Análisis

¿Un nuevo David? Sobre héroes y sobrevivientes

Isabel Bohorquez se toma del caso Zelenski/y Trump para hablar de los "David" verus los "Goliat" de la vida. De imprescindible lectura para la reflexión profunda.

Isabel Bohorquez

"Después de cada guerra

alguien tiene que limpiar.

No se van a ordenar solas las cosas,

digo yo.

Alguien debe echar los escombros

a la cuneta

para que puedan pasar

los carros llenos de cadáveres.

Alguien debe meterse

entre el barro, las cenizas,

los muelles de los sofás,

las astillas de cristal

y los trapos sangrientos.

Alguien tiene que arrastrar una viga

para apuntalar un muro,

alguien poner un vidrio en la ventana

y la puerta en sus goznes.

Eso de fotogénico tiene poco

y requiere años.

Todas las cámaras se han ido ya

a otra guerra.

A reconstruir puentes

y estaciones de nuevo.

Las mangas quedarán hechas jirones

de tanto arremangarse.

Alguien con la escoba en las manos

recordará todavía cómo fue.

Alguien escuchará

asintiendo con la cabeza en su sitio.

Pero a su alrededor

empezará a haber algunos

a quienes les aburra.

Todavía habrá quien a veces

encuentre entre hierbajos

argumentos mordidos por la herrumbre,

y los lleve al montón de la basura.

Aquellos que sabían

de qué iba aquí la cosa

tendrán que dejar su lugar

a los que saben poco.

Y menos que poco.

E incluso prácticamente nada.

En la hierba que cubra

causas y consecuencias

seguro que habrá alguien tumbado,

con una espiga entre los dientes,

mirando las nubes".[1]

El poema completo Fin y Principio de [2], premio Nobel, apodada la Mozart de la poesía (recomiendo leer el artículo citado a pie de página) que vivió la ocupación nazi en Polonia y luego el dictatorial régimen comunista durante 40 años, merece ser traído a nuestra memoria.

Para no olvidarnos.

Ni aburrirnos.

Para ser conscientes de la importancia de arremangarnos y comprometernos con la reconstrucción.

¿A qué me estoy refiriendo esta vez?

A Ucrania, a esa guerra tan injusta y tan miserable como todas y que ya lleva poco más de 3 años.

Me refiero al dictador Putin que se cree con el derecho de invadir un país independiente y ha sostenido un conflicto desgarrador tanto para el pueblo ruso como el ucraniano basado en su prepotencia y su convicción de que el poder que detenta es incuestionable. Bravuconada letal e injustificable.

Me refiero a quienes pretenden intervenir en el conflicto sobre la base de intereses propios y la convicción de que tienen el mismo caudal de poder como para hacerlo. Allí las intromisiones pueden provenir de Occidente o de Oriente.

Me refiero a Trump que asume actitudes de dictador dejando a la vista que no todas las democracias son tales si dependen del humor y los arrebatos, aunque se trate de una investidura presidencial alcanzada por el voto popular. Intervenir en la guerra entre Rusia y Ucrania puede resultar otra bravuconada peligrosa con capacidad de daño.

Me refiero también a los países de la comunidad europea que aún están tratando de llegar a acuerdos respecto al respaldo a Ucrania, que por mi parte celebro que se realice en favor del pueblo ucraniano y en favor de Occidente todo, ya que impedir que Putin avance entiendo que implica en parte consolidar la autonomía geopolítica de los países europeos, así como impulsar su auto sustentabilidad. Veremos de qué madera está hecha actual la cúpula dirigencial europea...

El bíblico Goliat del imponente ejército filisteo parece encarnarse una y otra vez en el mapa político mundial...

Yo aprecio con admiración y esperanza al nuevo David ucraniano....

Alguien podrá pensar leyendo estas palabras, que, siendo argentinos, estamos lejos de todo aquello.

¡Qué error tan grande!

Nada de lo que ocurre lejos está en realidad a una distancia tal que no tenga que ver con cada uno de nosotros. Y esa unidad primordial debería ser el principio rector de todos nuestros comportamientos individuales y sociales.

