Cuando gobiernan los chambones

Jorge López Reynaudo trae al presente una discusión sobre los méritos que debe tener quien gobierna y, de allí, a la calidad y capacidad del gobernante que, cuando es escasa, limita el desarrollo de todo un país.

Jorge López Reynaudo

Han de coincidir que ante el desuso, muchos vocablos ya encanecidos por el tiempo yacen arrumbados en algún rincón de nuestro pródigo Diccionario. Los memoriosos recordarán sin embargo al adjetivo "chambón", referido "al que carece de destreza, habilidad y capacidad para cualquier desempeño, facultad o arte". Término coloquial al que profundizando en su sentido disvalioso, en Colombia se utiliza para designar a una persona chabacana, vulgar, ordinaria y tosca.

Aún en el menos gravoso sentido adjudicado por la Real Academia al definirlo básicamente como el "que es torpe", lo cierto es que no es precisamente la idoneidad, la capacidad o la aptitud lo que caracteriza a estos personajes destinatarios del calificativo.

Si la realidad en estos tiempos exhibe en general un universo cambiante, complejo, fracturado, con crisis sociales, económicas, políticas y sobre todo morales; en particular, la Argentina aparece empeñada en sobresalir y destacarse en ello a modo de abanderada, exponiendo a la vez una gravísima crisis de sociabilidad y una no menos grave encrucijada institucional que abarca a todas y cada una de esas facetas. Miles de ciudadanos desencantados de sus dirigentes políticos y sociales, salen a diario a las calles evidenciando un malestar, que si bien con matices distintos, encuentran como factor aglutinante la frustración que genera la ineptitud de los "chambones" llamados a conducirlos.

Con escasas excepciones, nuestro país es protagonista principal en el escenario de las "chamboneadas". Y si bien es cierto que las habas de la torpeza se cuecen en todas partes, poco ha de servirnos de consuelo esta generalidad, sobre todo a los jóvenes, quienes sienten la angustia de no saber qué hacer, la aflicción por la ausencia de rumbos y sobre todo por la escasez de hombres de mérito capaces de señalar un camino de superación a tales males. "Son ellos los que ya tuvieron suficiente", comentó Ali Soufan. En coincidencia, una reciente encuesta que el Ministerio de Educación realizó en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), arrojó que el 70% de los estudiantes encuestados quieren irse del país. Asimismo, otra investigación, esta vez de un medio local, evidenció que el 91%, de las 8.153 personas encuestadas, respondió que sienten que su situación en el último tiempo ha empeorado.

Ha de admitirse entonces que el protagonismo adquirido en las últimas décadas por estos "chambones", posee dimensiones inusitadas. No hay poder del Estado que no exhiba exponentes de este tipo. Desde las más altas y hasta las menores Magistraturas del Ejecutivo, del Legislativo y del Judicial, constituyen un verdadero muestrario de "chambones" que han sumido a la República, Provincias y Comunas en un inventario vergonzante de torpezas, que generan el socavamiento de la confianza del pueblo en sus dirigentes, los que a más de esa ineptitud ostensible, en muchos casos le agregan múltiples modelos de corrupción, clientelismo, nepotismo y demagogia.

Los medios, dan cuenta a diario de lo dicho. Un Presidente pródigo en memorables citas erróneas, mensajes ambiguos y contradictorios; Ministros que leen y escriben con dificultad; Cancilleres que ignoran los saberes básicos de la Diplomacia y hasta el inglés, hoy el idioma universal de ésta; Legisladores capaces de decir sin inmutarse y en el Recinto las barbaridades y desatinos más sorprendentes; Jueces y Fiscales Militantes, desconocedores del principalísimo rol que la Constitución les asigna como garantes de la superlegalidad constitucional y de las garantías individuales.

Más que necesario entonces el análisis de las fuentes de donde emanan estos "chambones", problema serio que no parece ser advertido por la sociedad argentina, en tanto sus consecuencias confluyen en poner a la institucionalidad, como hoy, en una seria encrucijada. Debería el pueblo argentino, más allá de sus adscripciones políticas, entender que detrás de toda crisis de sociabilidad generada por la falta de idoneidad de los "chambones", son las instituciones de la República las que se encuentran amenazadas. Resulta difícil no coincidir con Zigmund Bauman, el insigne pensador polaco, cuando afirma que: "la política tiene las manos cortadas, porque la gente ya no cree en el sistema democrático al no cumplir éste sus promesas. La crisis contemporánea de la democracia es una crisis de las instituciones democráticas".

De allí a entender que el momento exige y demanda hombres capaces y honestos, resta un paso. Las libertades, las garantías, la educación, la salud, la moral pública, demandan gestores con los méritos suficientes para un modelo de sociabilidad, que en base a capacidad e idoneidad promuevan el "bienestar general y la paz social".

Ante este escenario cabría preguntarse: ¿sí, el pueblo llano, aquellos que trabajan, estudian, crean y acatan las normas y hacen del mérito y del esfuerzo el Norte de su conducta, pueden hacer algo ahora y en un futuro próximo en pos de devolver al país las esperanzas hoy extraviadas?

Tal vez y en aras de ese objetivo convenga pensar en la importancia de otro vocablo, el mérito, hoy tan menospreciado por alguna trasnochada doctrina populista, que en nuestro caso incluye al propio Presidente, pero a la vez y afortunadamente reivindicado por la experiencia de los pueblos progresistas. El "merito" como valor en sí mismo, ha constituido el motor de las sociedades más exitosas, a la vez que un justo reconocimiento al esfuerzo, al estudio y al trabajo.

Sobre el particular, sostiene la profesora Nené Ramallo que "no se conquistaban mejores horizontes si no era con denuedo, con valor, con tesón, cada uno en su actividad: el docente, el músico, el atleta, el médico, el abogado, el investigador, el artista, el empleado, el obrero, por nombrar algunas actividades y profesiones, entendían que las horas dedicadas sin límites temporales tendrían su recompensa. Y, entonces, nos explicamos que, en muchos casos, desde orígenes muy humildes, nuestros padres fueran artífices de mejores destinos para sus hijos porque lo hicieron luchando y, paulatinamente, conquistando metas soñadas".

Valdría la pena que el inmenso número de "chambones" que pueblan la geografía dirigencial argentina abrevaran en estos conceptos. Tal vez, con algo de dedicación, podrían entender que a más del reclamo colectivo que exige idoneidad y no torpeza; el perseverar en estas actitudes meritorias contribuiría además a su personal beneficio al pulir sus muy notables imperfecciones y permitirles constituirse en parte de un sinnúmero de argentinos que desde el llano y cotidianamente se esfuerzan por crecer y superarse.

Entendemos que el respeto debido a quienes concibieron y constituyeron la Nación, obliga a la dirigencia a trascender el escándalo trivial, los enfrentamientos de coyuntura y las mezquindades generadas a partir de desmesuradas ambiciones, ya que en general la experiencia indica y nuestra historia demuestra, que con la ignorancia, el ejercicio de la violencia política, la violación de las garantías constitucionales y otras muchas "chamboneadas", la primera víctima es siempre el pueblo de la República.



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