Argentina, entre el caos, la memoria y la oportunidad
La crisis no da respiro: inflación, peleas, jubilados en las calles y una sociedad intolerante. ¿Hay salida? Solo si hay memoria, diálogo y compromiso. La opinión de Lisandro Thomas.
El 2025 se convirtió en el año del desborde. La crisis económica golpea casi sin excepciones, la tensión copa todos los espacios y la incertidumbre atraviesa cada rincón del país. La angustia se volvió cotidiana, y nadie escapa al clima de preocupación que define nuestro presente.
El Gobierno no logra ofrecer respuestas. En el Congreso, el oficialismo se pelea con sí mismo. Las internas se hacen públicas, los escándalos como el de la criptomoneda LIBRA desgastan al gobierno, y las protestas de los jubilados por los recortes de ingresos reflejan una realidad social que ya no puede ocultarse. La gobernabilidad de Milei está bajo presión, y la suspensión de las PASO nacionales sólo profundiza la desconfianza y la sensación de que el juego democrático pierde transparencia.
Mientras tanto, el Presidente insiste en un estilo confrontativo, agresivo, sin matices. En un mundo digital, donde lo inmediato domina, Milei impone un ritmo que cancela el debate profundo. El problema no es solo lo que se propone, sino cómo se propone y quién lo respalda. Las soluciones simples no resuelven problemas complejos.
El país necesita otra cosa: ideas serias, pero también consensos reales. Liderazgos con coraje, pero con empatía. Reformas profundas, pero con legitimidad social. Porque sin una sociedad involucrada y sin diálogo político, las transformaciones no se sostienen. El futuro no se construye desde el capricho, sino desde la inteligencia colectiva.
Es necesario reafirmar nuestro compromiso con la democracia, la ética y las libertades individuales. Defender los valores republicanos no es una consigna vacía: es un llamado urgente frente a un poder que parece desentenderse de los límites institucionales. El intento de designar jueces por decreto y la reacción del Senado son apenas una muestra más de la tensión entre los poderes del Estado.
En este contexto, la historia puede darnos una pista. El 20 de marzo de 1861, un sismo arrasó Mendoza: más de cuatro mil muertos, miles de heridos, caos y ley marcial. Pero en 1863 comenzó la reconstrucción, con calles anchas, plazas amplias, y una planificación
pensada para proteger a la población. Aquel desastre nos enseñó algo fundamental: después del derrumbe, siempre hay una posibilidad. La clave está en cómo se responde.
Hoy vivimos otro tipo de sismo. Social, político, económico. Y, como entonces, la resiliencia será clave. Pero no alcanza con resistir: hay que actuar. Porque el verdadero desafío no es solo tener ideas, sino hacerlas realidad. Y no es solo cambiar las cosas: es hacerlo con otros, sin excluir, sin imponer, sin destruir.
Insistir en las viejas grietas -como la que enfrenta a Milei con Macri- solo debilita el presente y compromete el futuro. La Argentina necesita unidad, adultez política y compromiso ciudadano. La historia nos pide una nueva página. Y no se escribe con odio, se escribe con coraje, memoria y esperanza.
Nunca más sin democracia. Nunca más sin justicia. Nunca más sin un proyecto común.