No más lobos (con piel de cordero)

La concejala de Luján Cecilia Páez opina en esta columna de su autoría, sobre la configuración de candidaturas alrededor de personajes que jamás gobernaron.

Cecilia Páez

Lo que voy a decir seguramente es algo sabido, contextualizado en hechos históricos, arraigados en fuertes hechos culturales que sirvieron para construir nuestra Nación.

Esta afirmación era lo que imaginábamos desde el interior del país, cuando leíamos los manuales de enseñanza primaria; Buenos Aires pujante, desarrollada, industrial, generadora de ingresos a través del puerto, gran motor de la economía. El auge del modelo agroexportador de un país pensado desde el puerto y hacia el interior. Motes como granero del mundo, carne vacuna for export, país culturalmente exquisito con muy buena crítica de nivel internacional, y como estos, otros tantos sucesos que marcaron la etapa dorada de la Argentina.

Hasta que personajes que, disfrazados de justicia social, hicieron de las suyas y le hicieron creer a los que menos tenían que la culpa era de quienes invertían en el país. Y comenzó una absurda lucha de clases, en la cual la política tuvo un protagonismo preponderante, y que nos llevó a estar varias veces al borde de enfrentamientos civiles armados. Cabe mencionar que, si bien, hubo de estos grupos armados, nunca alcanzaron el número suficiente de adeptos, fueron una minoría con mucha violencia.

Pero el país y sobre todo Buenos Aires aguantaron los cimbronazos, (y van...).

En la actualidad esto se modificó, ya no somos un país creciente, ya no generamos riquezas, más bien vivimos al día. Los empleos nuevos escasean, los granos son insuficientes, no se fomentaron modelos de desarrollo sustentables, fuimos incapaces de producir los cambios necesarios para encontrar en otros ejes de producción, la salida a tanta malaria. A la sequía climática se le sumó la sequía de ideas para la transformación y el crecimiento.

La política fue hasta ahora un problema y no una herramienta para el cambio.

El populismo destrozó cualquier posibilidad de crecimiento. Este modelo de Estado omnipresente desalentó la inversión, generó mucha más pobreza, quizás porque el modelo requiere de los más necesitados para mantenerse en el poder.

Pero lo peor es la pobreza intelectual, cultural. La escasez de espíritu crítico que lleva a pensar, por ejemplo que un cantante de barrio puede gobernar la provincia más importante del país en términos de población, de movimiento mercantil, y por su cercanía al puerto, con una mirada al mundo para la salida de manufactura, de la producción regional del resto del país.

Sin ser peyorativos de la actividad profesional que ejerce El Dipy, es lógico pensar que una persona que nunca ejerció un cargo público y que, peor aún, no tiene nociones de administrar la cosa pública, más que hablar mal de los políticos y despotricar contra la mal llamada casta sentado como panelista en programas de chimento en la TV, otro mérito no reúne.

Tan bajo y ruin puede ser, que hasta corremos el riesgo que se produzca el mismo fenómeno a nivel nacional está vez disfrazados de defensores de la libertad, nos hagan creer que de un día para otro nuestro país será del primer mundo. (Frase muchas veces utilizada por Carlos Saul).

Los argentinos debemos recuperar la memoria y la contracción al trabajo, desalentar el clientelismo político y generar verdaderas políticas públicas que sean directrices para el pleno empleo, viviendas dignas, seguridad, la recuperación de espacios públicos y darle a la cultura y la educación el lugar de preponderancia que nunca debió perder.

Que la historia la escriban quienes verdaderamente están preparados para llevar adelante el desafío de poner al país en un lugar relevante. Aquellos quienes tienen una mirada federal, potenciando a gobiernos que han hecho bien las cosas, tal el caso de Mendoza.

Debemos ser capaces de no dejarnos engañar por charlatanes, y pararnos firmes demostrando madurez cívica sabedores de que se necesita mucho más que palabras sin sentido.

Aquel vergel productivo que alguna vez fue Buenos Aires, quizás deba hacer un mayor esfuerzo para salir de tanta miseria intelectual y volver a ser sinónimo de progreso, pero el resto del país está dando muestras de cual es el único camino para la recuperación.

Sería muy bueno poder darle la razón a Kapelusz, Santillana, o Estrada y a otros tantos libros que nos hablaban de un ideal de país.

Que así sea.

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