Despedida

Giorgio Armani ha muerto: adiós al poeta de la medida que creó mucho más que un imperio de la moda

Un artículo de Il Fatto Quotidiano escrito por Beatrice Manca, periodista, licenciada en Edición y Magister en Periodismo por la Escuela Rai de Perugia. Trabaja en Fanpage en la sección Estilo y Tendencias. Al cuidado de José Jorge Chade, presidente de la Fundación Bologna Mendoza.

Aunque la sucesión ya se había preparado desde hacía tiempo con Leo Dell'Orco y su nieta Silvana Armani, el vacío que deja el diseñador será difícil de llenar

El destino es algo extraño. El conjunto de elecciones, coincidencias y encuentros fortuitos que dan forma a una existencia. Giorgio Armani, diseñador y empresario, se convirtió en el rey de la moda italiana sin haber soñado nunca con ser diseñador. 

Artista de las proporciones, poeta de la medida, capitán con visión de futuro, Armani ha creado mucho más que un imperio de la moda: ha inventado una idea de elegancia cortada y cosida para la vida real, eligiendo siempre el camino de la concreción sobre la teatralidad, el buen gusto sobre la provocación.

De la medicina a la moda: la biografía de Re Giorgio

En la biografía de muchos diseñadores, la fascinación por la moda llega muy pronto, incluso desde la infancia. Giorgio Armani no es uno de ellos, en parte porque su infancia estuvo marcada por la guerra, el miedo a los aviones y los despertares en mitad de la noche para esconderse en el sótano. También corrió el riesgo de perder la vista cuando unos niños prendieron fuego a pólvora demasiado cerca de su cara. Tras mudarse a Milán, se matriculó en la facultad de Medicina de la Universidad Estatal sin una vocación especial, según él mismo admite, ni un deseo particular de ser médico. 

Murió a los 91 años Giorgio Armani, el diseñador que revolucionó la moda italiana

El servicio militar interrumpió sus estudios y, a su regreso, no retomó los exámenes. En su lugar, fue a La Rinascente de Milán con la intención de encontrar trabajo, cualquier trabajo. Lo asignaron al departamento de ropa, pero allí no llegó la llamada del destino. De nuevo, otra tirada de dados: el encuentro con Nino Cerruti en 1965, diseñador y fino descubridor de talentos, que lo llamó para trabajar con él y le dejó diseñar la línea Hitman. 

En una época en la que la palabra «estilista» aún no existía, Cerruti vio en el entonces desconocido Giorgio Armani un gusto excepcional, un ojo único. A posteriori, es fácil darle la razón.

El primer desfile y el nacimiento de Emporio Armani

De nuevo intervino el azar, el destino, las Moiras, como prefieran llamarlo: otro encuentro, esta vez con Sergio Galeotti en Forte dei Marmi en 1966. Fue él quien le animó a dar un paso más, quien le sugirió que diseñara por encargo y se estableciera por su cuenta. El punto de inflexión llegó en 1974, con el desfile que finalmente llevó su nombre en Florencia. Al año siguiente nació Giorgio Armani Spa, que desde 1976 también vistió a la mujer. La de Armani fue una revolución llevada a cabo en silencio, hecha de cortes y puntadas medidos con precisión quirúrgica: sus trajes querían vestir a una mujer segura de sí misma que entraba en los lugares de trabajo sin pedir permiso. En los albores del power dressing, Armani diseñaba trajes hechos para ser usados y no solo admirados, para seguir el cuerpo, acortando la distancia entre las pasarelas y las tiendas. La función se une a la forma. Armani tomó la chaqueta, su joya de la corona, y reescribió las reglas de la sastrería desmontándola, desenfocándola, haciéndola más ligera y relajada en los hombros. En una palabra, desestructurándola. Sería un error considerar hoy a Armani un conservador: fue un innovador con guantes de seda.

