Un viernes no es igual al otro
La primera parte de la novela Bonarda y Malarda llega a su fin, recuerden que en Memo pueden encontrar todos los capítulos. Seguiremos con la segunda parte muy pronto. Lo cuenta Marcela Muñoz Pan.
Don Pedro caminaba feliz entre los viñedos de su amigo de toda la vida con Don Juan Francisco, grandes filósofos de la vida, si bien eran ingenieros, también les gustaba la poesía, charlar de la vida, del tiempo, de tantos momentos compartidos, conversaciones que sembraron entre los Malbec, que ya se estaba destacando y se convertiría en la uva insignia de Argentina, junto a otras variedades tintas y blancas que se utilizaban para el consumo interno y la producción de alcohol vínico.
La vitivinicultura en Mendoza experimentó una modernización desde la llegada de los inmigrantes, finales del siglo XIX, el departamento de San Martín, Mendoza, se consolidó como la mayor zona productora de vinos y superficie cultivada con vides de la provincia, orientada al mercado interno de consumo masivo y vinos comunes. Don Juan y Don Pedro construyeron en el este mendocino, un mundo vitivinícola con la modernización de esa época su lugar en el mundo, apostando a las tradiciones y proyecciones de un futuro prometedor, apostando a esta variedad que, si bien no será de esta zona, se incursionó igualmente.
En los días viernes, que se embriagaba la primavera, Don Juan tenía la costumbre de invitar a sus amigos heterogéneos en edades y profesiones y ahora que sabía que Pedro y Bonarda tendían su primer hijo o hija, le sobraban las razones para brindar en su nueva casa, muy original para la época, junto a su bodega y con la esperanza que sus plantaciones de Malbec, dieran sus frutos. Así es que ahora los hombres se empezaron a encargar de los festejos, por supuesto que siempre con el asesoramiento de Doña.
Juan Francisco había viajado mucho con su esposa y siendo ingenieros los dos imaginaron ese lugar de la Calle Miguez como una casa que siempre estuviera abierta a los amigos, siendo los viernes el día donde las copas brillarían en los brindis que no eran tan fugaces los viernes eran momentos compartidos que les recordaba a personajes, siluetas, aromas, pasiones sentidas y siempre que hay encuentros de amigos o de amores, está presente el vino. Ningún amor es igual a otro, ningún viernes es igual a otro y ningún vino es igual a otro. Amigos de toda la vida como Don Pedro y que ahora también se sumaba Don José, el esposo de Bárbara, los amigos en tránsito que venían por ese viernes u otros viernes, pero amigos siempre. Una casa que se abre con el corazón y se cerraba con la miraba al firmamento agradeciendo lo vivido, lo soñado, lo amado, así hasta el otro viernes, uno era distinto del otro, uno podía ser muy intenso, otros como mariposas que pasan y se van, pero dejando un sinfín de posibilidades. Un verdadero espacio de encuentros.
Una mañana llega a la casa de cada una de las hermanas la invitación especial de Don Juan Francisco: "Con hondos sentimientos y esperanzas los invitamos el próximo viernes a degustar nuestro nuevo hijo: nuestro primer Malbec." Pedro se quedó sorprendido por la noticia, no entendía muy bien si es que su amigo iba a ser padre como él y le pondría Malbec o si la noche que le había confesado que quería plantar Malbec, lo había hecho y realmente dio sus frutos, suponía que su amigo se lo hubiera dicho, Bonarda le decía: bueno a lo mejor quería darnos una sorpresa, por supuesto que iremos a acompañar a nuestros amigos.
Viernes donde un nuevo vino llegaba al mundo, todo lucía con una pulcritud y aromas de olores a cepas nuevas, a una casa que inspiraba a los artistas, músicos y poetas, ese atardecer en la casa y bodega de Don Juan sería un viernes más que una metáfora. Las barricas de madera hechas sillones con fundas blancas blanquísimas, serían las protagonistas, el color rosa viejo con un toque terracota, del que se había pintado nuevamente la casa, los jardines extensos y verdes, las flores, las hebras de luz que colarían sus destrezas entre el cielo y la tierra.
Al llegar los invitados, que se iban subyugando con ese entorno familiar y paradisíaco, el universo empezó a descorchar esos momentos que seguro serían inolvidables, que harían una gran historia, nada sería igual, todo sería lo menos parecido a lo mismo. Al tomar la palabra el dueño de casa y alzar una copa con un Malbec, bajando la música y tomando por la cintura a su esposa, mirando con brillantez a sus amigos, emocionado dijo: Amigos hemos dado a luz a nuestro hijo Malbec, de expresión juvenil, fresco, descarado, atrevido, pero sobre todo sensible y humano, un vino que invita a la charla fresca, que siempre va bien con los amigos, y todos los días alegra el alma por su alma libre. Le decimos el niño, porque siempre nos sorprende, y sorprende a todos los amigos que con él se dejan deslumbrar, y cuando lleven sus copas hacia la nariz sientan sus matices de ciruelas maduras y su sabor, este gran vino, este nuevo niño, acompañará esta noche de asado, los guisos, las pastas con salsas de tomate y queso. En fin, para disfrutar la vida. Le decimos el niño, porque siempre nos sorprende, y sorprende a todos los amigos que con él se dejan deslumbrar. Un equilibrado Malbec que deja verse entre las hileras, que no necesita madera porque en su esencia esta la juventud, pero también la valentía de aquel que sabe que puede alcanzar la meta impuesta. Los invitamos a compartir esta felicidad.
Pedro y Bonarda, inmediatamente fueron a abrazarlos y felicitarlos, emocionado Pedro por su amigo que cumplió un sueño que ahora sería el sueño de todos, ver crecer sus hijos de la madre naturaleza en todas sus expresiones. Ya casi que nadie podía esperar al viernes, el día de venus, el día añejo pero nuevo, el día para querer más aún a los que queremos, como si fuera el fin del principio prometedor, un día que se va trasladando por todo el fin de semana en las acequias, en los parrales buscando los trotamundos de amistades que sellaron otros vinos, como una arquitectura perpetua de pasiones.
La tardecita se iba escondiendo, las alegrías sumando, familias y amigos sellaban un capítulo que vendrían con nuevos amaneceres, porque el sol sale por el este, como decía Don Javier Vrana. Setiembre llegó con la energía de esa Mendoza Este donde se abría un período de claridades y sin dudas, disfrutar del esfuerzo por el trabajo en la tierra, de nuevos nacimientos, amistades profundas y armoniosas. Celebrar la vida, el vino. Está escrito en la tierra de las bondades.
La noche llegó y el nacimiento de la hija de Pedro y Bonarda, Alicia