Mientras la inflación se acelera, muchos proponen planes gradualistas

Se percibe mucho miedo en los dirigentes políticos en hablar con toda la verdad sobre la situación de la economía. La columna de análisis de Rodolfo Cavagnaro.

Rodolfo Cavagnaro

Cuando asumió Mauricio Macri, en 1995, el 90% del déficit fiscal estaba constituido por los subsidios a las tarifas de servicios públicos y combustibles. Si el entonces mandatario y sus ministros se hubieran animado a terminar rápidamente con ellos, hubieran tenido una disminución drástica del déficit fiscal que con alguna reducción adicional de gastos hubiera terminado con ese problema.

Pero eligieron el camino del gradualismo y así se fueron dando aumentos en grageas y el mantenimiento del déficit exigió nuevos financiamientos porque, además, había que pagar la deuda que venía del gobierno anterior. Se hizo así por "sensibilidad social", de la misma manera que se atrasó el tipo de cambio y se multiplicaron los planes sociales otorgados a los líderes de grupos piqueteros.

La técnica del gradualismo, sin otras medidas para disminuir el déficit, hizo que el mismo creciera y, aunque hubiera financiamiento externo, ese exceso de gasto fue generador de inflación que, en un punto, no se pudo financiar más porque Argentina había completado su capacidad de financiamiento y así hubo que recurrir al FMI.

Las experiencias vividas nos muestran que los gradualismos no solo no son eficientes sino que, demás, cada paso del mismo se transforma en un ajuste en sí mismo. Por otra parte, actuar con mucha gradualidad hace que no se puedan actualizar las variables como las actuales que se mueven a gran ritmo.

Se anuncia, con grandes conflictos internos, una actualización de tarifas de servicios de gas y luz a partir de julio, pero basados en costos anteriores al comienzo de la guerra entre Rusia y Ucrania. Con ese 45% de aumento, los subsidios que deberá pagar el Estado serán mayores a los que venía pagando. Esto se agrava con un método de segmentación que no tiene un formato claro que afectará a un sector de la población de mayores ingresos.

Pero como estos aumentos se aplicarán a todos los sectores industriales, las empresas ya comienzan a hacer previsiones porque dichos aumentos impactarán en los costos de producción en mayor o menor medida, según los incrementos que cada uno reciba. Algo similar ocurre con los combustibles, donde el atraso es muy grande y tratan de recuperarlo de a poco, pero sacrificando producción. Después tiene que salir a importar productos gastando innecesariamente divisas que son escasas.

En general, todos los ajustes que tendrán que hacer implicarán menos gastos fiscales, aumentos de precios y traslado a inflación. Y aquí caemos nueva mente a darnos cuenta que la inflación es un buen negocio para el gobierno porque le aumenta muy fuerte la recaudación, licúa las deudas en pesos y le permite financiar el déficit. Es tan buena que en el programa acordado con el FMI no hay metas comprometidas, sino una promesa de una rebaja a futuro.

En realidad, el sistema no es serio y sería mucho razonable hablar claro para que la población tenga certidumbre, aunque sea desagradable, pero nadie quiere dar malas noticias, aunque las mismas van saliendo solas cuando los trabajadores y jubilados perciben claramente de qué forma sus ingresos han sido afectados. No obstante, como ya es un tema que genera mucho mal humor, se hacen las jugadas de siempre intentando generar demonios entre los empresarios, especialmente productores de alimentos.

Mientras todos intentan quedar bien con programas graduales no hacen nada para bajar las expectativas inflacionarias, sino que las alimentan con declaraciones sin sentido o generando conflictos políticos por espacios de poder. Así, lo que consiguen es acelerar la inflación, ayudando con más emisión monetaria, como han hecho en mayo. Por eso la previsión de un piso de 5% para mayo es demasiado generosa.

El dólar al acecho

En el acuerdo con el FMI el gobierno se había comprometido a que el valor del dólar mayorista seguiría el ritmo de la inflación, para que las exportaciones no pierdan competitividad. No obstante, el BCRA decidió hacerlo a un ritmo menor para no alimentar la inflación, pero se generó un problema porque no están ingresando dólares como debieran, en este momento, mientras que la demanda de importaciones crece en forma acelerada.

La autoridad monetaria está ante una encrucijada. En el resto del mundo las monedas se han devaluado ante un dólar que se fortalece por la decisión del Reserva Federal de subir las tasas, pero también como refugio de seguridad ante la situación mundial. Incluso se han devaluado monedas importantes como el yuan chino y hasta el euro, que ya está en paridad con el dólar.

Mientras tanto, en nuestro mercado los dólares paralelos están un poco aletargados. Las empresas que han hecho reservas en dólares no pueden pedir préstanos por el elevado costo del dinero. Por tal motivo están vendiendo algo de sus tenencias para financiar procesos productivos.

Además, mientras ingresen dólares por exportaciones, existe un cierto flujo en el mercado y eso apuntala la tranquilidad de las cotizaciones. Tanto es el atraso que el dólar mayorista con los impuestos incluidos está en valores cercanos al blue y las versiones de la bolsa. Pero parecería que podría dispararse en poco tiempo ya que la presión inflacionaria hace temer mucho a los inversores.

La situación de la economía local es compleja, la economía internacional también está llena de señales de riesgo y los conflictos de la política interna son un combo peligroso que no permite iniciar un despegue virtuoso.

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