Carta de una docente sanmartiniana a los soldados de Malvinas
El emotivo rec uerdo de la escritora Marcela Muñoz Pan.
El 10 de junio "Día de la Afirmación de los Derechos Argentinos sobre las Malvinas, Islas y Sector Antártico" en honor al decreto de creación de la Comandancia Política y Militar de las Islas Malvinas y las adyacentes al Cabo de Hornos del 10 de junio de 1829, no debemos olvidar otro Nunca Más, sumado al que hizo referencia el Dr. Lacoste en su nota en Memo. Las aguas siguen heladas en el sur, se reafirman los derechos pero no son nuestras todavía, creo que también se deben reafirmar las obligaciones de recordar, respetar y jamás olvidar.
Hace unos días compartí con una docente de la escuela José de San Martín de San Martín Mendoza, la señorita Irma Muñoz de Díaz, una maestra de ley con paso firme y dulce que enseño a tantos niños y niñas a leer y escribir, a contar y pintar, que además es mi tía de sangre y de mi corazón. Casi como una tarde de cuentos y memorias que nos contamos como si fuera la primera vez: ella sacó del baúl de sus escritos una carta enviada a los soldados argentinos que irían a una guerra sin saber que muchos no volverían, pero Irma con su siempre esperanza de vida y de lucha, les escribió la carta como para no sentir el frío patagónico tan frío y dando apoyo moral, espiritual y todo tipo de motivaciones a esos soldados, mientras en el aula la vida continuaba. Los cielos eran grises y los rumores de la guerra no eran rumores, excavando en la historia más negra de nuestro país y de nuestros corazones, a mí entender.
Les transcribo esta carta porque en vida, en vida, es una responsabilidad como escritora y columnista de este Memo que recorre identidades, volver a recordar siempre a nuestras Malvinas.
Querido soldado de mi patria:
Te imagino pisando suelo malvinense y mi emoción no tiene límites. Te presiento extendiendo tu mirada juvenil a lo ancho del suelo rescatado como diciendo: ¡Aquí está el indio, aquí está el gaucho, aquí está el hombre argentino, amo y señor de estas tierras! Y mi corazón estalla de alegría. ¡Cómo no decirte gracias por este sueño de tantas generaciones que sólo tú fuiste capaz de realizar! Cómo quisiera estrechar entre las mías, esas manos diestras que hoy se cuadran firmes ante la enseña patria que en el confín austral ondea pregonando renaceres de libertad, y ayer nomás, frágiles e inseguras pugnaban por recibir amorosamente los pliegues sacrosantos que descenderán del mástil de tu escuela.
En ello pienso diariamente al ver a mis alumnos de hoy tan tiernos y evoco a los de ayer, muchos hombres ya. Qué orgullosa me siento de saberlos en ese puesto de batalla tan grande, tan justo, demostrando que el ejemplo de nuestros antepasados héroes, fertilizó nuestro temple. Estoy segura que desde el más allá el Gral. San Martín, como máxima autoridad, los compara con sus soldados de la libertad americana, con los indómitos gauchos de Güemes y su inconmensurable grandeza se estremece de satisfacción, al comprobar que a través de los años el pueblo argentino es un pueblo de valientes, y que, si ayer Argentina inició el camino de la libertad de América, hoy inicia la destrucción del colonialismo de la Patria Grande.
Gracias queridos jóvenes, héroes de la Argentina de hoy y de mañana, en ti se amalgama la dulzura tonada cuyana y la de los ásperos riscos norteños, la seguridad porteña, la ternura litoraleña y el espíritu de los hijos de la Patagonia. Sé que extrañarás tu hogar, tus padres, tus amores, pero ten la seguridad que, si bien no recibes el beso de tu madre, ni el apretado abrazo de tu padre, millones de madres te besan cada día al despertar y te enviarán tu bendición, invocando a la protección divina en el blanquísimo reflejo lunar sobre la oscuridad del Atlántico.
Querido soldado tú eres el hombre que espera ansioso la dama y que enfatizó el poeta, tú eres el hombre cubierto de un invisible poncho celeste y blanco que obró el milagro de envolver nuestras Malvina en un abrazo nacional.
¡Adelante hijo de mi patria! Con tu coraje vamos a vencer, recibe un fuerte abrazo. Una maestra argentina. Irma Nélida Muñoz
La tarde terminaba con la tía y me quedé pensando en la paz. Cada vez que hablamos de luchas, de batallas, se nos olvida que detrás de la guerra hay corazones rotos, vidas destruidas. Y aunque la historia nos pide recordar, también nos invita a soñar con un futuro diferente, donde el diálogo y la empatía reemplacen las balas y el odio.Al finalizar este día, al mirar sus cartas, pensaba en las mismas y cómo cada palabra escrita tenía el poder de cambiar el mundo. Esas líneas que nacieron bajo la luz de nuestras aulas estaban llenas de esperanza, hoy sólo hay vacío.