El dólar sin techo, y nadie le pone el cascabel al gato
¿"La Argentina debería deshacerse del peso y ponerlo en un museo"? Tal afirmación fue una de las que corrieron durante una semana en la que la moneda argentina no dejó de caer. El análisis en perspectiva de Marcelo Cantón.
Mauricio Macri asumió la presidencia con un dólar paralelo de $15. Cuando llegaron las PASO de 2019, ya estaba en $45. Después de que Alberto-Cristina ganaran esa elección, la cotización cruzó los $60. Se mantuvo a esos valores hasta que asumió el actual Presidente. Desde entonces, en exactamente 10 meses, subió más de 100 pesos. Son números que miden la incertidumbre y la falta de confianza en la Argentina. Y aún no se ve un techo.
"El dólar a 60 pesos está bien, es un valor razonable", dijo Alberto Fernández poco después de ganar aquellas PASO que sellaron el destino político del país. En ese momento los analistas creían que el ahora Presidente clausuraba así la presión devaluatoria, que dejaba todo el costo político de haber licuado al peso a su antecesor. Pero no fue así.
La suba del dólar es hoy consecuencia de la falta de confianza de los argentinos en la gestión política. Y, curiosamente, también es la causa de esa falta de confianza. Un perro que se muerde la cola, un proceso del que parece no poder salirse.
Causa y efecto a la vez, como resumió esta semana el ministro Martín Guzmán. Dijo que hay un "problema que es lo que está llevando a que los dólares alternativos sean altos, y es el control de capitales que hoy está por una razón de que si se abrieran sería peor para la economía y habría más inflación". Los controles para evitar que suban el dólar hacen subir el dólar, ¿sería así? Agregó enseguida otro dato al hablar sobre el alza del impuesto para el dólar ahorro: "La alternativa de no hacer nada terminaba en una situación de un salto cambiario". Un impuesto al dólar que hace subir el dólar, para que no suba el dólar. No es fácil de seguir, es cierto.
Es que la política oficial sobre el dólar no está dando resultados. Desde que el 15 de setiembre el presidente del Banco Central Miguel Pesce anunció más restricciones a la venta de la moneda estadounidense, la cotización de ésta subió 27 pesos. Aumentó un 20% adicional.
El dólar, así, parece no tener techo. Pero es que ese techo sólo lo pondría la confianza, y ese es precisamente el valor escaso. Porque no es que falten dólares, sobran pesos, después de una emisión que se mide de a billones.
Veamos el análisis del Institute of International Finance (IIF), que vendría a ser la asociación mundial de bancos. Esta semana señalaron: "El déficit fiscal de la Argentina será del 10% del PBI este año, financiado casi exclusivamente por el Banco Central. La monetización del déficit, junto con una clavija de arrastre, condujo a una brecha cambiaria con el tipo de cambio paralelo mucho más ancha".
O sea: déficit fiscal, impresión de dinero para solventarlo, suba del dólar por esa emisión.
Los financistas coincidieron con Guzmán, y dijeron que el "reciente endurecimiento de los controles de capital para proteger las reservas menguantes elevó aún más la prima de riesgo cambiaria".
¿Qué ven para adelante? "No esperamos que las perspectivas mejoren hasta que las autoridades logren acordar una estrategia con el FMI que incluya a nivel interno políticas fiscales y monetarias coherentes". O sea, que sea el Fondo el que venga a ponerle el cascabel al gato, frene el gasto, y por tanto la emisión para financiarlo, generando un techo a la presión cambiaria.
No parece ser el rol que espera tener el propio Fondo Monetario, que no quiere aparecer como el malo en la película. Esta semana, justo cuando comenzaba la misión del FMI al país, la directora del organismo, Kristalina Georgieva, dijo: "No venimos con la idea de recortar aún más el gasto, en estas circunstancias".
Guzmán no se dejó correr por izquierda, y redobló la apuesta poco después: "¿Por qué tiene que bajar el gasto público? No es a lo que apuntamos, pero queremos las cuentas fiscales en orden, eso seguro".
Hasta días atrás, el plan oficial parecía ser construir una base de credibilidad con la renegociación de la deuda y luego presentar un Presupuesto 2021 con cifras más equilibradas para afianzar la confianza. Todo eso pareció evaporarse con el paso de los días. "Sarasa", diría Guzmán.
Con esos juegos dialécticos, si nadie le pone el cascabel al gato, es lógico que el dólar no tenga techo.
Volvamos a octubre de 2015. Poco antes de aquellas elecciones, quien luego sería ministro de Economía de Macri, Alfonso Prat-Gay decía: "El 80% de los precios ya incorporan un dólar cercano al contado con liqui, no el oficial". O sea que los precios estaban ya puestos a $15 y no a $9,50. La realidad demostró cuán equivocado estaba.
Guzmán parece ahora adherir a una teoría similar. Esta semana señaló que "una brecha cambiaria amplia no es buena para la economía, pero esos mercados cambiarios como el contado con liquidación no son significativos para la macroeconomía y no reflejan la realidad argentina". Habló con el corazón y le respondieron con el bolsillo. En la semana, el blue subió otros $17, sumando un 10% de devaluación adicional.
¿Se hablará en este contexto de un ajuste del gasto, de una nueva ley previsional, de recortes en el IFE y otros planes sociales, como reclama la ortodoxia? ¿Se discutirá una suba de tarifas para acotar los subsidios, que sólo en energía ya insumieron a agosto $ 250.000 millones, 100 mil millones más que el año pasado? ¿Se piensa achicar el déficit con nuevos impuestos, cuando la presión fiscal del 2021 con el actual esquema ya sería equivalente al 24,8% del PBI, según IARAF? ¿Habrá alguna señal de cuál es el camino en que piensa el Gobierno?
¿Alguien le pondrá el cascabel al gato? Sin alguna señal, el dólar seguirá sin techo. Y esto tiene una consecuencia, los precios en alza. Así, pese a la recesión, en setiembre, los economistas encuestados por el Banco Central esperan una inflación de 2,9%, por arriba del 2,7% de agosto y 1,9% de julio.
El exsecretario de finanzas Daniel Marx lo planteó claro esta semana: "Si no hay un programa de estabilización, esto termina en una corrección cambiaria, saltos de inflación importantes y más que nada en una economía que se resquebraja".
Otro economista, este estadounidense, tuvo una frase memorable, también esta semana. Conviene tomársela con humor. Steve Hanke, quien asesoró la dolarización de Ecuador, le dijo a la BBC que la Argentina "debería deshacerse de su peso y ponerlo en un museo".