Romper con la inercia: el ejemplo resignificador de Eliana Molinelli

La eximia artista que logró generar una corriente que le dió sentido artístico y mensaje a los residuos de armas sacadas del circuito de la muerte y el dolor, como ejemplo de una Mendoza que pueda marcar otro camino.

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel

Si algo dejó en claro la eximia escultora Eliana Molinelli en su paso por la vida es que las cosas no necesariamente deben ser aceptadas tal como están y que pueden adquirir nuevas formas y significados. Para conseguirlo, hay que estar convencido del propósito, pero además, contar con tesón, sapiencia, habilidad, constancia, entre muchas otras características.

Ella, que ahora será recordada con el ECA (Espacio Contemporáneo de Arte) que será el 22 rehabilitado con su nombre como homenaje, supo y lideró esa acción desde siempre. Pero le dio un toque glorioso a su labor "contrapoder" cuando logró transformar además del metal en poesía, armas en mensaje simbólico.

Hace 20 años Mendoza inició una tarea única en el mundo hasta entonces y, luego, fue el modelo: sacar de circulación armas de fuego, y destruirlas, como parte de decenas de otras acciones que tenían que ver con una promoción de la convivencia. Molinelli, definió el resignificado de esa poderosa herramienta destinada a herir y matar (y excepcionalmente, al deporte) en obras de arte.

"Mendoza será el lugar en donde nació la paz", dijo a quienes la acompañaban y con eso, convocó a artistas del país y el mundo a animarse a tomar esos residuos y conformar con ello esculturas.

Los más grandes del país, más de 100, la siguieron y generó un movimiento capaz de hacerle frente al poder del status quo que siempre, en letanía o a los gritos, está diciendo "no se puede", conforme con la espiral de violencia o fracaso, de abulia o achatamiento en el que muchas veces nos sentimos cómodos y con suficiente energía como para buscar más y romper la inercia.

Mendoza hoy representa en el imaginario de mucha gente -un combustible capaz de mover montañas- la posibilidad de que, como se hizo con las armas, se busque generar otras iniciativas que le den un nuevo significado a haber nacido y vivir en este lugar del mundo.

Sí, las armas "no solo sirven para matar, sino para hacer esculturas", como le dijo, con poderosa simpleza, Eliana Molinelli a los que trabajaron en aquel plan pionero. Y lo hizo, dejándole la soberbia mortal por el suelo a herramientas -las armas de fuego- que habían ocupado un sitial de honor en la historia del dolor cotidiano, admiradas, temidas y respetadas a la vez por élites inmóviles y lúmpenes activos.

Y así puede hacerse con todo: ponerle alas a las anclas que nos atascan. Y despegar.Recién cuando cada uno de nosotros avance y genere que todo lo demás lo haga, podremos decir como lo hizo Eliana, "vida, nada te debo", y ser parte de la inmortalidad de una historia que se nutra más de acciones a mano propia que de pontificaciones a control remoto.

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