Zelensky toca la campana gorda de Kiev

Zelensky actor, en un país corrupto; Zelensky presidente de Ucrania, invadido por rusia. El historiador Pablo Lacoste analiza el rol del mandatario en esta circunstancia dramática desde los episodios artísticos que protagonizó.

Pablo Lacoste

La imagen del presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky, tocando la campana gorda de la catedral de Kiev, representa un retrato artístico de nuestro tiempo. Equivale, en cierto modo, al Guernica, de Picasso.


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Se trata de un llamado a la Humanidad, una apelación a la autocrítica por nuestras sinrazones para el uso de medios aberrantes para alcanzar fines oscuros maquillados con ideología.

No es meramente un mensaje local, acotado a la invasión de Rusia a Ucrania. Es una impugnación artística a un patrón de las grandes potencias: el abuso de la fuerza para imponer su voluntad a países débiles. Vale también para las acciones de EEUU en Irak, Afganistán y Vietnam.

Como suele ocurrir en el arte, esta obra de creación no se realizó conscientemente. Los cineastas que pensaron, diseñaron y realizaron esa imagen no tenían, en ese momento, voluntad de representar exactamente ese mensaje. Al menos en forma explícita. Es más, esa imagen se modeló antes de la invasión masiva de Rusia a Ucrania del 24 de febrero de 2022.

Los desesperados llamados de Zelensky con la campana gorda de Kiev se representaron en la II temporada de "El Servidor público", la serie que recientemente la plataforma Netflix ha llevado a todo el mundo. Se trata de una comedia, realizada entre 2015 y 2018 por la televisión ucraniana, en la cual, el propio Zelensky es el protagonista.

La trama es insólita: el propio Volodimir representa a un profesor de Historia de colegio que, por sus clases y críticas a la corrupción de los políticos de su país, capta la atención de jóvenes que lo postulan a la presidencia. Inesperadamente, el profe gana y se convierte en presidente de Ucrania. Asume su cargo con actitud ciudadana, basada en la honestidad y el sentido común. Desde el poder enfrenta mil obstáculos: los grandes oligarcas que procuran manipularlo desde las sombras; los parlamentarios indolentes; los funcionarios corruptos y las presiones del Fondo Monetario Internacional.

La serie logró un éxito sin precedentes en la población de Ucrania, a partir de la combinación de tres factores: el bueno humor de comedia para tratar asuntos reales, muchos de ellos, dolorosos y agudos; el maletín de herramientas ideológicas y teóricas, aferrado al sentido común y el equilibrio; y el amor por el país y su patrimonio cultural, que brilla al visibilizar la arquitectura, las pinturas y la historia de su pueblo.

El éxito de la serie hizo que la situación se saliera de control. El pueblo de Ucrania se identificó con la figura que Zelensky proyectaba desde la comedia, y su credibilidad comenzó a superar la de los políticos. Inesperadamente, el protagonista comenzó a figurar en las encuestas de popularidad; sus amigos lo convencieron de aceptar el desafío y registraron el nombre de la serie como partido político. Asombrado por la fuerza de la opinión pública, Zelensky acató el reto y el 21 de abril de 2019 fue electo presidente con el 73% de los votos.

La invasión rusa del 24 de febrero motivó que la atención de la humanidad se volcara hacia Ucrania. Millones de personas se interesaron por este ignoto país, el más pobre de Europa, como nunca antes había ocurrido. Este renovado interés se volcó a las plataformas de streaming y muchos observaron con interés la serie Winter of Fire (Ucrania en llamas) sobre el Euro Maidan de 2014, y El Servidor del Pueblo, disponible ambas en Netflix.

Así como Winter of Fire muestra la voluntad del pueblo de Ucrania de integrarse con Europa, a pesar de la violencia y la feroz represión del entonces gobierno pro ruso, ahora, en El Servidor del Pueblo, el mundo está conociendo a Volodimir Zelensky en su papel de actor que es justamente, el mismo que ahora desempeña en la realidad.

Es muy difícil de explicar el impacto que está produciendo en la humanidad, la inédita experiencia de ver a Zelensky en sus dos roles en un mismo día: en el noticiero de la mañana, visita soldados en el frente de batalla en el dramático contexto de la guerra real; en la serie de Netflix de la noche, recorre bellos palacios y catedrales, a la vez que enfrenta a los oligarcas, en contexto de humor y buena onda.

El carisma de Zelensky como presidente y su talento como artista, se refunden para fortalecer lo que en Estudios Internacionales se llama "soft power" (poder blando). Esta serie está mostrando, una vez más, la relevancia estratégica que puede tener para un país, el aprovechamiento del arte para poner en valor, visibilizar y promover su patrimonio cultural.

Teléfono para América Latina, donde predomina una tendencia a priorizar los temas de narcotraficantes, delincuentes, torturados y torturadores, con pocas excepciones. Tal como ocurrió con el caso peruano de la serie El Ultimo Bastión, la ucraniana El Servidor del Pueblo entrega muchos elementos de reflexión sobre lo que el arte puede hacer para mejorar la calidad de vida a partir de la puesta en valor del patrimonio cultural.

EL AUTOR. Pablo Lacoste es docente de USACH-IDEA.

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