Se fue un hombre bueno, de esos que son pilares para este país

Osvaldo Mantineo, mi suegro, es el reflejo de muchos argentinos que día a día le ponen el hombro para sacar adelante el país, a pesar de todo, y a pesar de todos los que lo hacían enojar cuando veía que la política no se ocupaba de los intereses de la gente.

Perdone usted que lee esta columna, pero voy a hablar de una situación cercana y personal. Sin embargo, a pesar de ser un caso personal es el reflejo de miles, de millones de personas que son las que realmente sacan adelante a la Argentina, a pesar de todo, y a pesar de ellos.

El 3 de diciembre falleció Osvaldo Mantineo, un argentino que durante sus más de seis décadas de existencia trabajó incansablemente para ganarle a la vida y hacer crecer este país. Es que, realmente, si la Argentina no explotó hasta hoy con los malos manejos económicos y políticos es gracias a los millones de personas, como Osvaldo, que día a día se levantan a ponerle el hombro y así darle bienestar a su familia y, de la mano, aportar al desarrollo de la Nación.

Si le digo que trabajó desde muy pequeño y vivió en carne propia todos los procesos más duros que le tocaron al país, pasando por la dictadura y la crisis del 2001, por ejemplo, seguramente sabe de qué tipo de persona le hablo y conoce alguno también. A pesar de los golpes que la Argentina y su clase política le dan a los ciudadanos, él era uno de esos que nunca bajó los brazos y siempre trabajó y trabajó, porque para él -y siempre tuvo razón- la única forma de sacar adelante al país es trabajando.

En los últimos tiempos, la inflación galopante, los casos de corrupción que quedan sin castigo y los discursos políticos que van por la vereda del frente de la realidad de la gente, lo hacían enojar y decía que si hubiera sido más joven agarraba sus cosas y se iba del país. Igualmente, en el fondo, creo que no lo hubiera hecho, porque nunca le escapó a los desafíos que le presentó la vida y siempre valoró lo que esta tierra le dio.

Se enojaba viendo lo que cobraban los políticos y lo lejos que estaban de la gente. No le sacaban una sonrisa cuando escuchaba los privilegios de los jueces y todo el espectro del poder. Le molestaba el populismo y la facilidad con la que los gobernantes disponían de los recursos del Estado para ir tapando pozos y sin tener proyectos a largo plazo.

Osvaldo era un tipo bueno, al que cagaron cien veces y que nunca cagó a nadie. Todo los contrario, era generoso y siempre le dio una mano a todo el que se la pidió o al que vio que la necesitaba. Era como la Argentina, un país al que dirigentes sabotean una y otra vez, pero que siempre tiene algo para ofrecer para salir adelante, por más que sepa que van a volver a cagarla.

Su partida dejó un vacío en muchísimas personas, pero el vacío no sólo queda para aquellos que tuvieron la suerte de conocerlo, queda para el país. Con el paso de los años van partiendo todos aquellos que levantaron la Argentina con la cultura del trabajo, algo que se va perdiendo en base a los manejos políticos y el populismo que reina en el país, no sólo ahora, sino hace muchos años.

Hoy, la Argentina tiene un tipo bueno menos y también un pilar menos sosteniendo la república, una república que no deja de ser golpeada por las malas administraciones políticas. Esa república que siempre está al debe con su gente, pero a la que su gente nunca le da la espalda. Porque algo tiene que quedar claro, los pilares de la Argentina están lejos de los cargos de poder, están en cada ciudadano que día a día pone su esfuerzo en darle una vida mejor a su familia y con eso sostienen la esperanza de un país mejor.

Hasta siempre Osvaldo y gracias por todo.

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