Somos un mero grupo de píxeles

El píxel es la unidad más pequeña y diminuta de una imagen digital y está presente en un inmensurable número para formar una imagen completa. Todos los píxeles son cuadrados o rectangulares y pueden ser de color, blancos, negros o grises en diferentes tonalidades.

Eduardo Da Viá

En la segunda mitad del s. XX, período en el que se desarrolló la mayor parte de mi vida (nací en 1940) el trato entre las personas difería muchísimo de lo que hoy se acostumbra.

Desde la forma de dirigirnos a nuestros familiares mayores, siempre precedido el nombre por la palabra identificadora del parentesco, vale decir Tío Fulano, Abuela o Abuelita María y siempre de usted; hasta en el colegio cuando llamábamos a la maestra como señorita seguido del apellido y a veces del nombre cuando la propia docente nos pedía que así lo hiciéramos.

En caso de acudir a realizar trámites en instituciones públicas o privadas, se nos solicitaba lógicamente el nombre y el apellido, rara vez el número del documento y se nos indicaba esperar en algún lugar ad hoc y que seríamos llamados, por el apellido.

Efectivamente, al cabo de un cierto tiempo alguien se asomaba al recinto de espera y voceaba un apellido.

Con el correr de los años y especialmente tras la aparición del famoso DNI, quien usurpó el legendario lugar de las libretas de enrolamiento y cívicas respectivamente, con distinción de géneros que a nadie le molestaba.

A mí y mis coetáneos nos correspondieron números de siete cifras, que en muchos lugares remplazaron a nombres y apellidos con lo que casi sin darnos cuenta pasamos a ser precisamente ESO, es decir un número, Aún lo somos y hasta a veces, basta con la mención o demostración tarjeta en mano del último dígito para que podamos o no acceder a ciertos servicios o actividades. Por cierto la famosa Pandemia exageró estas modificaciones.

No contento el moderno mundo con ello, y merced a la ubicua computadora con su correspondiente monitor, una vez demostrada la veracidad de los datos personales, en forma automática nos asigna un número que aparece en la pantalla del operario, habitualmente de dos o tres dígitos y que inmediatamente, una máquina hasta ese momento ignorada por el parroquiano, emite a través de una ranura un tique con el mismo número del monitor. Ahora el cliente ya no solo dejó de ser fulano de tal, DNI tal, sino que quedó reducido a un número, como precisamente me ocurriera ayer en el banco donde tenía turno para trámite presencial, y donde entré convencido de ser Eduardo Da Viá y a los pocos minutos era meramente 002. En este caso utilizando por mi cuenta la operación en una máquina colocada a tal efecto, que emitió un tique con el mencionado número

Escasos segundos después, de uno de los cubículos emergió una voz que dijo DOS¡¡¡¡¡¡¡¡. Al asomarme a la oficinita en cuestión, el agente, sin levantar la cabeza del teclado me preguntó si yo era el dos, a lo que respondí que no, que era Eduardo Da Viá y la máquina me había bautizado con el número 2.

Por cierto el joven se disculpó y esbozó un intento de explicación, que yo interrumpí depositando sobre su escritorio el tique probatorio de mi nueva identidad.

Pero en lugares más tecnificados aún ocurre algo peor: volvamos al momento en que en el monitor del empleado aparece en forma automática el número 002. Se trata de una imagen virtual, vale decir un cúmulo de pixeles que se agrupan bajo una forma que convencionalmente interpretamos como los dígitos cero, cero y dos. Acto seguido se nos indica que debemos esperar en tal lugar hasta que aparezca esa misma configuración, insisto convencional, pero en una pantalla de mayor tamaño. Casi instantáneamente uno experimenta una rara sensación, como si nos desarmáramos o nos diluyéramos, o nos fragmentáramos en millones de diminutos trocitos apenas de un par de nanómetros de tamaño. Claro, son los pixeles que conformaron la imagen interpretada como 002, vale decir mi nueva identidad, pero la sorpresa no para ahí sino que es mucho mayor cuando advertimos que esa misma figura ya está en la pantalla mayor, lo que nos trae la tranquilidad de saber que aún existimos, pero con el agregado de otra imagen paralela, mezcla de letras y números, conjunto que interpretamos como BOX Nº 6, seguido del parpadeo del número y del sonar de una señal auditiva cuyo significado es que debemos concurrir al cubículo 6. De inmediato y como por arte de magia, al apretar el operario la tecla entrada (Enter) aparece mi DNI de siete dígitos; no contento con la respuesta afirmativa a la pregunta de si es ese mi número, se me solicita la correspondiente tarjeta. Sea cual fuere el trámite realizado, queda registrado bajo otro número que debemos recordar sí o sí para futuros pasos.

Recién vuelto a la vía pública verifiqué que seguía siendo una persona, vestido tal como llegué al banco en cuestión, lo que me sirvió de comprobante de mí mismo. Por las dudas me fijé en el reloj y en el celular y como coincidían con la imagen que de ellos tengo grabada en mi memoria, ya pude caminar en paz sabedor que he vuelto a ser Eduardo Da Viá.

Hasta aquí puede que esta introducción les resulte una especie de cuento algo divertido, pero no lo es.

