Una mirada

La historia de los pozos de agua

El maridaje de temas propuesto hoy por el Dr. Eduardo Da Viá: agua subterránea y raíces. Todo lo que hay que saber.

Eduardo Da Viá

Los pozos de agua han sido una parte fundamental de la vida humana desde tiempos inmemoriales. A lo largo de la historia, las civilizaciones han dependido de los pozos como fuente de agua potable, riego de cultivos y suministro para diversas actividades. En este artículo, procuraré destacar la fascinante historia de los pozos de agua, desde sus humildes comienzos hasta su evolución a lo largo de los siglos.

El descubrimiento de la existencia de agua subterránea apta para beber, seguramente fue casual, durante la excavación de un pozo para otros fines, en zonas donde la napa freática está muy superficial, cuál no habrá sido la sorpresa del primitivo excavador al ver surgir agua.

La historia de los pozos de agua nos traslada hasta el Neolítico, una época en la que se hacía indispensable la explotación de recursos naturales, como el agua, para el desarrollo de actividades económicas, además de para uso personal.

Los pozos son excavaciones subterráneas verticales y cilíndricas que sirven para la extracción de agua de uso familiar, industrial y comercial. Para la obtención de dicho recurso, de forma más sencilla, se emplean bombas sumergibles.

Las excavaciones de agua más antiguas datan del Neolítico y se encuentran en Siria y Chipre. En el primer caso, se trata de un pozo construido hace más de 9000 años, mientras que, en Chipre, esta construcción se proyectó hace alrededor de 10 000 años.

El pozo de agua más antiguo datado de forma confiable se encuentra en el sitio arqueológico neolítico pre-cerámico (PPN) de Kissonerga-Mylouthkia en Chipre, con una antigüedad de alrededor de 10.000 años. Este pozo, el pozo 116, tiene un diámetro circular y fue excavado a través de piedra caliza para llegar a un acuífero a una profundidad de 8 metros

Los pozos se hicieron muy necesarios en el Neolítico, ya que es en esta época cuando comenzaron a desarrollarse la agricultura y el pastoreo. El agua era imprescindible para dar de beber a los animales; regar los cultivos y, también, para el uso y disfrute de las familias.

En el siglo I a. C., la construcción de pozos estuvo regida por el principio de Marco Vitruvio. Este arquitecto romano explicaba que para localizar agua subterránea había que tumbarse en el suelo con la barbilla apoyada, al amanecer, y esperar a ver de dónde salía vapor de la tierra. Ahí era donde se necesitaba una excavación para acceder al agua enterrada. Una regla que se empleó en la construcción de pozos hasta el siglo XIX.

En la actualidad, existen tecnologías con las que extraer agua de forma muy precisa, además de que hay empresas que se dedican específicamente al sondaje, perforación y construcción de pozos.

En definitiva, la historia de los pozos de agua es apasionante, pues no solo intenta darnos una respuesta lógica a la pregunta de por qué se excavaba para extraer agua, sino que conforma una narración de nuestro pasado muy interesante.

A medida que las civilizaciones avanzaban, también lo hacían las técnicas de construcción de pozos. En la antigua Grecia y Roma, se utilizaron métodos más sofisticados para excavar pozos, como el uso de poleas y sistemas de elevación. Estas innovaciones hicieron que la construcción de pozos fuera más eficiente y menos agotadora para los trabajadores.

Con el paso del tiempo, los pozos de agua adquirieron una gran importancia en la agricultura. El riego de cultivos se convirtió en una práctica común en varias civilizaciones, lo que permitió el cultivo de tierras áridas y la maximización de la producción de alimentos. Los pozos de agua se convirtieron en una herramienta vital para los agricultores, quienes dependían de ellos para mantener sus cultivos sanos y productivos.

 Aljibe Andalusí, Andalucía.

La revolución industrial y los pozos

La revolución industrial marcó un punto de inflexión en la historia de los pozos de agua. Con el crecimiento de las ciudades y el aumento de la demanda de agua potable, fue necesario encontrar nuevas formas de extraer agua de manera más eficiente. Fue en esta época cuando se desarrollaron las primeras bombas de agua, que permitían extraer grandes cantidades de agua de los pozos de forma rápida y eficiente.

En la actualidad, los pozos de agua siguen siendo una parte fundamental de nuestra sociedad. Aunque ahora contamos con sistemas de abastecimiento de agua modernos, muchas personas dependen de pozos para obtener agua potable en áreas rurales o donde el acceso a la red de agua municipal es limitado. Además, los pozos de agua se utilizan en la industria, la agricultura y la construcción, entre otros sectores.

En conclusión, los pozos de agua han desempeñado un papel crucial en la historia de la humanidad. Desde los primeros pozos excavados a mano hasta las sofisticadas técnicas de construcción de hoy en día, los pozos de agua han evolucionado para satisfacer las necesidades cambiantes de las sociedades

Pero la sabia naturaleza, millones de años atrás supo de la existencia de agua subterránea, y dada la necesidad imperiosa de acceder a estas napas, desarrolló el más inteligente de los sistemas: la raíz.

