El general que se cayó del caballo

La historiadora Luciana Sabina, autora del libro "Héroes y villanos", se enfoca en esta nota para Memo en un episodio que marcó al país para siempre.

Luciana Sabina

Tras el fin de la Guerra contra Brasil, José María Paz se venció al caudillo Bustos y se convirtió en gobernador de Córdoba. Desde allí buscó reorganizar el país.

Juan Facundo Quiroga lideraba entonces una enorme facción territorial, teniendo hegemonía sobre Cuyo y gran parte del norte. Para el riojano, el general cordobés era una amenaza y naturalmente intentó -aunque sin éxito- someterlo, constituyendo Oncativo una gran derrota para el Tigre de los Llanos.

El gobierno de Paz heredó una crisis económica insostenible y sufrió el permanente ataque aborigen en la frontera. Hasta entonces Estanislao López, gobernador de Santa Fe, se mantuvo expectante. El historiador Carlos Segreti señala que consideró aliarse con Paz en 1829, pero tras Oncativo vio al cordobés como una amenaza y terminó decidiéndose por Rosas.

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Toda esta situación tomó forma a través de la Liga del Interior -encabezada por Paz- y la Liga del Litoral, en manos de Rosas. Las victorias sobre Facundo permitieron al cordobés extender su predominio. Como era esperable, impuso en las nuevas provincias -incluida Mendoza- administraciones afines, valiéndose de sus armas o incentivando revoluciones. Solo Tucumán y Salta lo apoyaron desde un principio.

John King, un norteamericano que luchó para la Liga, refiere a un reo muy particular que llegó entonces a Córdoba proveniente de nuestra provincia:

"(...) había adquirido mucha notoriedad con motivo de la rara crueldad de su carácter y también por el hecho de haber arrojado los hábitos y tomado la espada. Era el general Aldao, que por causa de su anterior estado dominico, era llamado más comúnmente fraile Aldao.

(...) con su cabeza gris descubierta al sol y sus pies atados por debajo de la panza del caballo, entró a la ciudad, y no bien se supo su llegada, mil voces pidieron que fuese condenado a muerte (...). Afortunadamente para Aldao, el gobernador de Córdoba [Paz] era un hombre de sentimientos humanos, o por lo menos, tanto como podía esperarse o era poco frecuente encontrar en los hombres con poder que se habían elevado en este país, e interponiendo su autoridad entre el pueblo excitado y su esperada víctima, le salvó de su furor. Aldao fue confinado solitariamente en uno de los más oscuros calabozos del Cabildo, con una guardia permanente en la puerta (...). Confieso que mis simpatías estaban con él, no obstante su mala reputación".

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Ya en 1830 Gregorio Araoz de La Madrid- tomó La Rioja, se hizo elegir gobernador y apoyó al bloque de Córdoba. Paz terminó detestándolo profundamente y en sus memorias lo destroza:

"Mucho daño hicieron las ridículas fanfarroneadas del general La Madrid -comenta-, que ofrecía con su escuadrón de voluntarios y algunos cientos de riojanos marchar a Buenos Aires a derribar a Rosas y a todos los caudillos que lo apoyaban. Después de haber estrujado La Rioja, sin haber hecho mucho para convertir a nuestra causa a sus habitantes, quería a todo trance salir de esa provincia para correr otras aventuras".

Era sabido que en La Rioja Facundo Quiroga ocultó un importante tesoro, el mismo fue desenterrado por La Madrid quien afirmó dar una gran suma a Paz. Este último lo negó rotundamente. En sus citadas memorias especificó que solo llegaron a sus manos seis mil pesos y según "se expresaba el general Quiroga, el dinero que él fue suministrando -sin querer, claro- pasaba los noventa mil pesos fuertes, mientras que lo que se me notició por cartas particulares de los coroneles La Madrid y Plaza, apenas llegaba a treinta y dos mil. Hasta ahora no había dado crédito a lo primero; mas, a vista de las revelaciones que nos hace la memoria, creo cierta la aserción del general Quiroga".

La Madrid se volvió muy impopular en las tierras riojanas y desobedeciendo a Paz abandonó la zona. Durante meses ejerció medidas de mucho rigor sobre los partidarios de Quiroga "y, lo que era vergonzante para un militar, sobre la anciana madre de éste, la cual fue llevada a la cárcel con una pesada cadena en el cuello", expresó el histórico Saldías.

Paz se muestra indignado con su subordinado tucumano: "Llegó a mi cuartel general, vino a obsequiarme con una banda de cantores, y luego hizo lo mismo con otros jefes: todos tuvimos que sufrir tan fastidioso obsequio" (Paz; 1957:384, TII).

Es ciertamente interesante la relación entre ambos oficiales. Ya retirados del combate, el general cordobés se indignó al leer las memorias de La Madrid y destinó muchas páginas de las propias para refutarlo. Lo considera un ser devorado por los celos, la envidia y la malevolencia, algo que no imaginó hasta entonces. Grita sus mentiras y no logra entender cómo escribió todo aquello, mostrándose victorioso cuando perdió cada batalla que dirigió y estaban todos vivos para desmentirlo.

Volviendo al enfrentamiento, la primera facción que logró organizarse fue la de Paz y en agosto de 1831 la Liga del Interior contaba con todos sus miembros: Catamarca, Córdoba, San Luis, Mendoza, La Rioja, Santiago del Estero, Tucumán, San Juan y Salta (que por entonces incluía a Jujuy). Gran parte de la historiografía considera, erróneamente, a esta unión como un pacto unitario. El cordobés Carlos Segreti, entre otros, demostraron hace años que semejante denominación es absurda. Entre sus miembros no hay elementos unitarios y fue una alianza de cinco provincias, con sede en el interior profundo, donde primó la igualdad jurídica.

Mientras tanto, Rosas se encargó siempre de someter a sus aliados litoraleños. Cerró con Santa Fe y más tarde se sumó Entre Ríos. El acuerdo fue el conocido Pacto Federal, que tuvo validez hasta 1853 cuando se estableció la Constitución Nacional.

La Liga del Interior estaba más organizada y tenía mayores posibilidades de imponerse. Pero mientras ambos bandos se preparaban para enfrentarse un imprevisto cambió la historia. El 10 de mayo de 1831, Paz hacía un reconocimiento de terreno en la frontera con Santa Fe cuando un grupo de hombres del ejército de López boleó su caballo. El equino corcoveó y cayó. Pronto unos quince soldados estuvieron a su alrededor apuntándolo.

"Todo fue obra de pocos instantes -acotó el general-; todo pasó con la rapidez de un relámpago; el recuerdo que conservo de él se asemeja al de un pasado y desagradable sueño".

Dibujo de Fortuny que recrea el momento en que Paz es capturado, luego de que su caballo fuera boleado.

Así terminó el sueño de una Argentina verdaderamente federal. Mientras Paz era conducido al campamento enemigo nuestro país se hundí en las garras de Juan Manuel de Rosas.

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