¿Por qué los políticos hablan pero no escriben?

"Hemos tenido presidentes escritores prolíficos: Perón, Alfonsín, Rivadavia, Duhalde, Fondizi, Alberto Fernández, pero los actuales candidatos a cargos públicos, en su mayoría son alfabetos a duras penas y no les pidamos más", escribe en esta nota Eduardo Da Viá.

Eduardo Da Viá

Voy a ser duro de entrada nomás: porque es más fácil mentir con el habla que con la escritura.

La escritura tiene el gran defecto de la inmanencia y hoy, de la perpetuidad, aún en el nuevo mundo cibernético; por más que borremos en algún lugar queda.

Desdecir lo dicho es una artimaña frecuente asociada falsamente a la palabra "disculpen" o a la expresión "lo lamento no quise....."

En tanto la escritura, utilice el soporte que se quiera, perdura por los siglos de los siglos y eso permite a los sucesivos lectores el análisis crítico no sólo de cada línea escrita, sino de lo que se esconde entrelíneas.

"La palabra impresa embalsama la verdad para la posteridad". (Alejo Carpentier)

Además, parafraseando a Sábato, un buen escritor expresa grandes cosas con pequeñas palabras; a la inversa del mal escritor, que dice cosas insignificantes con palabras grandiosas.

Y es justamente la grandilocuencia de su oratoria lo que caracteriza a los políticos, en voz alta y acompañado de gestos muy bien estudiados.

A medida que el discurso avanza y el orador va tomando confianza en sí mismo, los futuribles imposibles de cumplir al menos en el corto plazo, que incluye el de su propio mandato, se van transformando en presentes hasta que el mismo hablador se convence de su factibilidad.

Cuanto más largo el discurso mayor la proporción de mentiras, sean por comisión o por omisión.

No sé qué proporción de nuestros habituales habladores, o mejor dicho charlatanes, ha tenido la curiosidad intelectual cuando no la delicadeza al menos, de leer algo sobre el llamado ACTO DE HABLA, por las dudas se los recuerdo: ACTO DE HABLA

Se entiende por acto de habla la unidad básica de la comunicación lingüística, propia del ámbito de la pragmática, con la que se realiza una acción (orden, petición, aserción, promesa...).

La pragmática es una rama de la lingüística que se centra en estudiar como el contexto influye en la interpretación del significado de un mensaje.

El contexto se puede entender como la situación en la que se puede incluir cualquier aspecto extralingüístico (situación comunicativa, conocimiento compartido, relaciones interpersonales...). La pragmática tiene en cuenta todos los aspectos que no son puramente lingüísticos y que pueden condicionar el uso que le damos al lenguaje. A la hora de hacer un análisis pragmático debemos tener en cuenta:

La situación, es decir, el lugar y el momento en el que se produce la conversación.

El contexto socio-cultural de las personas.

Las personas presentes y el tipo de relación que existe entre ellas.

La información que se comparte.

El emisor y el destinatario.

El mensaje y el tono de este.

Esta forma de concebir el lenguaje parte del filósofo británico J. L. Austin, quien sostiene que al producir un acto de habla, se activan simultáneamente tres dimensiones:

Un acto locutivo (el acto físico de emitir el enunciado, como decir, pronunciar, etc.). Este acto es, en sí mismo, una actividad compleja, que comprende, a su vez, tres tipos de actos diferentes:

acto fónico: el acto de emitir ciertos sonidos;

acto fático: el acto de emitir palabras en una secuencia gramatical estructurada;

acto rético: el acto de emitir las secuencias gramaticales con un sentido determinado.

Un acto ilocutivo o intención (la realización de una función comunicativa, como afirmar, prometer, etc.)

Un acto perlocutivo o efecto (la (re)acción que provoca dicha emisión en el interlocutor, como convencer, interesar, calmar, etc.)

De este modo, al emitir un enunciado como [te prometo que lo haré] estamos, por un lado, diciendo algo (acto locutivo); prometiendo una acción (acto ilocutivo) y provocando un efecto (convencer de la promesa al interlocutor).

Tipos de actos de habla

Existen distintos tipos de actos de habla, clasificados según su función o intención. Por ejemplo, los actos de habla pueden ser:

Representativos o asertivos: el hablante acepta, niega o expresa su opinión sobre algo; también cuando realiza una descripción de objetos, personas, entornos...

Directivos: el emisor utiliza enunciados elaborados para dar consejos, para obligar o persuadir al oyente a realizar una acción.

Compromisivos: expresan certezas y evidencias, asume una obligación, compromiso o propósito.

Expresivos: muestran la emoción del hablante (felicitaciones, condolencias, alegría...)

Declarativos: cuando el hablante busca que con su acto de habla cambie una situación. Para que esta declaración tenga valor, debe tener la potestad adecuada, por ejemplo, un juez para dictar sentencia.

Si analizamos desde este punto de vista la mayoría de los discursos políticos son actos locutivos fáticos por una parte y perlocutivos por otra.

Vale decir emiten una secuencia de palabras correctamente ensambladas con el objetivo de hacer blanco en el oyente y provocarle un determinado efecto, habitualmente incentivar la confianza en él depositada en base a promesas, que al terminar como incumplidas, resultan en una lógica disminución de la credibilidad.

Lo peor es que los discursos incluyen la mentira, es decir la expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se piensa o se siente.

Abundan los ejemplos en la triste historia política argentina:

Vamos ganando (Gral. Galtieri, guerra de Malvinas)

Estamos mal pero vamos bien ( Carlos Menem)

En breve estaremos en condiciones de hacer viajes espaciales para dirigirnos al destino que deseemos. (Carlos Menem?

En un futuro muy cercano tendremos un tren bala que unirá Bs As con Rosario y Córdoba y será un "salto a la modernidad". (Cristina Fernández).

Dentro de muy poco la Argentina fabricará la propia vacuna anti Covid, en un esfuerzo conjunto del Instituto Malbrán con miembros del Conicet. (Alberto Fernández). Dicho a poco de comenzar la pandemia.

La mentira es inexcusable por cuanto es volitiva, y sabedor el que la emite de la imposibilidad de su realización.

Estas mismas expresiones escritas de puño y letra del autor, serían condenatorias; pero insertas en el fragor del discurso megalómano y optimista pasan de largo o peor aún son tomadas por verdades.

Para finalizar recordemos el aforismo de Menem; "La política es el arte de lo posible".

Ni siquiera es de él, sino de Aristóteles o Maquiavelo, que lo fundamentaron en la filosofía de la posibilidad, ni tienen sus palabras sentido alguno para los destinarios. Son un magnífico ejemplo de vacuidad oratoria.

En lo que sí concuerdo con Menem en que la política es un arte, pero de mentir, y para mentir nada mejor que la palabra hablada, por cuanto escrita corre el riesgo del análisis y el juicio del lector hecho sin el aditamento de la gestualidad que habitualmente acompaña al discurso, perfectamente ensayada e incluso sugerida por expertos para mayor impacto en el televidente.

Hemos tenido presidentes escritores prolíficos: Perón, Alfonsín, Rivadavia, Duhalde, Fondizi, Alberto Fernández, pero los actuales candidatos a cargos públicos, en su mayoría son alfabetos a duras penas y no les pidamos más.

"Una mentira no tendría sentido si la verdad no fuera percibida como peligrosa". Alfred Adler (1870-1937) Psicólogo y psiquiatra austríaco.





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