Necesitamos empoderar a estadistas: tres miradas sobre lo que nos hace vivir amargados

La política argentina no está dando los debates y sacando las conclusiones que hagan que la sociedad pueda caminar con alguna expectativa de futuro. La educación es el termómetro del país y tanto las instituciones como la dirigencia no están marcando un camino, sino que juegan a marearnos.

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel
  • 1- El fracaso del Congreso de la Nación. Su modus operandi deja contento a cada legislador que presenta una ocurrencia, pero no se coteja, por ejemplo, que una ley impide el cumplimiento de la otra. Hay que barajar y dar de nuevo en el funcionamiento del Congreso en el que la mala praxis está evidenciando cada vez más su descontrol. Así como funciona, no sirve. Allí se aprobaron los 190 días de clase y también los 20 feriados que hacen imposible cumplir los días de clase. Ni hablar de a Ley de Alquileres y tantas leyes biribiri que les sirven solamente a la rosca política. Nadie está hablando de cerrarlo, sino que 38 años después de recuperada la democracia, resulta fundamental replantear su funcionamiento, de modo de que pueda solucionar algunos problemas en lugar de generar otros, constantemente.

  • 2- Los funcionarios comentaristas de la realidad. Hay que terminar con los políticos macayamarquizados, que solo comentan lo que pasa y no se dan cuenta que son los jugadores del sistema. Es más: ni siquiera le llegan a los talones a Macaya Márquez, porque no estudian antecedentes ni se nutren de diagnósticos serios, sino que dan respuestas cliché de acuerdo a su Conveniencia. Les estás hablando de más permanencia en las escuelas en medio de una situación de pobreza y de analfabetismo funcional inédito, y salen con la "calidad educativa" o las culpas presuntas que siempre recaen en sus adversarios políticos, repitiendo como loros cualquier cosa que leyeron o algún "asesorete" les acercó alguna vez, para justificar sus salarios y dietas, a veces inmorales.

  • 3- Sociedad zombie. La situación de la niñez y la adolescencia es terrible y opinamos sobre ello desde la comodidad de las cuatro comidas diarias, el café disponible con medialunas y pagando Netflix y SpotiFy. Todos somos directores técnicos de la educación y no nos damos cuenta de que no solo no ganamos un mundial en ese tema, cuando hemos sido campeones en el pasado, sino que no clasificamos, no existimos. Si queremos ponernos en egoístas, digamos que no estamos alimentando los cerebros de quienes nos gobernarán y tomarán decisiones en su adultez. Así será el país. Si hoy nos quejamos, imaginemos qué habrá al frente del país cuando nuestros hijos -que comen todos los días- crezcan.

A vuelo de pájaro, tres cosas que entorprecen el diálogo y la convivencia diaria. Pero algo peor: que hacen que caminemos por las calles arrastrando broncas. Estamos tristes y frustrados y eso es porque no hay horizonte a la vista. 

Se buscan estadistas capaces de dimensionar la realidad, cotejarla con el pasado y encontrar vías de solución que no nos envuelvan a todos en sus propios dilemas. Debe haber. ¿Los hay?

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