La verdad, la mentira, ¿qué nos gusta más?
Un nuevo texto indagatorio del Prof. José Jorge Chade, para explorar en nuestras conductas.
Me entristece darme cuenta de que todavía muchos, quizás la mayoría de las personas, opinan que las pequeñas mentiras, las mentiras que llamamos piadosas, "por el bien" no son del todo malas y que, por el contrario, deberían ser un medio útil para ayudar a los demás.
A la pregunta ¿verdad o mentira? muchos parecen preferir una mentira pequeña de "aquellas piadosas..."
Se trata, dicen, de pequeñas omisiones que a menudo nos ayudan a vivir mejor, a evitar situaciones desagradables, nos permiten a nosotros y a los demás superar dificultades que de otro modo serían insuperables.
El camino del progreso y el retroceso: ¿es nuestro actual escenario?
A veces, siguen argumentando los partidarios de aquella "mentira bien intencionada", que son realmente necesarias.
Creo en cambio, que las mentiras mezquinas, aquellas " por el bien de los demás" no son más que un atajo personal rápido y cómodo, totalmente egoísta, para huir de situaciones que empiezan a complicarse.
Decirnos a nosotros mismos que, al fin y al cabo, se trata de una mentirita para "por el bien del otro", también ayuda a justificar un comportamiento, el de la falta de sinceridad y el engaño, el de "traicionar" la confianza de los demás, que normalmente condenamos y consideramos incorrecto.
Simplemente no estoy, en absoluto, convencido de que las "mentiritas" sean necesarias en algunas circunstancias. Son una ocasión fácil, es cierto, pero a menudo causan mucho más daño del que pensamos.
En primer lugar, socavan enormemente la confianza que los demás depositan en nosotros.
¿Somos confiados o desconfiados?
Si estamos dispuestos a mentir sobre cosas insignificantes, pensemos entonces que pasaría cuando lo que está en juego es más importante y el interés crece.
Perdemos credibilidad engañando a la gente que, como consecuencia, empezará a dudar de nosotros.
La coherencia y la integridad son difíciles de construir y una mentira simple y trivial puede desmoronarlas tan fácilmente como se desmorona el yeso seco de una pared.
En segundo lugar, no ayudan a crecer a los demás. A menudo nos justificamos diciendo que queremos proteger y defender a la gente de sufrimientos innecesarios y con la mentirita cuidamos de ellos.
En realidad, no sólo no les ayudamos a enfrentarse a la realidad, con la que tarde o temprano se encontrarán, sino que sólo nos preocupamos por evitarles el sufrimiento de la confrontación, la incomprensión y su reacción ante nosotros.
Mentir diciendo que lo hacemos por "el bien" es puro egoísmo y sirve de poco. También revela una dificultad para asumir, o haber asumido, la responsabilidad de las elecciones y el comportamiento.
Mentir nunca es lo correcto. Es mejor ser honesto, decir las cosas como son, asumir la responsabilidad y ayudar a los demás a crecer, haciendo lo mismo.
Si realmente queremos a alguien, no debemos dar lo que no nos gustaría recibir, y nadie prefiere que le mientan, aunque sea por "buenas" razones.
No confundir entonces, como se ha dicho antes, con nuestra necesidad, con nuestros miedos o nuestro deseo de complacer a los demás. Lo cual es, por supuesto, muy complicado.
Somos adultos y sabemos que la Pedagogía nos enseña que siempre hay que decir la verdad a los niños y a los adolescentes. De hecho, los niños y los adolescentes tienen derecho a saber la verdad incluso cuando es inconveniente (o cuando nos parece demasiado inconveniente).
Ocultar la verdad, por tanto, es innecesario y contraproducente. Siempre digamos la verdad, con las palabras adecuadas y de la forma correcta y tengamos en cuenta que si se trata de un niño o un adolescente : la verdades un pilar importante para construir una relación sólida de confianza entre padres e hijos y para estructurar el equilibrio emocional de los mismos..