos.

Entonces, cuando un joven comparte una historia, comenta una noticia o deja de seguir a alguien por diferencias políticas, no está sólo reaccionando: está produciendo identidad, territorio simbólico, pertenencia. Todo eso sin necesidad de militar, ni votar, ni afiliarse.

¿Y ahora qué?

Estamos frente a una generación hiperconectada, emocionalmente agotada y políticamente fragmentada. Que se informa en Instagram, se angustia en TikTok y se calla en Twitter por miedo. Que duda de todo, pero no deja el celular.

Y la verdad es que no podemos darnos el lujo de no mirar esto en serio. Porque si no entendemos cómo se relacionan los jóvenes con la información, con el poder y con sus emociones, no estamos simplemente perdiendo votos... estamos dejando a la democracia sin uno de sus pilares más importantes: la conversación.

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