Yo quiero la mejor educación para mi hija

"La Ley vigente data de 2002, cuando no existía WhatsApp, cuando Facebook era insipiente, cuando nadie sabía qué era un Zoom o un Classroom", escribe el presidente de la Cámara de Diputados, Andrés Lombardi.

Andrés Lombardi

Estoy convencido que lo único que voy a dejarle a mi hija es una buena educación. Una educación que la prepare para el futuro pero no sólo en los saberes básicos, sino también en valores y en discernimiento crítico, que la forme como persona pero también como ciudadana. 

Hoy estamos ante una oportunidad histórica de poder gestar ese futuro para ella, para tus hijos, para quienes son los ciudadanos del Siglo XXI. Por eso me animo a escribir esta carta, sabiendo que como padres debemos involucrarnos en ese proceso de construcción de una Ley moderna, adecuada a estos tiempos. Esta pandemia ha traído al mundo muchísimos cambios, lo que hace imperioso e importante rediscutir qué educación queremos. 

La Ley vigente data de 2002, cuando no existía WhatsApp, cuando Facebook era inscpiente, cuando nadie sabía qué era un Zoom o un Classroom. Qué mejor que éste presente para empezar a debatir una nueva Ley de Educación. Qué mejor que el ahora, cuando ha quedado en evidencia el tremendo desfasaje que existe con la antigua Ley, cuando docentes, alumnos y padres hemos tenido que adaptarnos rápidamente a las nuevas exigencias para continuar con el proceso educativo pese a todo. 

Que falta mucho, que hay desigualdades, es verdad. Pero es hora de empezar a corregirlas desde este preciso instante. Este es el momento oportuno. Tanto los docentes como los alumnos se han puesto en estos seis meses de aislamiento a la altura de las circunstancias. Han educado y aprendido de un modo distinto y sumamente valioso. Los primeros, capacitándose y redoblando esfuerzos para llegar y ayudar a cada estudiante. Su trabajo y sus derechos están reconocidos y garantizados, no es motivo de discusión en la nueva Ley porque no serán vulnerados. Los segundos, sumidos en un mundo que para ellos no es nuevo, pero descubriendo nuevas utilidades, aprendiendo de una manera diferente. 

Es tan rica esta experiencia, que definitivamente el uso de las nuevas tecnologías, que ya son parte de nuestras vidas, tienen que ser parte también del sistema educativo para impartir conocimiento y para enseñarles, sobre todo a los más pequeños, a administrarlas de forma correcta. No es sólo una cuestión de modernidad, sino una herramienta enriquecedora que da infinitas posibilidades y que permite convivir con el tradicional esquema de enseñanza. Porque está claro que no desaparece el modelo tradicional, sino que los cambios que se han producido en el mundo a lo largo de estos años, y que se han acelerado en los últimos meses, hacen que sean complementarios. 

El proceso de debate sobre esta Ley recién se abre. Todos y cada uno de nosotros debemos informarnos, aportar, sugerir, involucrarnos con un tema central en la vida de nuestros hijos. Qué mejor que esta construcción colectiva para tener una legislación de avanzada, una construcción que, como nunca, se ha abierto a toda la sociedad. 

Discutir sobre la educación es un tema muy importante como para dejarlo librado a las disputas gremiales de sus dirigentes. No son la voz de todos los que sabemos que un cambio es necesario. La pandemia no es excusa. 

Tenemos un Congreso Pedagógico que durante un mes receptará todas las opiniones sin ningún tipo de sesgo. Tenemos una Bicameral de Educación creada por Ley, que fue votada por todos los partidos políticos, que fue iniciativa del Partido Justicialista y que tendrá 90 días más para estudiar el proyecto de ley. Nuestros hijos merecen algo distinto. Ellos no entienden de disputas políticas ni de enredos dogmáticos. Ellos sólo saben que educarse es un derecho. Y nosotros, como papás, también entendemos que es un derecho que iguala, que es cimiento para su porvenir, el mejor legado que podemos dejarles. 

Como papá, estoy decidido a involucrarme ofreciendo mis aportes, pero también escuchando las opiniones y experiencias de los demás. La educación de nuestros hijos es prioridad. No dejemos que unos pocos se apoderen de su futuro. Entre todos, podemos hacer la mejor Ley de Educación para la Mendoza que viene.

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