Bergoglio no es el Papa

" ¿Qué hay del perdón? Claro, eso le corresponde al Papa pero no a Bergoglio, pero resulta que en realidad Bergoglio ya no existe como tal, o al menos no debiera, y como Papa no le queda más remedio que perdonar", escribe Eduardo Da Viá.

Eduardo Da Viá

No, ni Bergoglio, ni Ratzinger ni Wojtyla, ni Roncalli, ni ninguno de los predecesores, dándole el beneficio de la duda a Luciano Luciani, porque todos optaron por seguir siendo lo que eran sin incorporar el rol de Papa en carácter de dedicación exclusiva, previo sincero y total desprendimiento de sus preferencias personales ajenas al Rol a desempeñar.

Y si nos retrotraemos varios siglos en la historia papal, en la Edad Media italiana, entre los años 891 y 932, quince Papas reinaron sobre la Cristiandad durante aquellas cuatro décadas tormentosas, zarandeadas por el erotismo de tres mujeres singulares: la emperatriz Ageltrude, Teodora de Túsculo y, sobre todo, su hija Marozia. Si las tres sedujeron a nobles y Pontífices, Marozia fue la más ávida y sensual. Disfrutó de los placeres de la carne con el Papa Sergio para concluir sus días en el monasterio Corsarum, bajo la férula de la altiva abadesa Eufemia.

Y mientras tanto la grey era mantenida exprofeso en la más absoluta ignorancia; analfabetos, crédulos y supersticiosos, intertanto los Sumo Pontífices se dedicaban a gozar del poder y la carne.

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¿Lo hicieron como Papas?, en absoluto, como hombres de la peor calaña.

Bergoglio, como ejemplo actual, mantiene una lucha soterrada contra el establishment vaticano en la cruzada personal para desinfectar las actuales estructuras de la Iglesia de los virus patógenos inoculados por grupos de presión (lobbies de sotana) para lo que resulta imprescindible que el otrora poder omnímodo de la curia romana se vaya diluyendo y delegando en las estructuras de base. Hasta ahora no lo ha conseguido, pero de todas maneras son batallas cuyos resultados no repercuten en la feligresía, sobre todo en los millones de desamparados por los cuales nada concreto ha hecho hasta ahora.

Sabedor seguramente que el dueto fernandista preparaba la elevación al Congreso de la lamentable Ley IVE, no fue capaz de salirle al cruce oportunamente; y una vez aprobada hizo una referencia elíptica diciendo que el Vaticano (No él) no aceptará jamás una ley de esas características, cuando debió decirlo en primera persona, pero su filiación kirchnerista creo que se lo impidió. Y se molestó, no sé si como Papa o como Bergoglio.

Y ahora está molesto porque tardaron en enviarle deseos de sanación los dos principales responsables de los destinos de los argentinos. Por cierto está molesto como Bergoglio, lo cual a mi juicio no es digno de su condición de Papa.

¿Qué hizo Wojtyla en el segundo papado más largo de la historia de la Iglesia, sino emprender una lucha personal contra el comunismo y Rusia, y representado fundamentalmente por el lamentable muro de Berlín?

Una vez que el muro cayó, se dio por satisfecho sin preocuparse lo más mínimo por los creyentes y no creyentes presos en el oriente alemán que quedaron libres, sí, pero en la miseria y la desorientación, por cuanto lo concreto es que se expandió el territorio en el que estaban confinados, pero no estaba prevista ninguna solución para que rápidamente pudieran vivir una vida digna con acceso a todas las comodidades de sus mismos compatriotas pero occidentales.

El Vaticano les volvió la espalda, el triunfo personal de Juan Pablo II estaba logrado, y Wojtyla siguió viajando y a su lado su mano derecha y sucesor: Ratzinger.

Y qué hizo éste cuando tomó el comando, sino intentar vanamente luchar contra la modernidad que se instalaba en la Iglesia para no abandonarla jamás. Misa en latín, decisión propia de un hombre cultísimo pero que ignoraba que la gente no entiende el latín y eso a la feligresía no le significó ningún beneficio, al contario, contribuyó a la diáspora imparable de fieles. Fue una decisión como Ratzinger, no como Papa.

¿Que mi aseveración expresada en el título de este escrito es un disparate? No lo creo, y paso a exponer mis razones para defender mi supuesto desatino; desde el mismo momento en que un individuo, independientemente de sus particularidades físicas, intelectuales, sentimentales y filosóficas, acepta y es consagrado como Papa, pasa a ser el "Sumo pontífice romano, vicario de Cristo, sucesor de san Pedro en el gobierno universal de la Iglesia católica, de la cual es cabeza visible, y padre espiritual de todos los fieles".

En consecuencia, su accionar no puede ser otro que respetando el más acendrado eclecticismo, el inevitable pluralismo de fieles e infieles, y aceptando que no es el dueño de la verdad aun cuando su palabra esté supuestamente supervisada por Cristo, al cual representa pero sin dejar su condición de humano y por tanto ser falible como como cualquier otro.

Ya la feligresía no cree en la famosa virtud de la infalibilidad papal, que por otra parte, fue un atributo inventado y consensuado por hombres de carne y hueso.