El mundo parece temblar y partirse en muchos pedazos, como en una rueda sin fin donde el aprendizaje de la convivencia pacífica se presenta inalcanzable, pero...quizá haya chances de cambiar esa realidad y que las diferentes regiones del planeta comiencen un camino disímil de defensa y protección frente a tanta ambición desmedida.

Con ropajes de izquierda o de derecha, con consignas de socialismo, comunismo o de capitalismo, liberalismo, cambian las cuentas de los collares de colores, las excusas, los fundamentalismos, en suma, las mentiras para justificar crímenes, negocios y delirios de grandeza.

Occidente peligra en más de un sentido y es necesario advertirlo.

El mundo entero tirita bajo los pies de Goliats de barro y paja.

¿Podrá la gente buena, común, que quiere vivir en paz y en sus asuntos con simpleza, siendo la inmensa mayoría, enfrentar tanta prepotencia organizada?

¿Podremos?

Me aflige cuando esa misma gente, justifica algunas bravuconadas o se aburre de ellas y se olvida.

Me aflige que no miremos lo suficiente para aprender a ser mayoría y vencer a los gigantes.

Dice la tradición bíblica que David, al vencer a Goliat unió a las tribus que entonces eran el Pueblo de Israel...

A veces los débiles, los vulnerables, los comunes y los simples, si se unen, pueden alzar la voz frente a tanta soberbia indisimulada.

Y de eso hay tanto por arremangarse...

Viene a mi memoria una foto que dio vuelta al mundo, escena fotogénica en palabras de la poetisa Wislawa Szymborska, que luego pasó al olvido: fue tomada a un niño de 5 años, Omran Daqneesh, que sobrevivió a un bombardeo en Siria (otra guerra injustificable que comenzó en 2011, provocó una de las mayores emigraciones del planeta y cuyo dictador hace muy poco derrocado huyó a refugiarse en Moscú). El niño no llora, está sentado en la ambulancia y se mantiene tieso, su mirada de tristeza infinita...ese niño es la humanidad misma ¿cómo no abrazarlo? ¿cómo no correr en su auxilio? ¿cómo no hacerle frente a los Goliats que se creen los mejores y los dueños del mundo? ¿cómo olvidarlo?

 Pienso un instante en nuestras escenas argentinas minúsculas que le cuestan la vida a tanta gente también... aquí necesitamos sentirnos todos un poco el David que enfrenta al Goliat del delito y la corrupción, de las mafias transgrediendo y asesinando sin pudor, de la inseguridad que nos respira a diario en la nuca... y unirnos.

Cuando escucho al entorno y al propio presidente Milei decir que son el mejor gobierno de la historia argentina me preocupo, lo observo a su asesor Caputo (no comprendo por qué no le bajó el perfil todavía) o a los influencers que lo rodean y pienso que esos muchachos aún tienen que aprender bastante sobre los gestos necesarios para la reconstrucción de un país, lo mismo me ocurre cuando lo escucho a Manes, también a Kicillof, a Cristina y la lista es tan larga que es aburrida y para el olvido. Todos ellos parecieran sentirse Goliats...

Me hastía el pequeño universo de Perogrullo en el que nos metemos a chapotear los argentinos, cuando hay tanto para arremangarse y nadie tiene el caballo atado, ni se compró el futuro de antemano como para sentirse tan gigante.

Nadie.

Y ya que estamos en nuestro país, pienso en Milei abrazando a Zelensky y recuerdo ese gesto como uno de los más esperanzadores para mí: Argentina dándole la mano a un héroe, a un luchador y a un emblema de lo que se puede hacer teniendo el coraje y la determinación como la del pueblo ucraniano.

Me surge escribir: presidente Milei, no deje solo a su amigo Zelensky.

Se lo pido como ciudadana argentina y como una más del montón de esta humanidad que gime y clama por una existencia en paz.

[1] Wislawa Szymborska, del libro: El gran número. Fin y principio. Hiperión, 1997.

[2] https://letraslibres.com/revista-espana/wislawa-szymborska-1923-2012/

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