En Latinoamérica descendemos de los pobres
Pablo Gómez aprovecha la gaffe presidencial para repasar la historia: "Los habitantes de Latinoamérica descendemos de los pobres del mundo: de los pueblos originarios de nuestro continente, de África, Asia o de Europa, pero eso sí, pobres todos ellos".
Me resulta complejo comprender las palabras del Presidente, que intentan mostrarnos diferentes del resto de los latinoamericanos. Porque la verdad es que, más allá del color de piel o del tonito en la pronunciación, Latinoamérica es una tierra que desciende, salvo contadas excepciones, de los pobres del mundo. Me alegro por aquellas personas que pueden mostrar su árbol genealógico con más de tres generaciones para atrás. Aunque la gran mayoría de quienes habitamos en esta hermosa tierra, no podemos hacer esa búsqueda de ancestros porque nuestros/as abuelos/as y bisabuelos/as eran en general personas analfabetas, nativas o importadas pero analfabetas y pobres, por lo que no eran de gastar su tiempo en dejar registro de su genealogía, sino más bien de utilizarlo labrando la tierra de sol a sol para intentar sobrevivir.
Es cierto que las personas que viven en México descienden en gran parte de los pueblos nativos de ese país, que bien estudiamos en la primaria: los Aztecas al norte, y los Mayas al sur de esa región, aunque estos últimos tuvieron su apogeo algunos años antes que los nativos del norte mexicano, que aparte de Aztecas eran también llamados "Mexicas", o al menos así se denominaba a los aztecas que fundaron la actual capital mexicana. La misma grandeza de esos pueblos originarios los condenó ante el invasor que, cegado por el oro, los exterminó para apoderarse de esos metales preciosos que ni siquiera eran moneda de cambio en América: aquí eran solo objetos decorativos. Por eso es errónea hasta la imagen europeizante de que los nativos (supuestamente tontos ellos) perdían al cambiar su oro por los espejitos de colores de los españoles: desde el punto de vista americano, entregaban algo sin valor, a cambio de novedosos espejitos que no tenían; hicieron buen negocio desde su punto de vista, y solo el capitalismo que los arrasó años después cambió ese punto de vista maravilloso que poseían, de darle más valor a la estética de un espejo antes que al vil metal usado como moneda.
En plena zona tropical americana, el pueblo brasilero, bendecido por una selva hermosa y casi inacabable, debió también sufrir las miserias de la angurria europea. Sus árboles fueron desmontados, su Amazonas fue deforestado, y su población nativa fue además fuertemente "reforzada" por mano de obra esclava africana, que entregó su potencia de raza resistente en las minas de oro y en las plantaciones tropicales durante siglos. Quienes habitan Brasil no vienen de la selva, sino que lo ocurrido fue bastante más parecido a una situación inversa: luego de desmontar la forestación selvática de las costas del país, allí se asentó a los esclavos africanos, en esa tierra que había sido selva, y se usó el suelo fértil para expoliar, una vez más, las riquezas de América con la sangre africana, y así seguir pagando la fiesta en el "viejo mundo".
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Argentina, más al sur, no tuvo civilizaciones tan avanzadas como en la zona tropical del continente, aunque pareciera que los Incas sí llegaron hasta nuestro actual territorio. Pero aunque sin tanta grandeza de civilización, teníamos a decenas de etnias originarias en las distintas provincias de nuestra actual Nación, y todas fueron masacradas, en mayor o menor grado, por personajes que tienen avenidas que los honran y estatuas que bien cagadas están, en mi humilde opinión, por las palomas que sobrevuelan las distintas plazas del país. Esos personajes mataron a la gran mayoría de quienes formaban parte de los pueblos originarios, y trasladaron a pie desde la Patagonia hasta la ciudad de Buenos Aires a quienes podían usar de esclavos. Algunos años antes, se había usado a los negros "libertos" en la primera línea de batalla de los ejércitos de la revolución: se les prometió la libertad luego de la guerra, y la verdad es que bien pocos llegaron con vida a esa instancia. Sí, era negro el cabo Cabral que salvó la vida de San Martín a costa de la suya propia en la batalla de San Lorenzo, acción por la que fue ascendido a sargento luego de fallecido. También era negro el coronel Lorenzo Barcala, que ligó calle por su valentía, y tantos otros desconocidos. A los negros les debemos en buena parte nuestra libertad: no solo eran quienes vendían mazamorra caliente para las viejas sin dientes, como nos dijo la seño de primer grado.
Diezmados los negros argentinos en las guerras de independencia y asesinados quienes formaban parte de los pueblos originarios principalmente en la segunda mitad del siglo XIX, ahí sí, los genocidas con calles y estatuas se distribuyeron las tierras de esa parte del país a la que vergonzosamente denominaban "desierto" pero que en realidad acababan de despoblar, y se fueron a Europa a buscar gente para repoblar esa tierra robada.
Entre todas esas personas que bajaron de los barcos que llegaron desde Europa estaban mis bisabuelos, que vinieron de España. Pero no de esta España moderna y primermundista con cuyo Presidente intentó quedar bien nuestro Primer Mandatario. La España de fines del siglo XIX y principios del XX, que había vivido por siglos de las riquezas robadas en América, no se había industrializado: total para qué, si sus nobles vivían bien a expensas de la miseria de todo el continente americano. Pero nuestros bisabuelos, que en general no eran nobles sino campesinos analfabetos, no pudieron siquiera seguir sobreviviendo cuando la realeza pretendió reemplazar con impuestos internos al oro y la plata que ya no llegaban más desde América. Así fue como se subieron a los barcos, no solo en España sino también en Italia y en tantos otros países de Europa y del oriente medio asiático, para llegar a una Argentina de la que poco y nada sabían, salvo que quizá iban a poder comer.
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Mis bisabuelos eran analfabetos: tengo la documentación escrita que prueba eso de al menos uno de ellos. Mis abuelos aprendieron a leer y a escribir y los rudimentos matemáticos, mi padre y mi madre culminaron sus estudios secundarios y con mi hermana logramos tener educación superior, gracias a la maravillosa educación pública argentina: así ha sido no solo para mí, sino también para gran parte de las personas que habitamos este país, que descendió de los barcos y ascendió socialmente con el esfuerzo individual y también con el soporte mancomunado de un Estado presente. Y por suerte nuestra Constitución nos invita (y obliga) a recibir a habitantes del resto de América y del planeta, quienes en muchos casos vienen con la misma esperanza que trajeron nuestros antepasados, a buscar el ascenso social y educativo: no pretendan que me oponga a esas personas que quieren lo que yo conseguí.
Los habitantes de Latinoamérica descendemos de los pobres del mundo: de los pueblos originarios de nuestro continente, de África, Asia o de Europa, pero eso sí, pobres todos ellos. No me pongan en las filas de quienes chupan las medias del primer mundo a cambio de migajas, cuando deberían al menos pedirnos disculpas por todo el daño que han generado y generan en Latinoamérica, con su avaricia sin fin.