El muro de la violencia
La exdecana normalizadora de Filosofía y Letras de la UNCUYO, Elia Ana Bianchi de Zizzias, ofrece su análisis y opinión sobre la muralla del predio universitario.
Vivimos en un mundo de inflexión hacia una violencia que crece en un torrente de corrupción. crímenes, vandalismo, destrucción no solo física, sino, y más grave, moral. Frente a este panorama complejo y cambiante, la incertidumbre crece, el miedo cotidiano se convierte muchas veces en una paranoia colectiva, donde ya no se comprende el sentido del valor de la vida. El poder político hunde la democracia en una concepción maquiavélica, donde todo está permitido, corrupción, deslealtades, ideales que se aniquilan en manos de las oportunidades individuales. Las redes explotan con informaciones que son, la mayoría de las veces, falsas.
La justicia sigue siendo lenta, los juicios no castigan los grandes delitos, los postergan indefinidamente, en dictámenes de jueces que eluden sus responsabilidades o están comprometidos en "justicia legítima". El caso del Dr. Nisman es un doloroso ejemplo, el tráfico de armas durante la presidencia de Menen, que falleció sin cumplir condena y luce un lugar destacado en la galería de bustos de la Casa Rosada, junto a de Isabelita. Las narraciones históricas confunden.
La memoria se confunde según la interpreten las derechas o las izquierdas. Pero la realidad es hecho incontrastable para aquellos que, como yo, han sido testigo de un gran resquebrajamiento moral sin precedentes. (Krugman, 1953).
La iglesia de los pobres, los políticos, los sindicatos, los docentes adoctrinadores de niños y jóvenes, las organizaciones sociales, los empresarios, los tecnócratas, los comunicadores, todos, absolutamente todos somos responsables en mayor o menor medida de esta sociedad anestesiada, que nos ha conducido a un estado benefactor, en el cual es mejor recibir subsidios que trabajar, donde la educación declina, mientras pretendemos educar con inteligencia artificial.
Los nuevos paradigmas educativos de los megamillonarios nos alertan sobre un futuro no inclusivo, mientras nuestros niños caen en las redes de los teléfonos, los padecimientos psiquiátricos o del hambre y la droga.
Interesa más el "masaje" mensaje de los medios de las Wanda, las Chinas, las Pampitas y los jugadores de futbol que los que pasa en los hospitales, en las escuelas, en los comedores populares, en los sitios de contención de niños, adolescentes y jubilados.
Los muros fueron levantados por la violencia.
En el caso del muro que ha comenzado a construir la universidad es un límite a la inseguridad, los robos, la destrucción, el vandalismo.
En 1.983, con el advenimiento de la democracia, se planteó nuevamente el tema de la inseguridad de la población universitaria y el Consejo Superior precedido por el Dr. Busquets, decidió alambrar el predio. Duraron poco los alambrados fueron destruidos. El gobernador Dr. Felipe Llaver, implementó un Plan de Viviendas para erradicar las Villas, entonces, se desalojaron las viviendas, a los vecinos se les otorgaron casas, y se pasó la topadora para construir un parque. Fue en vano, volvieron a construir un nuevo asentamiento muy precario.
Fui testigo y protagonista de estos hechos, como miembro del Consejo Superior, Decana normalizadora de la Facultad de Filosofía y Letras.
Dada las circunstancias descriptas, y sin entrar en la discusión de la inclusión social o discriminación, paradigmas sociales que hay que debatir con razones, no con ideologías, estoy de acuerdo con la construcción del muro encarado por la Universidad Nacional de Cuyo.