Catástrofe mundial: oportunidad para cambiar el tablero

Germán Gómez Girini escribe para Memo una reflexión desde el frente de batalla contra el coronavirus covid-19. "La globalización nos ha jugado en desventaja, pero lamentablemente no es algo de lo cual el ser humano hoy pueda prescindir".

Germán Gómez Girini

No hace falta mencionar cuál es el tema que ha sacudido los cimientos tanto de países poderosos como los de los no tan desarrollados, de empresas internacionales, nacionales y locales, de familias completas confinadas, en las que los escalafones sociales no sirven de mucho y por último, de seres humanos acompañados sólo por incertidumbre y soledad.

Según la mayoría de fuentes, este virus se identificó por primera vez el 1 de diciembre de 2019, en la ciudad de Wuhan, capital de la provincia de Hubei, en la China central, cuando se reportó a un grupo de personas con neumonía de causa desconocida, vinculada principalmente a trabajadores del mercado mayorista de mariscos del sur de China de Wuhan.

Lanzados los dados sobre un contexto mundial, donde la globalización permite trasladarte prácticamente desde cualquier parte del mundo a otra en cuestión de horas, finalizando el mes de marzo de 2020, dicha apuesta se está llevando un pozo con más de 400.000 personas infectadas y más de 20.000 personas fallecidas a causas del mismo.

En este punto, la globalización nos ha jugado en desventaja, pero lamentablemente no es algo de lo cual el ser humano hoy pueda prescindir, convirtiéndose en algo inexorable. Y siendo así, ¿se encuentran establecidas las pautas de juego bajo las cuales cada participante debería actuar? Me refiero a las destinadas a preservar un equilibrio y que asegure una continuidad del juego dentro del cual todos nos encontramos. Siguiendo la misma línea, ¿qué reprimenda correspondería a aquellos que cometan una infracción? Quizás un llamado de atención, tal vez una tarjeta roja o amarilla, una suspensión o una amonestación monetaria.

Invocando una ley fundamental natural, "Toda acción tiene su consecuencia", ¿no deberíamos garantizar que el autor de una acción que da origen a ciertas consecuencias, vele por la preservación del bien e interés común? Podríamos pensar figurativamente en lo que ocurre cuando un participante arruina un juego de mesa, luego de tirar al suelo el tablero de fichas, ya sea por incompetencia, ignorancia o bien, por mala fortuna: primero podríamos visualizar un daño, un impacto en el resto de jugadores por el esfuerzo realizado hasta el momento; segundo, podríamos establecer la necesidad de rearmar el tablero, con todo lo que eso conlleva; y tercero, definir y establecer qué se hará en caso de que esto vuelva a ocurrir.

Dejando la analogía a un lado, tomemos los dos primeros puntos y volquémoslos a la vida real: ¿Hasta qué punto este impacto debe sufrirlo una persona mayor, muriendo asfixiado?, ¿cuál es el límite que una familia tiene que soportar?, ¿cuánto esfuerzo económico, mental y emocional le costará a todos a los que trabajan?, ¿es justo para las empresas tener que quebrar o sacrificar años de esfuerzo acumulado?, ¿qué hay de aquellas naciones cuyos fondos se encuentran comprometidos, de otras, el fondo de años venideros, inclusive?

Un poco añorando, pensando en una realidad ideal, y otro poco reflexionando con tintes de un espíritu progresista, me pregunto si esto era evitable. Hoy puntualmente, me pregunto si puede este accidente bromatológico, biológico, sanitario o como se lo clasifique, ser atribuible a un individuo, acción o conjuntos de acciones.

A lo largo de la historia el ser humano ha realizado pactos y tratados frente a una multiplicidad de acontecimientos, los cuales fueron evolucionando tanto en sus formas como en sus medios, en escalas y complejidad. ¿Qué punto en común tienen el Tratado de Versalles, la Convención Europea de Derechos Humanos o la Convención de Armas Químicas entre sí? Una acción por parte de un sujeto, luego una consecuencia volcada al mundo, un impacto determinado, una penalización y por último, reglas a futuro.

Sin duda, todos estos interrogantes y muchos otros plantearán y exigirán una nueva plataforma, la cual tenga necesariamente que ser construida por la humanidad, a fines de que sigamos dando nuestros pasos como especie. No sería la primera vez. Al momento, nos encontramos aún en una etapa de maduración del conflicto, donde muchas caídas de tablero nos esperan.

Estamos frente a una catástrofe mundial, donde el vuelo de una mariposa ha provocado un tornado al otro lado del mundo; no es algo novedoso. Lo que sí lo es, es que se presenta una nueva oportunidad para los dirigentes mundiales; una oportunidad de realmente intentar compensar daños, sin esta vez mirar hacia otro lado, sin esta vez permitir que haya beneficiados extraordinarios luego de toda esta miseria. Una oportunidad para realmente actuar de una forma ética y humana, que sin duda, debería representar la base necesaria para dar el próximo paso hacia un futuro más brillante.

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