Los primitivos agricultores seguramente se sorprendían de ver árboles y plantas creciendo sanos en terrenos absolutamente desérticos, mientras ellos, acuciados por la sed, debían abandonar el lugar en busca de regiones con acumulación de agua bajo la forma de lagos o lagunas, o bien corriente cono arroyos y ríos.

Precisamente la búsqueda incesante de agua estimuló el nomadismo, hasta, como dije anteriormente el descubrimiento de agua subterránea de fluir constante, les permitió frenar las migraciones y aposentarse en zonas donde era fácil obtener agua, no sólo para beber sino para cultivar vegetales y mantener animales tanto de tiro como de alimento.

Con seguridad los primeros pobladores consumían las hojas de las plantas y los frutos de las mismas, desechando las raíces, sin saber que eran las responsables de mantener vivas las plantas.

La humanidad debió esperar hasta el siglo XVII de nuestra era para comprender el funcionamiento de los vegetales.

El primer científico en describir la anatomía de las plantas fue Nehemiah Grew, un médico y botánico inglés, a finales del siglo XVII.

Grew realizó observaciones microscópicas de los tejidos vegetales y publicó sus hallazgos en su obra "Anatomia Plantarum" en 1671.

Aunque existieron estudios de plantas y clasificación de especies antes de Grew, su trabajo fue pionero en la descripción detallada de la estructura interna de las plantas. Grew utilizó un microscopio para observar la estructura de las células vegetales y los tejidos, lo que le permitió realizar las primeras descripciones detalladas de estructuras como el floema vivo de las plantas vasculares que transporta sustancias orgánicas e inorgánicas de una parte a otra de estos organismos, el xilema tejido leñoso de las plantas vasculares, que transporta principalmente agua y minerales de una parte a otra de estos organismos., y el parénquima, tejido vegetal constituido por células de forma aproximadamente esférica o cúbica y con espacios de separación.

Su obra, "Anatomia Plantarum", fue un hito en el desarrollo de la botánica y la anatomía vegetal.

Carl von Linneo fue un naturalista sueco que desarrolló la nomenclatura binómica para clasificar y organizar los animales y las plantas. En 1735 publicó su Systema naturae (Sistema natural), el primero de una serie de trabajos en los que expuso su nueva propuesta taxonómica para los reinos animal, vegetal y mineral.

Teofrasto y Dioscórides fueron dos de los más importantes estudiosos botánicos pre-científicos que hicieron aportaciones en la descripción general de las plantas.

Anatomía de la raíz

Los pelos radicales son los principales responsables de la absorción de agua y sales minerales. Son células epidérmicas alargadas localizadas en la zona de maduración de la raíz que aumentan enormemente la superficie en contacto con el medio externo, y por tanto la capacidad de absorción. Los pelos radicales van creándose y desapareciendo a medida que la raíz va creciendo, puesto que la zona de maduración siempre está a una distancia más o menos constante del extremo de la raíz. El número de pelos radicales puede variar desde 20 a 500 por cm2 en las raíces de los árboles hasta más de 25000 por cm2 en el centeno de invierno. Aunque en una misma especie varía también con las condiciones del suelo

La raíz goza de dos propiedades que le permiten acceder al agua subterránea, que describiera en un artículo previo y que son el hidro tropismo y el tigmo tropismo.

La raíz tiene la capacidad de dirigir su crecimiento en dirección a donde se encuentra el agua mediante su capacidad de tropismo positivo hacia ella, pero el transcurso de su dificultoso camino va enfrentándose a obstáculos, lo más común piedras, o cualquier objeto duro enterrado casual o expresamente como pueden ser los soportes de estructuras superficiales hecha por el hombre.

La solución que encontró la naturaleza, para sortear estos verdaderos retos, fue dotarla de la capacidad del tigmo tropismo negativo, es decir huye del obstáculo y lo rodea hasta superarlo para continuar su camino.

El prefijo tigmo - procede del griego, que significa "tocar", vale decir cuando toma contacto con un obstáculo, lo elude y elige un camino expedito.

En la foto con que ilustro este concepto, tomada el pedemonte mendocino hace un par de días y aprovechando un desprendimiento de tierra espontáneo que dejó expuesta una sencilla plantita de las vulgarmente llamadas "yuyos", y donde se puede apreciar el sinuoso camino que ha transcurrido la raíz y que excede varias veces la altura de la planta origen, sin que pudiera yo saber hasta dónde llega, porque para ello debería arrancarla o exponerla en su totalidad lo cual sería criminal.

Por más yuyo que sea tiene derecho a vivir y ocupa un lugar perfectamente definido en el nicho ecológico en que se encuentra.

ARRIBA: 

Ejemplos de raíces expuestas por distintas circunstancias

Brea en Talampaya.

Gigantesca raíz expuesta en el Cerro de la Gloria.

(Fotos del autor: Eduardo Da Viá)

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