Los planes del gobierno para 2025 y los nubarrones que debe enfrentar

El gobierno propone objetivos muy ambiciosos, que requieren aprobación legislativa, mientras el frente externo le plantea varios interrogantes.

Rodolfo Cavagnaro

El gobierno terminó 2024 muy satisfecho por haber podido controlar exitosamente la inflación y, de un índice de 25% en enero, terminará con uno de 2,3% en diciembre, según estimaciones privadas. Por supuesto, hay otros logros importantes como la recuperación de la salud del Banco Central, al cual se le sacaron la mayoría de las deudas y se pudo engrosar sus niveles de divisas.

Hacia el año próximo el presidente se ha planteado el desafío de avanzar en la reforma laboral y, si puede, en una reforma previsional. Para ambas deberá recurrir al Congreso y la situación no parece muy favorable, al menos hasta las elecciones de octubre de 2025. También se ha planteado una reforma tributaria, que implica disminuir el 90% de los impuestos nacionales. Como es lógico, también deberá pasar por el Congreso.

También anunció una "motosierra profunda", como promesa de seguir acelerando un achicamiento del Estado. Por ahora, anunciaron que ya han cerrado 200 organismos cuyas funciones no era necesarias. Asimismo, Milei tiene el objetivo de negociar desde el Mercosur un acuerdo de Libre Comercio con EE. UU y si el grupo no lo apoya, lo hará solo. Para todas estas cosas, indudablemente, deberá pasar por el Congreso.

La realidad es que la perspectiva de la economía es positiva para 2025. Mientras algunas consultoras, muy conservadoras, prevén una inflación del 30 o 35%, para el gobierno el horizonte estará en 18%. Pero lo sorprendente es que, para los inversores, las perspectivas son mejores, ya que no toman bonos ajustados por CER y suscriben bonos a tasa fija que prevén retornos de 14 o 15% anual.

Los datos prevén que la baja de los índices será gradual y esperan que, si los datos de diciembre son positivos, el gobierno cumpla su promesa de bajar la tasa de devaluación del crawlin peg del 2% al 1%. En ese caso, los índices seguirán bajando y pasaremos a tenerlos comenzando con el número 1. Lo que no se puede asegurar es cuándo el gobierno decidirá levantar el cepo porque tiene varios problemas que solucionar.

En principio, debe resolver el faltante de reservas porque no tiene capacidad de intervención en caso de una crisis internacional o un ataque especulativo. Las reservas netas siguen siendo negativas por us$5000 millones, entre los cuales se suman los bonos que en su momento se les dieron a los importadores. Además, debe sumarse la demanda de las empresas que necesitan girar dividendos a sus casas matrices por otros us$5000 millones.

De todos modos, la situación financiera es muy buena, pero es siempre la primera que reacciona, ya sea en forma positiva como en negativa. Los bancos han recuperado capacidad prestable y, aunque las tasas siguen siendo demasiado altas, la cantidad de créditos que está otorgando el sistema es muy grande y es una de las herramientas que ayudan a un mejor desempeño de la economía doméstica. Además, dado que aumentaron los depósitos en dólares, también creció su capacidad prestable en esa moneda.

Nubarrones en el horizonte

El gobierno debe enfrentar algunos nubarrones, la mayoría originados en fenómenos externos, a los cuales siempre hay que prestar atención. El primero, es la fuerte valorización del dólar en el mundo, que hace que se devalúen el resto de las monedas. Si Argentina tuviera tipo de cambio flotante, probablemente hubiéramos experimentado lo mismo.

El problema es que esta valorización de la moneda norteamericana impacta en los precios de las materias que los lleva a la baja. El precio de la soja está en el nivel más bajo de los últimos 20 años. Mientras la gente del campo pide que se eliminen retenciones, el gobierno, que no puede prescindir de ellas en este momento, debe enfrentarse a una caída muy importante de recaudación por las mismas.

El segundo problema, conexo con el anterior, es el impacto de esa revaluación en las monedas de la región, y vemos que la moneda Brasil se ha devaluado casi un 20%, al igual que pasa con la moneda de Chile. La diferencia es que en ambos países están pasando por problemas fiscales serios que obliga a sus gobiernos a aumentar el endeudamiento.

Brasil ya ha gastado us$21.000 millones para tratar de frenar la caída del dólar, pero solo consiguió que fuera más suave, mientras se siguen fugando capitales. La situación fiscal es muy endeble, el déficit fiscal llegó a niveles récord y el gobierno planteó un aumento de impuestos y se ganó las quejas de la población y los sectores empresarios. En Chile, el gobierno soporta la presión de sectores de la derecha que le piden que mire a la Argentina.

La crisis económica en estos países, que se traduce en devaluaciones y problemas cambiarios, trae problemas a la Argentina donde el atraso del tipo de cambio es cada vez más evidente, pero es una situación que no se soluciona con una devaluación sino acelerando la baja del gasto público y la eliminación de impuestos.

Y la reactivación, ¿para cuándo?

Ahora vemos una discusión acerca de la reactivación. El gobierno insiste en que ya comenzó y tiene forma de V. Otros dicen que tiene forma U, es decir con una recesión más larga y hay quienes que dicen que tiene forma de L y que no hay ninguna reactivación. Lo cierto es que ha comenzado a mejorar un poco la economía, aunque este verano no veremos sus frutos por la cantidad de argentinos que decidieron veranear en el exterior.

De todos modos, y aunque los números de noviembre están mostrando signos positivos y los de diciembre también. Todos suponen que la Argentina crecerá un 4-5% en el próximo año, con lo cual recuperaría el nivel de 2023, que ya venía cayendo mucho. Pero con eso no alcanza para poder levantar la mirada hacia un futuro más promisorio y de mediano y largo plazo.

Para pensar en un futuro optimista hay que ver crecer las inversiones y las exportaciones, que son las fuentes genuinas del crecimiento. Las inversiones deben venir del extranjero, pero hay que plantear la infraestructura y hay que revisar en forma urgente la calidad educativa para tener masa crítica para operar con nuevas tecnologías.

El otro problema, que también es una traba para los inversores nacionales, es el de los impuestos y las cargas que estos significan, tanto los nacionales, como los provinciales y los municipales. Con estos impuestos, los inversores extranjeros exigirán condiciones especiales y por eso nació el RIGI, pero es solo para grandes inversiones y deja de lado inversiones menores que, en su conjunto, pueden multiplicar mucho más la creación de puestos de trabajo.

Tampoco se alienta a los inversores locales, que con la existencia de crédito bancario interno o a través de los mercados bursátiles, podría financiar inversiones, porque la prima de riesgo que les piden es muy alta por el famoso "costo argentino". La economía este año va a crecer un poco por el consumo, la energía y el petróleo, pero no se vislumbra un bienestar general porque, salvo el comercio, los sectores que crecen son de capital intensivo.

Más de Opinión