Economía

Una agenda para el Mercosur, a 30 años de su fundación

A 30 años de la fundación del Mercosur, hoy es un buen momento para reflexionar sobre lo que se logró, lo que aún falta y cuáles son los desafíos que vienen por delante.

Gabriel Fidel

A mediados de los ochenta, y en un contexto donde crecía el proceso de globalización que generaba nuevas condiciones en la economía mundial, Alfonsín y Sarney tuvieron la extraordinaria visión de transformar a la integración en una política de Estado. En esa época, aparecía el concepto de "regionalismo abierto" acuñado por CEPAL el cual llamaba a integrarnos regionalmente con el objetivo de generar una plataforma que nos permitiera enfrentar las nuevas realidades de un mundo cada más complejo. Era un camino geopolíticamente acertado, que además significaba mayores oportunidades en lo económico y comercial. Después de 3 décadas, esa visión de integración regional sigue siendo la mejor opción para nuestro país y la región.

En las tan difíciles circunstancias de emergencia provocadas por la pandemia global, y frente a una drástica caída de la producción en todos los países como así también un descenso enorme del comercio internacional, siendo este uno de los principales impulsores del crecimiento económico en las últimas décadas, es importante destacar la vigencia que tiene el Mercosur como espacio político-institucional a partir del cual ampliar el proceso de integración a toda la región.

A pesar de la amplia retórica política favorable sobre la integración latinoamericana, el proceso ha tenido luces y sombras. Si bien ha contribuido a la geopolítica en la región y al aumento del comercio, los resultados del comercio intrarregional y de articulación de cadenas regionales de valor no han sido los mejores. El Mercosur fue un acuerdo exitoso y tuvo un gran impacto en el crecimiento del volumen de comercio intrarregional. En 1980 exportábamos apenas 765 millones, y se pasó a casi 17 mil millones de dólares en 2012. Sin embargo, luego de ese año este fue descendiendo. Para la Argentina el balance fue muy positivo hasta el 2003, fecha en la que se observó el último superávit comercial positivo para luego, por 15 años consecutivos, generarle un déficit comercial con Brasil que alcanzó casi US$ 60 mil millones. Aunque luego Argentina ha seguido con un balance levemente positivo, la realidad ha sido un continuo descenso del comercio bilateral.

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El intercambio comercial entre nuestros países fue descendiendo y fueron creciendo las trabas para-arancelarias al comercio. En el año 2000, de todo lo que Brasil le compraba al mundo, un poco más del 12% se lo compraba a Argentina; pero en 2018 era solo un 6%. Por el lado de las exportaciones brasileñas también perdimos relevancia. En el año 2000, de todo lo que Brasil le vendía al mundo, el 11,32% se lo vendía a Argentina, pero ese porcentaje en 2018 estaba por debajo del 8% y siguió disminuyendo en 2019 y en el 2020, agravado aun más por la crisis del coronavirus.

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Queda claro que en una primera etapa creció mucho el comercio intra-Mercosur, pero luego bajó fuertemente. A pesar del fuerte discurso político a favor de la integración regional, el interés por los aspectos comerciales y económicos fue declinando. Basta con preguntarle, por ejemplo, a los productores mendocinos, patagónicos o sanjuaninos. Ellos saben perfectamente de lo qué estamos hablando. Las trabas al comercio hicieron perder exportaciones a Brasil y se perdieron miles de hectáreas de frutales que tenían destino en ese mercado.

Nunca terminamos de alcanzar el concepto de ciudadanía del Mercosur; ni concluimos el proceso necesario para alcanzar una unión aduanera completa; ni tuvimos una coordinación de nuestras políticas macroeconómicas; ni fuimos capaces de tener una estrategia común y robusta en materia fitosanitaria. Tampoco fuimos capaces de ampliar efectivamente el proceso de integración con el resto de los países de la región.

Mientras en el mundo la mitad de los flujos comerciales ocurren entre socios regionales, como es el caso de Europa o la región de Asia Oriental y el Pacífico, donde las exportaciones intrarregionales representaron el 65% y el 50% del comercio total, respectivamente, en América Latina el comercio es muy débil: el volumen de las exportaciones intrarregionales en relación a las exportaciones totales se han mantenido a través de los años por debajo del 18%.

Frente a la emergencia, uno de los caminos para la recuperación económica es trabajar para que Argentina incremente el intercambio comercial y exporte más, ampliando de esta manera las posibilidades de colocar nuestros productos en el mundo. Son acciones fundamentales para un país que aspira a crecer, desarrollarse y mejorar su calidad de vida.

La Argentina exporta poco y está débilmente inserta en el comercio mundial. Según datos del Banco Mundial, nuestras exportaciones no llegan al 13% del PBI, por debajo del promedio de América Latina (21%) y del mundo (28%). El promedio de Argentina es similar al 12,5% de Brasil, mientras que en otros países las exportaciones están por encima de este porcentaje: Australia con casi el 20%; Perú 22%; Chile 28%; Sudáfrica 30%; Canadá 31%; México el 38%; y los países de la Unión Europea los cuales exporta por un promedio del 43%.

En lo que a la estrategia post pandemia se refiere, por un lado debemos tener políticas regionales que favorezcan el comercio intrarregional, desarrollen cadenas regionales de valor, y generen encadenamientos productivos entre las empresas de la región. Pero por otro lado, no podemos encerrarnos en nosotros mismos. Por el contrario, debemos procurar la utilización de las plataformas de integración regional como un camino para una mejor inserción con el mundo, buscando con ellas de forma inteligente nuevos mercados para nuestras exportaciones.

El Mercosur es muy importante y ha sido una de nuestras principales políticas de Estado que ha trascendido gobiernos. En ese sentido, la agenda es clara:

1. Cuidar lo logrado, corregir lo que no funciona y terminar de completar el proceso de integración ampliándolo a más países de la región.

2. Fortalecernos como región entendiendo que la integración es entre Estados y entre pueblos, más allá de la afinidad política de los gobiernos de turno. Debemos ser capaces de superar las diferencias políticas coyunturales de un país u otro, dado que las políticas de Estado implican tener reglas y acuerdos que trascienden en el tiempo.

3. Ampliar sostenidamente nuestros mercados internos hacia la creación de un gran mercado regional que facilite un crecimiento del comercio y las inversiones entre nuestras empresas y que sirva para proyectarlas de manera conjunta hacia a terceros mercados.

4. Eliminar todas las barreras a las inversiones y al comercio, dándole certidumbre a nuestra región por medio de instituciones sólidas y previsibilidad.

5. Crear una plataforma regional adecuada para tener una mayor fortaleza para suscribir grandes acuerdos extra-regionales y estrechar vínculos con más países, garantizando de esta manera que nuestros productos no deban pagar los aranceles que nuestros competidores no pagan. Este será uno de los caminos para lograr crecimiento y empleo.

Este aniversario del Mercosur debe servir para dar un nuevo impulso al proceso de integración regional, para que siga sea una política de estado robusta y vibrante y que sirva como herramienta de transformación a nuestros países.

Gabriel Fidel

Director del Centro de Estudios de Relaciones Internacionales y de Integración

FCPYS, Universidad Nacional de Cuyo

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