Emiliana Lilloy

No es no: incluso con tu pareja

"El sentir común está cambiando y no sólo en nuestras leyes sino también en nuestras juezas/os y operadoras del derecho que son encargadas/os de llevar esta tarea a cabo con perspectiva de género", sostiene Emiliana Lilloy.

Emiliana Lilloy

Todo sentido común actual es producto de una lucha radical que lo hizo posible. Aún nos parecería normal y muy coherente que las mujeres de clase media se quedaran en casa a cuidar a sus hijos, estar bellas y atender a los maridos, si las mujeres que nos antecedieron no hubieran luchado por romper con esa idea y conquistado los derechos políticos y civiles que nos habían sido arrebatados.

Muchos de los sentires comunes, ideas en las que confiamos y reproducimos, son la materia prima de nuestras legislaciones y la forma en que a través del derecho nos ordenamos y coexistimos con la tranquilidad de que "así lo dice la ley o nuestra Constitución". Como si ellas no estuvieran escritas por nosotras/os mismas y representaran el estado actual de la cultura que por definición es cambiante, siempre cambiante. Permitirse pensar lo contrario a lo que hemos normalizado puede costarnos varios atributos articulados minuciosamente para disuadirnos de ello según las épocas y lugares: anarquistas, rebeldes antimonárquicos, traidores/as, antiderechos, odiadoras/es, radicales, feministas fanáticas y violentas, feminazis.

Pero todo sistema tiene sus fisuras, y el acceso a la educación y la democratización de nuestras sociedades permite que ese statu quo se transforme mediante la filtración de esas personas llamadas radicales, rebeldes o feminazis, que logran participar de los órganos gubernamentales e influyen en las instituciones.

Hoy las mujeres ya no salimos a la calle a pelear por el derecho al voto o para que nos permitan educarnos porque está claro que es de sentido común que somos seres inteligentes y que merecemos la igualdad de oportunidades. Sin embargo, hoy luchamos por cambiar otros sentidos comunes que nos ponen en una condición de desventaja y nos sitúan en una posición de sufrir violencia y que, al estar instalados en nuestra cultura, son avalados y reproducido por nuestras leyes y jueces/as al decidir las controversias que se suscitan en torno a ellos.

Me refiero al sentido común de que, si estamos en pareja con un varón, este tiene derecho a mantener relaciones sexuales con nosotras sin perjuicio de nuestra voluntad, institución regulada por nuestro Código Civil hasta el año 2015 con el nombre de "débito conyugal". Así, nuestras leyes establecían la obligación y el derecho a mantener relaciones sexuales. Era tan de sentido común que una persona podía tener derechos sobre el cuerpo y la sexualidad de la otra, que incluso la falta de ellas era alegada como causal de culpabilidad en el divorcio. Hoy, gracias al trabajo de nuestras militantes y legisladoras llamamos al sometimiento de una persona a tener relaciones sexuales contra su voluntad violencia.

Otro sentido común que aún necesitamos desacreditar es el de que el hombre agrede sexualmente porque existe una necesidad fisiológica, lo que hasta hace poco se justificaba mediante la figura del desahogo sexual, y que, si bien ya no puede ser utilizada por nuestros/as jueces/as de manera explícita, puede traslucirse en varios argumentos judiciales que justifican las agresiones sexuales como si fuera algo natural, necesario biológicamente o culpa de las víctimas. Recordemos que era de sentido común hasta el año 2012, que si un varón violaba a una mujer, la pena del delito le era perdonada si se casaba con ella a través de la figura del avenimiento del Código Penal Argentino. Este sentido común o lógica macabra, aún persiste en nuestro imaginario y nos indica que la que resulta dañada socialmente ante una violación es la mujer y no el agresor, y lo que se protege no es a la persona, sino a un supuesto "honor u honestidad" que debemos cuidar las mujeres, de los mismos varones que a la vez son violador y salvador de nuestra estima a través del matrimonio.

Hoy hemos eliminado el débito conyugal de nuestro código, hemos legislado la violencia sexual considerándola aún dentro del matrimonio y la pareja y los delitos contra el honor han sido modificados por delitos contra la integridad sexual. El sentir común está cambiando y no sólo en nuestras leyes sino también en nuestras juezas/os y operadoras del derecho que son encargadas/os de llevar esta tarea a cabo con perspectiva de género.

A este respecto, recientemente la Sala Segunda de la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Mendoza, con el voto preopinante de la Dra. María Teresa Day y la adhesión del Dr. Pedro J. Llorente y el Dr. Dalmiro Garay, resolvió condenar a un hombre que golpeó y agredió sexualmente a su pareja con quién convivía.

La sentencia que confirma el fallo de la Cámara, hace hincapié en el testimonio de la víctima, en su falta de voluntad para mantener relaciones sexuales sin perjuicio de encontrarse en una relación afectiva con el condenado e incluso, aplicando la perspectiva de género, la normativa de tratados internacionales ratificados por la Argentina y recomendaciones de los organismos de derechos humanos, proporciona una óptica renovada, en la que analiza la situación estructural y personal en la que se encuentra la mujer para denunciar, tomar decisiones, retractarse o tener una cabal comprensión de la situación por la que está atravesando. Avanza en su juicio y argumentaciones para brindar a la persona una protección integral de sus derechos, evitando cualquier re victimización o culpabilización a las mujeres, refiriendo al "círculo de la violencia" que las y los operadores judiciales deben conocer para actuar y tomar decisiones en que la comprensión de las situación específica con perspectiva de género sea el sentido común y no una postura exculpatoria propia de sociedades centradas en los varones y desacreditante de la palabra de las mujeres.

Pues bien, esta es una de las sentencias locales de nuestra Corte que nos muestran un avance. Es un sentido común nuevo y hemos de resaltarlo. Porque mucho se habla y quizás poco se sabe, y cuando de violencia de género y derechos humanos se trata, necesitamos personas sensibles a los cambios sociales, ejemplos a seguir para las y los funcionarios que en definitiva son encargadas/os de hacer valer estos derechos conquistados, y finalmente llevar a la praxis este nuevo sentido común que ya no culpabiliza a las mujeres, sino que brinda un acceso a la justicia en igualdad de oportunidades.

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