De la grieta a las heridas infringidas al juego limpio político: nada era cierto, todo puede ser mentira

Lo sucedido en el seno del Frente de Todos no es solo un "juego de las sillas". Se ha herido al fair play político y se descubre una serie de mentiras que se dijeron en función de posibilitar el retorno al poder de un sector que no lo hubiera logrado sin elaborar un relato que se cae a pedazos.

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel

Habrá consecuencias. El tema es a quién le importa que esto suceda.

Lo que está sucediendo en el centro del poder político ya no dibuja una grieta imaginaria que sirve de punto de referencia para analizar las posiciones políticas, sino que deja una serie de heridas que serán difíciles de cicatrizar.

Podrán resolverlo de prepo, exigiendo e imponiendo subordinación dentro de la fuerza política que gobierna. Pero para el país representa un nuevo hecho doloroso, en el que se han antepuesto intereses de sector por sobre el general, para conservar el poder aun cuando la sociedad, en elecciones libres y con el Frente de Todos ejerciéndolo, decidió avisarles que quiere ponerles límites.

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Se niegan a aceptar la voluntad popular y no resulta extraño que ocurra, cuando ya la expresidenta Cristina Kirchner se negó a entregarle los atributos de mando al presidente que la sucedió, Mauricio Macri.

La idea ya no es analizar aquí qué le pasa por la cabeza a la Vicepresidenta y quienes agachan la cabeza a su paso, sino qué efectos tiene eso en el resto del país, en su vida diaria, en la política en general, en el orden institucional.

La interpretación antojadiza de las normas y roles establecidos para el Presidente y sus funcionarios, tanto como para el Presupuesto y su plan de acción, trastocan el corazón del sistema democrático: la confianza.

Es imposible volver a creer. Por ahora, en los que evidentemente mintieron, pero como consecuencia, quedará nuevamente flotando la idea del que "todos son iguales" en los distraídos, los no despabilados o aquellos demasiado ocupados en intentar ganarse la vida  como para ponerse a comprender lo que sucede en el centro de las decisiones.

La sociedad se dio cuenta de que no venían para "ser mejores", sino para actuar igual que antes, pero tratando de no dejar huella de sus culpas. 

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Ya a poco de andr en el Gobierno, también se descubrió que no, no había margen para que "vuelva el asado los domingos" ni que cada "argentino, argentina", volviera a "llenar las heladeras": no solo no sucedió, sino que se informó que a esta gestión le parecía inútil tener un plan económico, justamente la tarea para la que se lo eligió ante el traspié de Macri.

Hubo tanta mentira que ahora es difícil creer hasta las más evidentes verdades que se digan.

No era Alberto Fernández quien mandaba, porque ya lo dijo Cristina Kirchner por boca de Fernanda Vallejos.

No eran ellos los que defendían los derechos de género y las diversidades, porque en la primera de cambio (y cuando ya no hacía falta disimular nada) borraron mujeres del Gabinete y no solo metieron puros hombres, sino a Juan Manzur, un reconocido y denunciado adversario de respetar esos derechos.

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No era que les interesaba la seguridad, porque en la cartera del tema ponen a Aníbal Fernández, pero como escudero y atacante en los paneles de TV en tiempos de campaña.

No era que les importaba "la Patria Grande", porque apenas le metieron una patada en el trasero, el canciller Felipe Solá se empacó en medio de la Cumbre de la CELAC a la que iba en nombre del país (y no solo de su gobierno o de sus jefes políticos) y no participó.

No era verdad, tampoco, que les interesaba construir una política de vínculos internacionales, porque lo mandaron a Santiago Cafiero a ser el ministro de Relaciones Exteriores, solo porque había que premiar con algo su lealtad y el hecho de bajar los brazos ante un "cartazo" de la mandamás de su espacio político.

No habían renunciado, era un acting. La mayoría de los que supuestamente renunciaban sigue y seguirá en sus puestos, haciendo política partidaria como objetivo central. Y los que no renunciaron, fueron despedidos.

No era que Alberto Fernández presidía el país, y ni siquiera el Partido Justicialista, a pesar de ostentar esos títulos, porque hay alguien más que toma las decisiones por él.

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Y luego de que supuestamente resolvieran el entuerto interno del frente gobernante, con una comida en La Rioja, tampoco fue verdad lo que dijo el Presidente de que estaba junto "a todos los gobernadores": eran solo 10, de su partido, con ausencias notables y, entre los presentes, más de uno que probablemente ni se haya animado a probar la comida.

Entonces:

- ¿Será verdad que "ahora sí" van a "relanzar la gestión?

- ¿Será cierto que se pretende resolver "los problemas de los que más necesitan" o será una frase dicha al revés por el Presidente: solo los necesitan para resolver sus problemas de continuidad en la cima del poder?

- ¿Hay que creer que va a funcionar cada día cada área del Gobierno y que, definitivamente, el Presidente dialogará sobre su agenda con el resto del país junto a su renunciado/confirmado ministro del Interior Eduardo de Pedro?

- ¿Será verdad cada cosa que anuncian pomposamente y llena de adornos o sólo son cazabobos de sectores a los que piensan conquistar con maquillajes y máscaras que a poco de andar se les cae?

La mayor dedicación del equipo gobernante está en aguantarse a sí mismos, tal como lo han demostrado en las últimas jornadas, con el resto del país asistiendo atónitos a la caída de todos los velos y la confirmación de las sospechas en torno a quién manda, quien hace "como que" y quiénes están directamente dibujados y al servicio de los humores de una sola.

De allí que lo que se ha construido es desconfianza. En ellos y en toda la política, tenga o no responsabilidad o culpa.

Y esto no resulta probablemente una consecuencia inocente ni casual: de eso parece tratarse. En definitiva, de que los más pobres lo sigan siendo para poder seguirles dando de comer de la mano, y que los descreídos en la democracia sigan igual, porque hay una instancia política que conduce por atajos, sin controles posibles, alimentados más por pasiones y necesidades que de razones y diagnósticos, dispuestos a sacar del camino cualquier posibilidad de fair play, tan solo porque están convencidos de que las normas las pone el dueño de la pelota. Y si el partido no va como desean, se la llevan y se termina todo.

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