La tecnología nos pixela, y nos incrusta en pantallas bajo forma de números y letras que distan años luz de los Nombres que después de numerosos intercambios de preferencias finalmente eligieron nuestros padres para identificarnos, aparte de los respecticos apellidos, paterno y materno correspondientes en aquella época a un varón y una mujer respectivamente. Hoy es muy probable que ambos apellidos correspondan a dos varones o a dos mujeres.

La transformación de una persona en un número tiene connotaciones prácticas indudables, en especial para estar acordes con la velocidad que este mundo moderno nos exige por cuanto ser 002 es mucho más fácil que Eduardo Da Viá, apellido compuesto que debo deletrear casi siempre para su comprensión y que a pesar de ello resulta escrito con errores.

Nos guste o no, somos un número, con suerte escrito de puño y letra en un trozo de papel que tomo con mis manos y guardo en mi bolsillo, pero las más de las veces somos un grupo de pixeles inasibles, somos virtuales.

Los estadígrafos o estadísticos, como prefieran, son expertos en esto de jugar con los números dando lugar a las estadísticas, sumamente útiles en lo que hace a comercio, industria, consumo etc.

Pero lo terrible es cuando los números son o fueron personas únicas e irrepetibles y ahora son meros pixeles en pantallas de variados tamaños.

Cuando por las noches tenemos a veces la valentía de encender el televisor para ver el noticiero, hay un momento crucial en estos días de pandemia y es cuando en una pantalla gigante, detrás de los locutores que necesariamente deben darnos parcialmente la espalda para leer lo que todos estamos leyendo, pero cuyo contenido se dramatiza en las voces que lo repiten:

Hoy han habido 720 nuevos casos y sólo 4 muertos, lo que nos da un índice de......... y siguen los números, los números que allá lejos, en la recóndita intimidad de la virtualidad, son personas de carne y hueso que o empezaron a sufrir la enfermedad en el transcurso del día, o murieron a causa de la misma.

Quienes son, quienes fueron, a nadie le importa, son meros números o grupos de pixeles, que cuando personas, fueron auxiliados por personal de salud que los trataron como tales, como personas, que se preocuparon por las respectivas evoluciones pero que además, en el transcurso de los días que el destino unió a unos con los otros, , médicos, enfermeras, personal de limpieza, camilleros etc fueron interiorizándose de sus familias, de sus preocupaciones, de sus temores, de sus anhelos, de sus planes cuando sanen, de su imperiosa necesidad de abrazar a sus seres queridos, del miedo atroz de no verlos más. Dejaron de llamarlos por sus apellidos para hacerlo por sus nombres y aún por sus sobrenombres que el mismo paciente espontáneamente les confió, de tal suerte que al finalizar la jornada o el turno de trabajo, cada uno de los trabajadores de la salud se despedían con un "Hasta maña Pepe, hasta mañana Mary.

Al día siguiente Pepe da muestras evidentes de mejoría, pero lamentablemente Mary falleció a las cuatro de la mañana, y ahora ya es un número o un grupo de pixeles para el noticiero de la noche.

Me he tomado el trabajo de averiguar cuanto me demanda pronunciar 15 nombres y apellidos completos: 30 SEGUNDOS, a razón obviamente de dos segundos por persona.

Claro es más rápido decir 15 fallecidos que perder el tiempo en mencionarlos uno por uno, robándole un poquitín de tiempo a la noticia siguiente que da cuenta CON nombre y apellido de cuántos y cuáles jugadores de River han dado positivo el test del Covid.

Para colmo de males, las estadísticas nos agrupan, y aclaro que utilizo la primera persona del plural porque oportunamente tuve Covid y por cierto fui también un número, afortunadamente en el grupo de los pacientes primero y de los recuperados después.

Al llevar las cifras a un cuadro de coordenadas cartesianas se obtiene una curva que facilita la interpretación rápida de los datos.

La novedad, al menos para mí es la utilización de la orografía para referirse al tipo de curva obtenido; por ejemplo AMESETAMIENTO, palabra con la que obviamente se designa una curva que deja de ser tal para transformarse en una paralela a la abscisa (horizontal) y a una cierta altura de la ordenada (vertical).

El amesetamiento trae por lo general cierta tranquilidad a las autoridades involucradas, por cuanto significa que todos los días se muere un número parecido de personas, cuyos cadáveres prolijamente acomodados uno sobre otro describen una forma de meseta.

Lo malo es que esta paralelización de la curva, por lo general ocurre tras un temible "AMONTAÑAMIENTO", en el caso de nuestra querida Mendoza, yo le llamaría "ACONCAGUAMIENTO", y que traslucen la ineficacia de las medidas tomadas para el control definitivo de la enfermedad, lo que resulta lógico y esperable si carecemos del número necesario de vacunas y además vacilamos en la toma de medidas sanitarias cuyos resultados ya han sido probados en otros países.-

Mientras tanto los legisladores se ocupan de proteger, ley de por medio, a la corrupción encarnada en el Estado; como ejemplo un titular de diario mendocino:

"El kirchnerismo logró el dictamen para tratar la reforma del Ministerio Público Fiscal

En medio de una sesión muy caliente, el bloque oficialista del Frente de Todos logró el dictamen para poder tratar en el Congreso la ley de modificación del Ministerio Público Fiscal."

Todo esto en medio de los peores momentos desde que se inició la pandemia en la Argentina, con cifras récord diarias y sin avistamiento cierto de la adquisición e inoculación de la necesarias vacunas.

Total los enfermos y los muertos son simples grupos de pixeles en las pantallas de los monitores oficiales.

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