La Constitución Dogmática Pastor Æternus, promulgada por el papa Pío IX el 18 de julio de 1870, tras su elaboración y aprobación por el Concilio Ecuménico Vaticano I, contiene la definición solemne del Dogma de la Infalibilidad Pontificia, que es del tenor literal siguiente:

"...con la aprobación del Sagrado Concilio, enseñamos y definimos ser dogma divinamente revelado que el Romano Pontífice, cuando habla ex cathedra, esto es, cuando, ejerciendo su cargo de pastor y doctor de todos los cristianos, en virtud de su Suprema Autoridad Apostólica, define una doctrina de Fe o Costumbres y enseña que debe ser sostenida por toda la Iglesia, posee, por la asistencia divina que le fue prometida en el bienaventurado Pedro, aquella infalibilidad de la que el divino Redentor quiso que gozara su Iglesia en la definición de la doctrina de fe y costumbres. Por lo mismo, las definiciones del Romano Pontífice son irreformables por sí mismas y no por razón del consentimiento de la Iglesia. De esta manera, si alguno tuviere la temeridad, lo cual Dios no permita, de contradecir ésta, nuestra definición, sea anatema"

Como es dable observar termina con una amenaza: la anatematización, lo que equivale a un sí o sí bajo pena de ley.

Cuando una norma va seguida de amenazas por el posible incumplimiento, es porque ciertamente, quien la emite sabe que van a haber infractores.

Aclarado lo anterior no caben dudas de que Bergoglio como Papa, no puede ser peronista o peor aún kirchnerista, por cuanto de inmediato significa faltar a la condición de ecléctico y ecuánime que como Sumo Pontífice debe caracterizarlo.

El Papado es simplemente un rol, como lo es ser Juez y como debiera ser un Presidente, porque todos son humanos que por avatares del destino llegan a ocupar esos cargos fundamentales para el funcionamiento de una sociedad.

Si toman partido desvirtúan instantáneamente el rol que ejercen, simplemente NO PUEDEN HACERLO, a pesar de que la procesión vaya por dentro.

Respetar los roles es respetar las instituciones por nosotros mismos creadas en respuesta a evidentes necesidades organizativas de la sociedad, y supuestamente tendientes a mejorar las interrelaciones de los individuos y de los pueblos.

No puede un Papa (Bergoglio) tratar fríamente a un Presidente (Macri) y abrazar a una Presidente (Cristina Fernández).

De la misma manera que no puede en su rol de Presidente saliente (Cristina Fernández) faltar a la entrega del mando del Presidente entrante (Macri), por cuanto ambas situaciones, la del Papa y la de la Presidente, no pueden pasar por lo personal y sino por lo institucional.

No puedo menos que establecer un claro parangón con el ejercicio serio y honesto de mi profesión: Médico.

Debo tratar por igual al honesto que al criminal, por cuanto llegan a mí en sus legítimos roles de Pacientes y es mi obligación moral y para colmo juramentado, desempeñar mi rol de Médico con absoluta igualdad. Lo cual no implica que apruebe la conducta del criminal.

"Haz el bien sin mirar a quién", viejo proverbio popular que cuenta incluso con una versión bíblica que quizás se le escape a Bergoglio:

"Proverbios, 3: 27, que dice: "No te niegues a hacer el bien a quien es debido, cuando tuvieres poder para hacerlo".

Ahora al parecer está ofendido, el Papa, porque no llegaron oportunamente las salutaciones de rutina por parte del Presidente Fernández y su homónima adlátere.

Yo me pregunto: ¿Qué hay del perdón? Claro, eso le corresponde al Papa pero no a Bergoglio, pero resulta que en realidad Bergoglio ya no existe como tal, o al menos no debiera, y como Papa no le queda más remedio que perdonar.

Quizás en el fondo, lo que realmente ocurre es que la supuesta delegación directa hecha por Dios a su elegido no sea sino la versión oficial de la Iglesia, cuando en realidad el Papa sigue siendo tan humano como siempre, y en consecuencia sujeto a emociones, preferencias, afectos y equivocaciones como todos los mortales.

Es por ello que el Papa debe ser simplemente eso: El Papa, y es por ello que hasta usa una vestimenta única que lo distingue de todos los demás viandantes.

En su intimidad, podrá gritar de rabia o reír de alegría, más no puede evidenciar sus sentimientos en público, que es donde debe lucir como ecuánime e infinitamente tolerante.

Pero lo peor de todo, como corolario, es que tanto el Vaticano como la Casa Rosada en nuestro pobre país, son reductos inexpugnables donde se tejen todo tipo de contubernios entre individuos, supuestamente arribados con el objetivo único de ocuparse de las necesidades espirituales en el primer caso, y materiales en el segundo, objetivos de los cuales se desprenden en el primer escalón de las suntuosas escalinatas de acceso a los respectivos búnkeres para ocuparse mezquina y traicioneramente a sus intereses personales.

Hasta las inevitables implosiones se procura disimular, pero claro, existen las "filtraciones" y entonces es cuando la implosión explota y la metralla hiere a los inocentes, millones, que no tuvieron nada que ver.

Para ejemplo paradigmático ver el thriller "Argentina post PASO".

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