Caso Boric: nuevos dirigentes como la solución a los problemas que crea la vieja política
Hay que darle un voto de confianza a un dirigente que no optó por la comodidad de los partidos tradicionales y fue creando alternativas. Ahora es su oportunidad de demostrar que las alternativas también pueden gobernar y ofrecer soluciones reales.
Durante la cena de Navidad me preguntaron si estaba contento con el resultado de la elección en Chile, mi país natal. Como era un tema que había reflexionado y pensado en la semana, no tuve duda en responder que me parecía bueno la llegada de nuevos rostros y, además, rostros jóvenes a la política. A eso, añadí que la figura específica de Gabriel Boric no me desagrada, porque aunque no comparto el total de lo que plantea su frente político, el tipo no me parece queun necio y lo veo abierto a los consensos.
Lo mismo, por ejemplo, pensó el ministro secretario general del Gobierno de Chile, Jaime Bellolio, militante de la derecha más conservadora, quien al ser consultado por lo que sintió cuando recibió al presidente electo en La Moneda, dijo (ya con todo definido y fuera de campaña): "Fue una señal también especial entrar con él ahí. No era nuestro candidato, pero da cierto gusto de tener a una persona joven que vaya con ese ímpetu, con esa fuerza y espero que haga un buen gobierno, que mire hacia el centro, tal y como lo hizo en esta segunda vuelta".
Me quedé dándole vueltas al tema después de la pregunta navideña y la verdad es que, si después del estallido social que afectó a Chile y que primero decantó en la redacción de una nueva constitución (proceso que está en curso), no se hubiera dado una renovación en la conducción política del país, quizás todo lo sucedido podría haber sido en vano.
Es que más allá de lo que puedas pensar sobre la forma en que se desarrollo el estallido, fue una señal de las necesidades de cambios que necesita el -considerado por muchos- mejor modelo económico del vecindario.
Cuando los países cumplen ciclos, es necesaria una renovación para poder implementar cambios y dar solución a los problema estructurales que se van presentando cuando avanzan los distintos modelos. Esos problemas que se instalan en las bases y que, de no resolverlos, se convierten en una bomba de tiempo.
Por eso, la presencia de un dirigente nuevo y joven, puede resultar positiva si tenemos una oposición no le pone palos en la rueda, pero -principalmente- también si sus propios aliados no quieren cobrar más protagonismo que el presidente electo y apuntan a ir por encima de la investidura.
Uno de los problemas que tiene la Argentina para resolver los problemas estructurales es la falta de renovación, porque hace décadas están los mismos sectores en el poder (cualquiera de los 3) y permanentemente lo único que se logra es mantener el circulo vicioso de ver (dicho vulgarmente) "quién la tiene más grande". Incluso, el problema es peor, porque Argentina tuvo su estallido y en el poder siguieron los mismos sectores, que parecen estar empernados en sus lugares.
Si bien es clave la renovación, en el caso de Chile también es clave respetar la institucionalidad y mantener tradiciones republicanas, las que van mucho más allá de un mero saludo presidencial o un encuentro entre ganador y perdedor.
Es que, por más que sea una renovación, son las instituciones las que logran que un país avance pisando firme y seguro. La república es más importante que los nombres y las tradiciones que se vieron en la última semana en el vecino país no sólo apuntan a una relación constructiva entre presidente saliente y entrante. Significan un mensaje para el mundo y, especialmente, para mostrar a Chile como un país que tienen previsibilidad y certidumbre.
Y para terminar, otro punto positivo que tiene la victoria de Boric, es el mensaje que le queda a las nuevas generaciones. Desde el inicio del siglo los nuevos dirigentes comenzaron a reclamar cambios y lejos de sólo criticar los modelos, abrieron sus espacios para lograr reformas. Así lo hizo el presidente electo, el cual lejos de alojarse en la comodidad de los partidos tradicionales, fue construyendo espacios y así fue mostrando que hay alternativas. Ahora la tarea que tiene el joven magallánico de 35 años, es demostrar que estas alternativas pueden ofrecer gobernabilidad y un modelo más justo, lo que puede terminar de ser el tiro de gracia para jubilar a la generación que gobernó Chile durante 30 años.
La pregunta que me queda es si hoy en la Argentina hay dirigentes con el compromiso de abrir nuevos espacios que sean alternativas reales, lejos de la comodidad y los cargos que encuentran en los partidos tradicionales que no resolvieron nada en muchísimas décadas.