Una posible lectura sobre la odisea de los giles: una ética y una estética de la gilada
La autora de esta nota, Verónica Piñol, propone "una nueva categoría sociológica" para "La odisea de los giles", con una fuerte ironización de la realidad.
Por estos días se han potenciado categorías nuevas para poder expresar algunas situaciones que con argumentos sólidos sería imposible de contrastar. Pero desde que volví a recorrer la película dirigida por Sebastián Borensztein me pregunté porque no enriquecer a la gilipollez como categoría sociológica.
Gil en el diccionario de la Real Academia Española es alguien incauto, ingenuo. Pero el personaje de Ricardo Darín en esta película nos proporciona otra: un gil es una persona que nunca piensa mal, que no cree que haya gente dispuesta aprovecharse de la debilidad de los demás.
Dicho esto, paso algunos sucesos por estos días visto y escuchados por todos/as que pueden alimentar mi propuesta.
Ernesto Tenembaun periodista respetable que está en las mañanas de Radio con Vos en el programa "¿Y ahora quién podrá ayudarnos?" presta el micrófono para que el hijo del pastor del Chaco que visitó Javier Milei por estos días nos cuente que los milagros existen. Para ello este señor dio su testimonio de que su padre tenía 100.000 pesos en su cuenta y que cuando fue a retirarlos se habían convertido en 100.000 dólares.
Me pregunto: ¿esto fue antes o después de la visita del Presidente al evento? Porque aún su vocero no puede justificar cómo entraron por Ezeiza 10 valijas que una Señorita ligada con el nuevo titular de Flybondi entró a la Argentina, ¿será también que esto es un milagro?
Y es con estos hechos que la categoría de gil va construyendo posibles indicadores.
Por otro lado después de la visita al Portal del cielo, nos anoticiamos de la reestructuración de un montón de instituciones históricas de la Argentina productiva (INV, CONICET, INTI, Vialidad, y sigue.) para el bien de nuestra economía que por cierto mantiene a la baja la inflación, que facilita que las clases medias viajen cada vez más, que el mendocino promedio compre muchos cositas en Chile, que la Universidad pública prepare a los pibes (que pueden llegar a ella), para que cuando terminen realicen sus posgrados y sean CEO de empresas extranjeras.
En fin, se sigue engordando la categoría que pasa a su plural de gil a giles sin empleo y en la calle.
Seguimos: otorgamos pozos de agua como si nos sobrara. Todos los años a los y las mendocinas nos recuerdan de su escasez, mientras que cada vez hay más emprendimientos inmobiliarios con casita, pileta y amplias superficies de verdes para regar invierno y verano, ni que hablar en zonas productives, donde las bodegas (emprendimientos boutique) se encuentran en la parte donde más pura es el agua. Ni que hablar de las ciudades del futuro de Suecia que Luján quiere importar a sus territorios del ciberespacio.
Y entonces la categoría de gil que pasó a giles se refuerza y convierte en otra más potente: Gilazos.
Por suerte tenemos tantos coaches que nos enseñan a respirar, a cultivar el amor propio, que nos acompañan a ser conscientes de que ser un gil es una categoría que vos te generás para seguir sanando y convencerte de que el universo te puso en ese lugar por destino.
Y finalmente esta nueva manera política de construir narrativas: ella consiste en que cada una palabra hay una que humilla, denosta, repele, odia, intoxica, excluye al otro/a, pero en esta categoría de gil esa narrativa empieza hacer ruido, porque los indicadores que la constituyen van dando cuenta de algunas incoherencias.
Hay muchos hechos por indagar aún, todos los días nos inundan y parecen ser de otro planeta. Termino de escribir y Netanyahu propone a Trump como posible candidato al nobel de la paz.
¡La categoría de gil ya no da para más y está que explota!
Como dice Cynthia Fluery en su libro Recuperar la dignidad: "La indignación cívica como sentimiento ciudadano- que no está lejos de la desobediencia civil- es un retoño de una democracia naciente, renovada".
¡Sostengo que hay una ética que pulsa en la gilada! ¡No hay mal que dure cien años, ni gil que lo resista!