El amor no tiene edad, las personas sí

Estos días, a colación de la paternidad de Cormillot, los medios de comunicación siguen exaltando una masculinidad privilegiada. ¿Qué hay para analizar en ello?

Emiliana Lilloy

Basta recordar a la Araceli González de los Golden Rocket para entender el impacto que las personas famosas o mediáticas tienen en nuestras mentes y nuestros comportamientos sociales. Miles de mujeres recortaron su cabello de una manera que antes hubiéramos interpretado "como de varones", y por el sólo hecho de que ella lo usara, tenerlo corto se convirtió en un símbolo de sensualidad y belleza. Es que las personas mediáticas son pura potencialidad de acción y quizás por eso, es que nos atrevemos a opinar descarada y abiertamente sobre sus vidas.

Esta semana se habló en todos los medios de que el famoso médico Alberto Cormillot iba a ser padre a sus 82 años. Esto desató opiniones de todo tipo, desde notas que resaltaban la paternidad como símbolo de virilidad y hombría, gente que lo felicitaba abiertamente refiriendo a que él en realidad no tenía 82 años sino 30 en su espíritu, y muchas otras que criticaban al menos esta exaltación de la paternidad de un señor mayor, que justamente no iba a poder ejercerla.

Es un hecho que muchos varones, sobre todo después del primer divorcio, buscan a una compañera más joven. Y como las ideologías sirven para justificar los hechos, existen en nuestra cultura, desde muy pequeños/as, dichos y mitos que una escucha para ir haciéndose a la idea. Podemos citar algunas:

- Que las mujeres son más maduras, por eso deben estar con alguien más grande.

Y si bien no sabemos si, por la educación que nos brindan a varones y mujeres diferenciadamente o por la repetición de esta idea, quizás podemos coincidir en esto. Pero lo que no se entiende bien, es por qué esa misma madurez y tantas otras virtudes nobles que atribuyen estas frases populares a las mujeres, no son valoradas a la hora de determinar quién va a gobernar nuestras sociedades.

- La edad de la pareja es la edad de la mujer.

Teniendo claro que nuestras sociedades exaltan el valor de ser joven, esta frase no sólo nos condena a estar con varones mayores que nosotras, sino que también nos deprecia al llegar a la madurez. Y en caso de que esto fuera verdad, que estar con alguien más joven rejuvenece, ¿por qué no habría de pasarnos también a las mujeres?

- Que el amor no tiene edad.

Y si el amor no tiene edad, ¿por qué los varones no tienden a enamorarse de mujeres maduras como estadísticamente se observa la situación inversa? ¿Por qué en general los jubilados con la mínima no están teniendo hijos/as con mujeres de 30 años a sus 82?

- Las mujeres ya están cansadas de varones inmaduros, por eso buscan a alguien más grande que las entienda.

Está claro que esta última idea conviene a todos, ya que mientras las mujeres de la misma edad se cansan de sus pares por inmaduros, las más jóvenes estarán esperándolos con brazos abiertos, ya cansadas de sus pares. Por otro lado, no se entiende bien esta creencia de que las mujeres necesitamos sólo ser entendidas, privilegiando esto a la frescura, la vitalidad, y otras virtudes vinculadas a la juventud.

Ya más allá de los mitos y leyendas, no falta quienes al ser consultados sobre sus predilecciones hacia mujeres 15 o 20 años más jóvenes que ellos responden abiertamente "que las mujeres de su edad son aburridas o complicadas, que ya están viejas"

Ante este tipo de respuestas una se pregunta si ellos mismos no son conscientes de su propia edad y existencia, y concretamente de su madurez, con todo lo que ello implica o si es que ven en la mujer sólo a un ser inocente, frugal y distraído (características tanto de varones y mujeres en la adolescencia o pubertad) y que la madurez de la mujer en sí, no les resulta una característica atractiva.

Más allá de las ironías y guiños con los que podemos jugar, a esta altura a nadie se le vuelan estos pájaros y somos bastante conscientes de por qué suceden las cosas. Y si bien está claro que la discusión no es fácil y que habrán tantas opiniones como perspectivas desde las que se mire, es importante llamar a las cosas por su nombre.

Porque nadie duda de la libertad de las personas y de su capacidad de amar más allá de la edad y otros condicionantes. Lo que no podemos negar, es una estructura mayor que condiciona nuestros actos y elecciones, y que con estos discursos e ideologías privilegia, como en tantos otros aspectos, a un género sobre el otro, ofreciéndole mayores posibilidades. Es este mismo sistema el que acorta las posibilidades del amor, el sexo y la intimidad de las mujeres en la medida que vamos creciendo y haciéndonos mayores, que sabemos, incluso funciona a la inversa para los varones si responden a la masculinidad hegemónica.

Estos días, a colación de la paternidad de Cormillot, los medios de comunicación siguen exaltando una masculinidad privilegiada. Y si bien desde la perspectiva de lo individual, nadie puede obligar a un varón a no ejercer este tipo de privilegios, corresponde al menos llamarlo por su nombre, y no exaltarlo como un valor masculino, símbolo de virilidad y conquista como han hecho muchos medios nacionales.

Otro comentario o reflexiones corresponden al planteo que propone el hecho de ser padre o quizás mejor dicho procrear a los 82 años. Ya en un tono mucho menos lúdico, nos toca reflexionar qué significa ser padre, qué responsabilidad material y afectiva implica y cómo asumirá cada varón ese vínculo.

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