¿Quién fue Menem?

Un Menem para cada gusto: el abanico de los adiós al expresidente

Odiado y amado, todos tienen razones muy fuertes para sostener su posición, ahora que Menem no está. Para comprender a cada sector, hay que empezar aceptando que cada quien lo vivió desde una posición social y cultural distinta a la del otro.

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel

Si Carlos Saúl Menem no fue el autor de "la grieta" histórica entre los argentinos, al menos fue el que la dejó en evidencia. Lo hizo, justamente, pensando en todo lo contrario: "pacificar al país", tal el argumento utilizado, por ejemplo, para indultar a militares y guerrilleros a la vez.

Pero la historia argentina no es unidimensional, sino que puede construirse geométricamente desde cada una de las percepciones y evocaciones sobre lo sucedido, de acuerdo a desde qué posición en la sociedad, la economía o la cultura se la vivió, o la vivieron sus antepasados o bien, sobre todo, de acuerdo a la perspectiva de quienes escribieron los manuales de historia que formaron a cientos de miles en las escuelas y no tuvieron oportunidad de sopesar versiones encontradas.

Menem fue, en una de esas dimensiones, la primera irrupción liberal dentro del multifacético, cambiante y camaleónico movimiento peronista. Por lo tanto, como casi siempre ocurre, generó su propia oposición interna como alternancia a sus propósitos e ideas.

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Desde allí se lo suele analizar más frecuentemente, dejando de lado una mirada más generalizada en torno a lo que fueron sus gobiernos y sus implicancias.

Menem fue el peronista más cercano a borrar el "combatiendo al capital" de la marcha partidaria, y fue populista, nacionalista e internacionalista en simultáneo o sucesivamente, según como se realice el corte temporal de su paso por la política.

La Argentina envió tropas de apoyo a la Guerra del Golfo de Estados Unidos contra Irak y fue el momento de mayor alineación del país con aquel país, aceptando su rol de liderazgo y gendarmería en el mundo.

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El 90 por ciento del peronismo se cuadró ante él. Néstor Kirchner llegó a decir públicamente, que "fue el mejor presidente argentino después de Perón". Luego, el peronismo se iría acomodando como agua de aluvión, arrasando afirmaciones previas y enlodándolas, para fundar siempre un nuevo comienzo sobre los escombros de lo anterior, aunque con un estilo igualmente cargado de épica.

Luego de ganar hizo todo lo contrario a lo que prometió en la campaña electoral. Montado como un caudillo provinciano de a caballo que llegaba al Puerto para liberar a las provincias del yugo porteño, se afeitó y mutó su personalidad hacia un centralismo cargado de glamour, predilección por la farándula y culto a la personalidad, además de escandeletes propios de este estilo de vida. Solo que era el presidente, y no un actor.

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Para que se entienda: no se le critica por no haber cumplido las promesas. Eso lo hacen todos. Sino que hizo exactamente lo contrario. Pasó de un nacionalismo acérrimo a una apertura total inédita en la Argentina. A unos los benefició. A otros los enterró, literalmente.

Su política monetaria en la que un dólar valía un peso es lo que más se suele recordar, puntualmente. A unos los favoreció notoriamente. A otros, los hundió cuando hubo que pagar en los años sucesivos los gastos de aquella década.

Pero esa no fue su política económica: sí, la desregulación de la economía, que desató cepos y desenredó nudos preestablecidos históricamente, logrando que muchas actividades crecieran. Sus privatizaciones de empresas públicas dejaron a cientos de miles en la calle, pero también permitió que las personas no tuvieran que aguardar hasta 20 años para tener un teléfono tras anotarse en una lista de espera: sí, eso pasaba antes.

El otro aspecto fue el cierre de los ferrocarriles y su enfrentamiento con un sector del sindicalismo, más vinculado al radicalismo que a su peronismo, como era el ferroviario. Pero en este esquema lo cierto es que el país vivía en una encerrona: antes de su decisión, el Banco Central emitía billetes solo para cubrir el saldo negativo de las empresas estatales.

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Con Menem la Argentina conoció los dos atentados internacionales más dramáticos de la historia, en la AMIA y la Embajada de Israel, si no un tercero, la muerte trágica de su hijo, Carlitos Menem Jr.

Pero además hay voces a favor y en contra de otra decisión, como fue la eliminación del servicio militar. El asesinato de un joven que hacía la "colimba", el soldado Carrasco, catapultó la decisión. Para unos fue el cierre del semillero del "partido militar" que siempre había condicionado, a lo largo de la historia, al poder civil. Para otros, significó la temprana ruptura de miles de jóvenes con la disciplina y la lógica del trabajo y el esfuerzo.

Hay un Menem para cada gusto y eso sume en las contradicciones a sus partidarios, más que al resto. Los liberales lo adoptaron por unas cosas y sus peronistas lo escondieron por esas cosas. 

Si el peronismo es más una fe que un partido político en su definición clásica, podría decirse que cada presidente que asume termina siendo como un Papa, en el que reencarna un Perón acorde a cada nuevo tiempo que licúa, milagrosamente, las contradicciones para volverlas combustible de un movimiento inexplicable, pero siempre vivaz.

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