La función de las reservas
El exlegislador justicialista Javier Cofano analiza en esta nota cuál es la función de las reservas del Banco Central.
Supongamos que un país importa más de lo que exporta durante varios períodos, por lo tanto, salen más dólares de los que ingresan, el dólar se encarece, el Banco Central vende reservas para moderar el precio, el precio se estabiliza en un valor más alto, ergo el país comienza a aumentar sus exportaciones. Este equilibrio dinámico a lo largo del tiempo permite que la economía funcione, que los cambios en el valor de las divisas oscilen de forma moderada y que los agentes económicos puedan adaptarse a los cambios.
Sumemos que, por la cuenta capital, no ingresan divisas porque los extranjeros no tienen interés en invertir, ni en prestarle dólares al país, pero sin embargo hay que pagar intereses de la deuda y, en algún momento, vencimientos de capital. Nuevamente el efecto es que el dólar tendera a subir, pero gracias a Dios el Banco Central tiene reservas, vende y modera el ciclo.
Supongamos que el turismo emisivo le gana por goleada al turismo receptivo, nuevamente aumenta la demanda de dólares y el Banco Central nuevamente vende reservas y modera la suba que equilibra el ingreso y egreso de turistas.
El problema es cuando el Banco central no tiene reservas.
Esto es lo que sucede en Argentina, como muchas otras veces, pretendemos imponer una solución original y contra todos los consejos.
La falta de reservas nos hace vulnerables y dependientes.
Dependemos que extranjeros decidan venir a invertir, dependemos de que organismos de crédito nos presten dólares, dependemos de que nos refinancien la deuda, dependemos de que no bajen los precios de lo que exportamos y que no tengamos una sequía.
Es ingenuo pensar que el FMI y una gran parte de los economistas de prestigio sugieran fortalecer las reservas sin razón.
Si eventualmente la compra de dólares para las reservas, dentro de la banda de flotación, genera una suba del precio, el mercado funciona bien, porque demuestra la escasez relativa de dólares para pagar importaciones, turismo y servicios de la deuda. Por supuesto ésto conlleva un posible aumento de la inflación, pero lo contrario implica un camino de incertidumbre y acumulación de problemas para el futuro.
Pero parece que el equipo económico se enamoró del dólar bajo, como otros antes se enamoraron de la convertibilidad o de las tarifas artificialmente bajas.
El motivo de este enamoramiento parece puramente electoral, el dólar como ancla refuerza la baja de la inflación.
Desde el punto de vista conceptual no existe diferencia entre contener artificialmente el precio de la energía y contener artificialmente el precio del dólar. Los fines electorales conspiran contra la lógica económica. El resultado final es el mismo.
Es probable que en el futuro las ventas de energía, la minería y el campo permitan un superávit importante de las cuentas externas y abundancia de dólares. La eliminación de impuestos y la flexibilización laboral también pueden beneficiar las exportaciones. Pero ése es el futuro. Mientras, hay que tender los puentes que nos permitan llegar a ese futuro.
Hay tiempo para realizar correcciones sin grandes consecuencias negativas, dejando de lado las necesidades electorales y los experimentos originales.