Opinión

Las sociedades cambian pero los principios no

La periodista, docente y escritora Norma Abdo, en un análisis de la realidd.

Norma Abdo
Periodista y docente

La pérdida de identidad partidaria parece ser un constante en la política argentina tanto a nivel nacional como provincial, de tal forma que el ciudadano de a pie transita una nebulosa en lo que respecta a dirigentes y candidatos. Todo parece una sopa de letras en las "figuritas" que van flotando y mezclándose en un verdadero popurrí que desorienta al elector más avezado. Y ni qué hablar del modo en que se mueven en las ya pseudas campañas electorales. Desaparecieron las plataformas en las que medianamente podíamos orientarnos y ubicarnos hacia dónde iría nuestro voto, respondiendo a objetivos que vislumbrábamos como correctos a nuestro leal saber y entender. Y utilizo esta palabra convencida de que significa no dar la espalda a aquellos principios que se reconocen como pilares de una estructura de pensamiento, más allá de que siempre se irán adaptando a los tiempos, mas nunca claudicando de lo troncal. Hoy abundan los advenedizos, los acomodaticios que bajan sus banderas en aras de una cuota de poder.

Y si de poder se trata no hace falta ser muy astuto para darse cuenta que a los políticos (o aspirantes a ello) en general, sólo les importa llegar bajo la bandera que sea, pero llegar. No importa si hoy está enrolado en el partido o alianza A y mañana pasa a la B o C, aunque sus objetivos sean absolutamente contrapuestos. Triste pero real.

Con históricos partidos desdibujados (si sus fundadores salieran de bajo tierra, volverían caer), con banderas que levantaron durante décadas y hoy caen en el "desuso", olvido o abandono, como se quiera decir. Y no se trata de vivir sin cambios porque las sociedades cambian, se modernizan, se adaptan a los nuevos tiempos, pero nunca abandonan ni se claudica a los principios básicos de coherencia y lealtad. Sin lugar a dudas que muchos padecen de memoria histórica muy corta, comprando espejitos de colores que duran un tiempito y que cuando caen y se rompen, dejan esquirlas por doquier.

En nuestra querida Argentina ya vivimos el "deme dos", el volemos y vivamos en una burbuja. Cuando nuestros padres (y sí, voy a delatar mi edad) nos hablaban del trabajo, del ahorro y de la previsión, pero como jóvenes que éramos, quizás no la veíamos, pero al menos la pensábamos. Hoy les han vendido a los jóvenes que la pueden hacer fácil con las criptomonedas o el juego on line, buscando la inmediatez para vivir exitosamente sin mirar a qué o a quién.

También les han vendido que el que grita e insulta o descalifica, es el fuerte y el que "les canta" la verdad. También están vendiendo que atacar a la política y apuntando a la "casta", es lo que "garpa". Y me permito distinguir entre política y los que pretenden ejercerla vilipendiando a la política como ciencia; los que llegan al poder creyendo que son los dueños de la república o de la provincia que gobiernan; los que se creen dueños de la verdad despotricando contra todos pero al mismo tiempo buscando negociar con quienes los denostan; confundiendo poder circunstancial con eternización en el cargo de turno. La negociación es parte del ejercicio del por. Lo que no es saludable desvirtuar su objetivo es discutir entre partes para llegar a un acuerdo pensando en el bien común y no en el propio.

Pero mal que nos pese, quienes levantamos las banderas de la democracia y la república, hoy estamos frente a un abismo que separa los intereses y necesidades reales de la sociedad, de las apetencias de poder de quienes detentan, en cualquiera de sus niveles, dentro de la estructura de poder. Basta observar las peleas intestinas que tenemos frente a nosotros en cualquiera de los partidos, frente o alianzas, gobernantes o no, en el oficialismo y en la oposición, olvidando la responsabilidad que importa gobernar, legislar e impartir justicia.

No perdamos los principios que mantienen viva la memoria histórica.