Sangre de poeta, el vino, en el día del vino argentino

La "Columna Líquida" de la escritora Marcela Muñoz Pan, dedicada al vino bebida nacional argentina, en su día.

Marcela Muñoz Pan

Mientras mi amigo el pelado Ferrisi, como le decíamos en el pueblo me traía en su automóvil celeste escuchábamos a Carlos Gardel y supe que quería enamorarme al ir tarareando El día que me quieras mientras yira yira mi cabeza, sus ojos se cerraron para que la besara, cuesta abajo iba quedar yo al volver sin su amor por el caminito de mi laberinto. Llegamos muy pausados por una estrecha calle de huellas pródigas, largas, finitas, de verdes y magnificencias viñas. Ellas sin ocultarse me querían devorar. Los extensos rizos de parras doradas me invitaban a conocer el delicado embrujo que despierta la sangre en los poetas: el vino.

Amplias sábanas de Malbec son beneficiadas por el terroir, pese a estar en una zona desértica pero de amplitudes térmicas necesarias (mayor a 20° C) para que las uvas maduren sin la acidez de una melancolía, más bien con el azúcar de esta expresión vitivinícola que madura armoniosa cuando juntos lo bebemos, el alimento del color exacto, conjurando cordillera, sol, agua infinita del retorno. Estas sábanas violáceas son la herencia en nuestro mundo de los detalles.

Mi padre Pedro como yo y mi bisabuelo el poeta de La Carolina en San Luis, siempre se dedicó a esta actividad vitivinícola, a la cual, sin conocer los olores, sabores, colores, ya me atraía. Ese día que llegué a la estancia, entendí los testamentos de los vinos infinitos del sur, del sur del sur, que mi padre hablaba y vivía con tanta arrogancia y vitalidad y que yo repetía a menudo.

El pelado mermó la velocidad, empezamos a entrar por uno de los caminos y de pronto se abrió al cielo la casa de mi hermana Angélica. ¿Acá viviré yo? ¿Acá mi natural trotamundos descansará del ruido y el vacío? No lo podía creer. La casa es amplia, amable, sus pisos fueron designados por el gusto de Angélica, que mandó a cortar en rodajas árboles frutales que en forma de círculos iban armando una alfombra de pisos saborizados a ciruelos, almendros, duraznos y el más vivaz: el de damascos. Sólo a Angélica se le pudo haber ocurrido.

Los damascos, los duraznos y el olivo me daban esa extraña sensación de pertenecer siempre a un lugar, la cosecha muchas veces acosada por la piedra, el vino patero fabricado en el fondo, mis hijas revoloteando por el patio colmado de árboles. El Pelado, el Tito Catappano un día se aparecieron con un caballo que habían comprado y me insistían en ir a cabalgarlo, yo le tenía un poco de miedo, confieso, pero fuimos al Centenario y también ahí me enseñaron a fumar los primeros cigarrillos. Mis hermanas cuando regresaba a casa se daban cuenta del olor a tabaco y siempre me andaban retando. Pero yo las tranquilizaba cuando de golpe desplegaba de atrás un ramo de claveles mendocinos bien coloraditos, hojitas de burro para el mate y algún gesto de ¡bueno ya soy grande!

Todo se me venía encima de mi frondosa memoria, era como si fuera todo igual que antes pero distinto, como las caricias viejas empapadas del elixir recordatorio, incomparable nada más que con la infancia, la juventud, las travesuras y ese mundo que no terminaba a la vuelta de la esquina y que no se encontraba en ningún globo terráqueo. Un mundo exclusivamente verdadero, puesto que cuando nacemos siempre vamos recordando los primeros abrazos que nos vieron, los primeros besos que nos dieron, las palabras de aliento de una madre, los límites necesarios de un padre. Entonces estos seres que nos habitan en la bienvenida a la vida tal vez no serán los que nos despidan, pero serán los que marquen mi historia, tu historia, las fortalezas y las debilidades. Ya se sabe son nuestros primeros amores de los cuales jamás podremos escapar y a los que siempre debemos homenajear. Volver como dice el tango, volver porque siempre se necesita.

Y yo seducido por un olfato de una infancia que quería volver a rescatar.


Volver a los recuerdos de la infancia es volver a mi madre a mi padre hechos espejos para mí y a mis hermanos, hermanas, a Gloria y mis hijas, porque se empieza recordando desde el primer día de escuela y allí queremos detener el tiempo, los juegos en la tierra de la rayuela de los poquitos años vividos y pasar sin darnos cuenta de golpe a la adolescencia llorando y riendo a la carta, y llegamos a la adultez con las hijas y los nietos instancia en que nos dejamos ser simplemente, para que nos vayan queriendo más por estar viejos, y para irnos en paz junto a todos ellos, como si no quedara otra que internase en un hospital y sólo recordar, creer ser inmortal, cito sobre Mu Tsung (821-824) "Y Mu Tsung murió por una sobredosis de cierta medicina llamada inmortalidad." (Cita de un artículo por Peter Russell).

Los cuadros de Toulouse-Lautrec, Renoir, Manet, Monet, Gauguin todos o casi todos los Impresionista. La presencia de Picasso, nuestro Sarelli, Pérez Vega, Choper Peña y Lillo y la amiga de la casa Doña Zully Bazán, pasear por estas galerías con tanta expresión de deseo, rasos de telas estampadas por la locura, el amor. No podía creer que mi hermana dejara tanto testimonio artístico para reverme revolviendo los tesoros de nuestra infancia.

