Lacayos y doncellas: la servidumbre al renacer de la función pública
Dice Mauricio Castillo en esta columna con su opinión: "La versión moderna del servilismo, un disfraz de profesionalismo, ha venido contaminado buena parte de las prácticas institucionales".
Ya dos décadas y un poco más... El escenario: la función pública argentina, desde el Poder nacional, pasando por el provincial, y hasta los gobiernos locales, se ha venido desplegando una escena que oscila entre lo trágico y lo absurdo. Un teatro de roles donde muchas, no todas (personas), parecían y todavía parecen encarnar viejos personajes de las cortes monárquicas: lacayos que obedecen sin pensar, y doncellas que embellecen lo que no tiene belleza.
Diligentes operadores, repiten discursos vacíos, aplauden sin convicción y defienden con entusiasmo cualquier decisión del poder, sin valor a las inconsistencias o cualquier contradicción. Expertas en maquillaje institucional, pulen las apariencias, emperifollan estadísticas, organizan eventos y visten con sonrisas una maquinaria que forma parte de un sistema que muchas veces no funciona., yo diría la mayoría. Intento describir lo que ya pasó y algunos vestigios de sucesos actuales.
La versión moderna del servilismo, un disfraz de profesionalismo, ha venido contaminado buena parte de las prácticas institucionales. Esta lógica no se detiene en lo público; se mantuvo y mantiene en el empresariado, en los círculos de profesionales, en algunas aulas universitarias, en las organizaciones sociales, ni es necesario aclarar lo ya heredado, también en sectores religiosos. A mi juicio, y pido disculpas si hiero alguna susceptibilidad, elegimos la cultura de la obediencia funcional y del simulacro ético, donde, "el qué dirán" pesa más que, "el qué hacer".
Sería injusto detenerme solo en el retrato de la decadencia. Porque que se, y siento que algo está cambiando. Se asoman nuevas generaciones, que ya no quieren ser parte del decorado, sino del contenido. Los que no aceptan ni desean repetir lo mismo, porque están viviendo el resultado, los que se atreven a preguntar, para aprender y que no les enseñen, quienes no buscan puestos sino primero se crean y diseñan propósitos.
Presiento una transformación profunda y necesaria, existen señales concretas. Programas de formación pública con mirada ética, debates abiertos, con equipos técnicos comprometidos con el bien común, movimientos estudiantiles que intentan interpelar con argumentos y propuestas. No es casualidad, es una causalidad de estos tiempos.
La Política, la verdadera, la noble, la que sirve y no se sirve, continúa siendo una herramienta poderosa de dignificación humana y de justicia social, de transformación de la realidad que nos pesa, por la realidad que anhelamos y deseamos. La función pública, lejos de ser un privilegio para unos pocos, debe ser lo que siempre debió ser: una vocación de servicio, transparente, ética y ejemplar.
Una nueva época. Una en la que los lacayos y doncellas del poder sean solo personajes de la historia, o de la literatura, y no parte de nuestras instituciones.
La pregunta es contundente, un interrogante esperanzador y motivador:
¿Y si esta vez SÍ lo hacemos distinto?