No paran de exhibirse y nadie para de mirar

Lo personal es político de Kate Millet nos termina de explicar la relevancia que tiene para nosotras tomar una posición u otra frente a lo que parece un "problema de alcoba". Escribe Emiliana Lilloy.

Emiliana Lilloy

La pulsión de ser vistas, de ser miradas y juzgadas no es algo nuevo: tener entidad para otras personas es quizás uno de los centros gravitatorios para sentirnos humanos, para sustentar nuestra autoestima y existencia en el mundo. Lo que sí es nuevo, son los mecanismos tecnológicos que nos permiten que todo un país esté mirando y opinando sobre la vida privada de las personas.

Ya Michel Leiris confesaba en "Edad de hombre": "Exponerme cada vez que escribo, el deseo de exponerme en todas las acepciones del término".

Y es que al exhibirnos somos esa potencialidad de la que hablaba Sartre, ese ejemplo inevitable que las demás personas ven en nosotras, lo queramos o no. La irrenunciabilidad a ser una posibilidad de ser o hacer para quienes nos miran y rodean. Somos modelos de vida.

El/la homo videns entró en acción desenfrenada con la aparición de los mass media y las redes sociales. Hay quienes intentan huir de este frenesí y se retraen limitando al mínimo sus aplicaciones, sin poder escapar de ellas so pena de quedar fuera de lo que hoy consideramos "el mundo o la actualidad". A la inversa, están quienes se sienten exacerbadas/os y no se resisten a vivir un solo acontecimiento de sus vidas sin comunicarlo a ese mundo social imaginario que da testimonio de la propia existencia: embarazos, nuevas relaciones, casa nueva, reuniones con amigos/as. Como aquel adagio del Derecho Romano que rezaba: "Si no está en el expediente no existe en el mundo".

La diferencia es que hoy ese expediente es nuestra cuenta de Instagram, un tuit virulento o una carta abierta a una sociedad que tiene su propia vida, necesidades y sueños, pero a la que creemos que le importan nuestras ideas o vivencias más que las propias.

Y es que la viralización de la carta de la China nos muestra que en efecto nos interesa. Hoy los diarios y redes sociales explotan de manera abrumadora con estas informaciones, se ven guerras de opiniones a favor de una u otra posición, culpabilizando a tal o cual persona parte del "conflicto" Y una no puede evitar pensar el "por qué" de este fenómeno, cuando vivimos en un país inflacionario, con una inestabilidad preocupante y una pobreza que supera toda expectativa, entre otras cosas.

Y es que pensándolo bien, si Jean Paul viviera me increparía que no tengo derecho a citarlo si no puedo aplicar aquí su teoría de la potencialidad. Somos seres simbólicos y como tales damos un mensaje con cada acción o conducta que llevamos a cabo, reproduciendo así una postura política ante la vida, proponiendo además, maneras de comportarnos que como diría Immanuel Kant, son una máxima de acción para el resto de la gente.

Lo personal es político de Kate Millet nos termina de explicar la relevancia que tiene para nosotras tomar una posición u otra frente a lo que parece un "problema de alcoba": nos interpela sobre la validez o no de la monogamia, la relevancia que le damos a ese pacto o sistema de organización que es el matrimonio, nos muestra cómo los estereotipos de género y la cultura en que vivimos culpabiliza a las mujeres y exalta la idea de que las mujeres estamos en guerra entre nosotras. Bajo los mismos mecanismos, quita responsabilidad al varón, quien como sabemos tiene más derecho o le está más permitida la infidelidad o "las canitas al aire"

Todas estas máximas de comportamiento o estigmas nos interpelan de manera personal, porque hemos asumido valores sociales como dogmas para vivir nuestras vidas y organizarnos. El/la homo videns no soporta ver reflejado afuera algo que puede perjudicar sus elecciones intimas o que cree intimas, al menos. El andamio cultural-estructural que construimos debe permanecer intacto, de lo contrario, corremos el riesgo de que todo lo que construimos en la vida privada, lo que consideramos nuestras propias elecciones, pierda sentido, y con ello, nuestra existencia o entidad frente a quienes nos miran.


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