Mis ojos ya estaban en compañía con tremenda admiración y los jazmines y el verde y los libros empapelando las paredes con palabras que todavía no conocía. Las palabras atropellaban y en la noche sus silbidos y susurros me llevaban a la sala de música para ver arder los leños de una noche inigualable. Sentía que mi vida era un laberinto. Comencé a pensar en Borges en mi hermana Esther y sus años dedicados a leer sus obras, siento el olor aún de su té tomando en la noche de confesiones junto a Angélica, todos los escritos sobre él, rescatando cuanta fotografía salía incluso las que mandaba comprar a algún fotógrafo aficionado.

Los jardines se bifurcan en la tierra, en el pasado y el presente, en los sueños que sueñan otros que no eran yo, y mi cabeza con pausada y firme arquitectura descubrió que ese era el sitio elegido por los dioses que dormitan en el universo como tigres, para descender a la tierra pura sin relojes de arena, sin cegueras, sin bastones. Claro después de recorrerlo o mirarlo desde el mirador situado al Norte del Sur del laberinto.

En tal caso los dioses que dormitan en el universo reflejan en la tierra lo que desde la tierra no se puede reflejar. Es por ello que de alguna manera hay un espejo que proyecta una imagen entre la tierra y el cielo, los que estamos suspendidos en ese tramo, somos los que queremos averiguar dónde queda el laberinto para renacer junto a la belleza natural del paisaje, y la belleza natural de Gloria que sería el lugar de mi salvación.

Inmiscuido en mis pensamientos etéreos, tal vez efímeros, escuchaba a lo lejos a Ferrisi que tarareaba las canciones de Carlos Gardel y Julio Sosa. Él nada podía saber de esta locura pero sí sabía yo que podía compartirla con él aunque fuera en silencio. En el fondo por algo se ofreció traerme hasta acá mi amigo incondicional, no creo saber su secreto, no lo podré descubrir al menos hasta que Gloria salga de su lapsus lupus, como tantas de las que me imaginé para que supiera que no iría al laberinto sin ella.

Ella me conduciría a esos lentos pasajes a la eternidad que rogaba no fueran tortuosos, aunque pensando que he llevado una vida colmada de amor filial y amor marital y amor de mis hijas. No podía ser mi partida de otra manera. Mi paso a la eternidad en este laberinto debía ser con todos acá, cerquita de mis piernas un poco cansadas y de mis manos para que pudiera acariciar todo lo que me faltó, lo que no pude dar y quiero darlo fluyendo en esta muerte tan vivida intensamente. No sabré nunca cómo es la muerte después de la muerte, pero sí sé cómo es la muerte mientras se va despidiendo de la vida. No sé si me alcanzo a explicar, es como decir la mejor muerte es la vida final que estoy viviendo en este preciso instante donde están todos los que tienen que estar y mucho más. Morir viviendo en la vida.

Así podré recorrer ese camino que dicen es luminoso sin pisar los pies sobre la tierra como si tuviera una silla de ruedas voladora con lucecitas plateadas en las ruedas y yo llevando mi pañuelo de seda azul y amarillo de caballos, con mi campera preferida color maíz, afeitado con el pelo bien cortado, y la bandera de ceremonias en los pies para no irme tan desabrigado. La bandera de todas las bocas y un ticket de oro como pasaporte de mi inmovilidad física.


El beso es la conexión finita o infinita de que podemos ser uno para el otro. El beso determina. El beso confirma. El beso embruja. Una vez leí en la casa de unos monjes tibetanos algunas páginas de un libro del siglo XVIII que se llamaba "La princesa árabe", no recuerdo el autor creo que un tal Hunt, no debe ser muy conocido, pero la frase que más me llamó la atención fue cuando la princesa le cuenta a su amiga: "Que nunca te bese un árabe", no soy árabe, pero es una manera de decir que nunca te bese "es beso" que te lleva a la tumba con túnicas blancas. A lo largo de los años he recibido varios besos, he encontrado bocas que besan perfectamente, bocas que tienen besos desperdiciados, bocas finas y poco sensuales, bocas con gusto a diversos líquidos acuosos y bocas que cuando te besan, te transportan a lugares que jamás has conocido.

Gloria no sé cómo besará, supongo que un poco de timidez la caracterizará. Su beso querido amigo no será una equivocación, al contrario, me liberará de muchos prejuicios pero seguro me embrujará. Y es válido que esto suceda porque abre una puerta a otras bocas que esperan por mí como yo espero por ellas. Una boca es la única que nos pertenecerá siempre. Una sola, una sola. Amigo debo besarla, debe saber no sólo por mis cartas y mi hermano que gentilmente lleva las mismas a esa casa de monjas que no me permiten verla, porque si yo descubro lo que supongo descubrir estaré entrando a una de las puertas de este laberinto y de ahí en más, la felicidad puede ser la manera más inapelable de no morir. Siempre tuve miedo a la muerte, no puedo imaginarme esa instancia donde vaya a saber qué será de mi alma errante, de mis sueños cuando una luz desaparezca, por eso creo que mi vida con Gloria será una celebración, el banquete de mi existencia, la única manera de saber que no sufriré. Mi vida en vida y en la muerte será la Gloria de Pedro.

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