Análisis

"Negro, me pisaste": Cómo los adultos normalizan el bullying y moldean a los niños como agresores

El criminólogo Eduardo Muñoz da cuenta de prácticas que se han transformado en "normales", sin serlo.

Eduardo Muñoz
Criminólogo. Autor del libro "El Género de la Muerte". Divulgador en medios. Análisis criminológico aplicado a temas sociales de actualidad y seguridad. linkedin.com/in/eduardo-muñoz-seguridad IG: @educriminologo

l entorno escolar es un reflejo de la sociedad, un espacio donde las palabras y acciones de los adultos dejan huellas profundas en la formación emocional y social de los niños. 

Un incidente reciente en una prestigiosa escuela de Mendoza pone en evidencia cómo las conductas discriminatorias de los adultos pueden normalizar actitudes que, en el futuro, derivan en bullying.

¿Cómo influyen los adultos en el comportamiento de los niños y en qué momento un menor se convierte en agresor?

El incidente: cuando las palabras de los adultos hieren

La escena es clara y dolorosa: un niño de 9 años, esperando en la fila para ingresar al colegio, roza sin querer a un padre. La respuesta del adulto es un latigazo verbal: "Negro, me pisaste". Este comentario, lejos de ser una simple expresión, es un reflejo de la discriminación arraigada en la sociedad.

El niño, consciente de la injusticia, pide a su madre que denuncie el hecho. Cuando ella se acerca al hombre, para preguntarle por lo ocurrido, él responde mirando al niño "No te dije negro, te dije negrito. Y si te molestó, discúlpame". Esta actitud no solo minimiza el daño causado, sino que también envía un mensaje peligroso a los niños presentes: la humillación puede ser normalizada.

El papel de los adultos en la formación de agresores

Desde una perspectiva criminológica, el bullying no es un acto aislado, sino en muchos casos, el resultado de un aprendizaje social. Los niños adoptan comportamientos agresivos según lo que observan en su entorno, especialmente en los adultos.

En este caso, el padre no solo agredió verbalmente a un niño, sino que también minimizó el impacto de su conducta, normalizando comportamientos que hace mucho deberían haber sido superados.

Cuando estas actitudes no son sancionadas, los menores pueden interpretarlas como aceptables y replicarlas en la escuela. Este proceso de modelado social es uno de los principales factores que contribuyen a la generación de agresores.

¿Cuándo un niño se convierte en agresor?

El proceso por el cual un niño adopta conductas de bullying es complejo, pero estudios criminológicos identifican factores clave que influyen en su desarrollo:

· Modelado de conductas: Los niños imitan a los adultos. Si ven que el lenguaje discriminatorio o la humillación son comunes, es probable que los reproduzcan.

· Falta de consecuencias: Si los adultos no enfrentan repercusiones por sus actos, los niños aprenden que pueden actuar de la misma forma sin consecuencias.

· Normalización de la violencia: En entornos donde la agresión verbal o física es habitual, los niños pueden internalizar estas conductas como parte de su interacción cotidiana.

En este caso, el padre no solo modeló una conducta agresiva, sino que también la justificó, enviando un mensaje claro a los niños presentes: "Burlarse de los demás es aceptable si luego se disfraza de disculpa".

La influencia de los padres en el comportamiento infantil

Los padres son los principales modelos de comportamiento para sus hijos. Sus acciones y palabras tienen un impacto directo en la forma en que los niños perciben el respeto y la convivencia.

La repetición de estos comportamientos en el hogar o en espacios públicos puede hacer que los niños internalicen actitudes agresivas y las trasladen al ámbito escolar.

La importancia de la intervención escolar

Ante situaciones como esta, es fundamental que las instituciones educativas actúen con firmeza y proactividad. La escuela no solo es un espacio de aprendizaje académico, sino también un entorno donde se forman valores y se construyen relaciones sociales saludables. Algunas medidas clave incluyen:

Repudiar el comportamiento inadecuado y establecer límites claros sobre lo que es aceptable dentro y fuera del aula.

Implementar programas de sensibilización sobre diversidad e inclusión para fomentar un ambiente de respeto mutuo.

Fomentar la colaboración entre padres, docentes y autoridades para prevenir y abordar casos de discriminación y bullying.

No es "generación de cristal", es valentía

Es necesario desmontar el mito de la "generación de cristal". Exigir respeto y denunciar la discriminación no es un signo de fragilidad, sino de coraje.

En este caso, el niño afectado demostró una madurez admirable al reconocer que el comentario era inaceptable y pedir una denuncia. Este episodio nos recuerda que los niños tienen una comprensión clara de la justicia y esperan que los adultos actúen en consecuencia.

Los adultos, en cambio, muchas veces minimizan o normalizan actitudes que perpetúan el abuso y la exclusión. La solución no está en culpar a los niños por ser "demasiado sensibles", sino en asumir la responsabilidad de educarlos en un entorno donde el respeto sea la norma y no la excepción.

El antídoto para estos comportamientos está en la reacción de los demás.

Cuando los menores y adultos al llegar a sus hogares y, con sus familias, dicen: "Hoy en la escuela ocurrió un comportamiento intolerable y no hay que repetirlo",

estamos sembrando las semillas del cambio. Esa conversación en casa, esa reflexión compartida, es la clave para romper el ciclo de la discriminación y el bullying.

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