La portada de Time y el éxito de American Gigolò

Los años ochenta fueron años de gran crecimiento, afirmación y éxitos. En 1981 llega la línea más joven e informal, Emporio Armani, con el famoso logotipo del águila (dibujado garabateando al teléfono). En 1982, la consagración de Time, que lo puso en portada por su «gorgeous style», su magnífico estilo. Un honor reservado antes que él solo a otro diseñador (Christian Dior) y solo a otro italiano (Pirandello). Histórica es la rivalidad, sabiamente adornada por la prensa, entre Giorgio Armani y Gianni Versace: clásico y discreto el primero, bohemio y atrevido el segundo. Sin embargo, juntos llevaron la moda italiana en todas sus variantes al mundo, haciéndola triunfar en Hollywood. El cine le debe mucho a Armani, y viceversa: en American Gigolò, Richard Gere saca del armario camisas, chaquetas y corbatas a juego de Armani. Fue mejor que cualquier anuncio publicitario: un estilo nuevo, para un hombre nuevo. Justo cuando todos los focos estaban puestos en él, llegó la sombra de la prematura muerte de Sergio Galeotti, con quien había construido su empresa y compartido su vida durante años. Galeotti murió a los 40 años, víctima del sida. Años más tarde, Armani confesó en una entrevista al Corriere: «Cuando murió Sergio, murió una parte de mí».

El estilo Armani

A lo largo de los años, nunca ha modificado su estilo, sino que ha optado por avanzar con pequeños retoques, variaciones sobre el tema, en consonancia con su mayor cualidad: la coherencia. Es la elegancia concreta que resiste los vaivenes del tiempo y las modas, sin dejarse seducir por las tendencias. Es el traje azul noche que nos salva cuando no sabemos qué ponernos. El estilo Armani es discreto sin ser tímido, serio sin ser aburrido, impecable sin ser snob. Pero Giorgio Armani no se limitó a la chaqueta: su sentido esencial de la elegancia se abrió a las sugerencias del viaje, en particular a las influencias orientales, las transparencias y los bordados preciosos. Junto a su icónico azul noche, símbolo de clase y encanto, Giorgio Armani inventó un nuevo color: el greige, un tono neutro a medio camino entre el gris y el beige, inspirado en las arenas del Trebbia (El Trebbia es un río del norte de Italia de unos 120 km de longitud, afluente del Po). Y aún más: el denim de Emporio Armani, las fragancias unisex, las líneas deportivas de EA7, la larga historia de amor con el cine coronada por películas como El lobo de Wall Street. En 2005, el diseñador realizó su sueño de desfilar en la Alta Costura de París con la línea Armani Privé, una presencia fija en las alfombras rojas. Con un vestido de Armani nunca se falla, y el diseñador ha sido muy cuidadoso a lo largo del tiempo en convertirse en una figura imparcial, estimada incluso por aquellos que no aman o no siguen la moda. ¿Es casualidad que haya sido el diseñador elegido por Giorgia Meloni para presentarse como primera mujer presidenta del consejo? Armani, desde este punto de vista, ha sido un diseñador apolítico: es un orgullo nacional, transversal, capaz de poner de acuerdo a casi todo el mundo.

La solidaridad y el compromiso cívico de Giorgio Armani

A pesar de tener los números para hacerlo, Armani nunca quiso ceder la marca a los conglomerados del lujo internacional. Tampoco quiso jubilarse y dejar su empresa en manos de otro diseñador. Al contrario: a sus 90 años, dijo de sí mismo que había diseñado sus colecciones más bonitas. Hay una imagen que cristaliza más que ninguna otra el minucioso compromiso que Armani siempre ha dedicado a su creación: las fotos virales en las que arregla los maniquíes de la boutique de la via Montenapoleone (Milán), un trabajo que cualquiera podría haber hecho por él. Si Giorgio Armani se ha ganado el corazón de todos los italianos no es solo por sus trajes o por su sentido único del estilo, sino por su continuo compromiso con los demás. De forma discreta pero concreta, como un auténtico caballero de otros tiempos. En febrero de 2020, fue uno de los primeros en decidir celebrar su desfile a puerta cerrada, intuyendo los riesgos del coronavirus y protegiendo así a sus empleados e invitados. 

Cuando estalló la guerra en Ucrania, justo durante la Semana de la Moda de Milán, desfiló en silencio, sin música, en señal de respeto. Luego donó 500 000 euros a la Organización de las Naciones Unidas para los Refugiados. Y aún más: tras los incendios que devastaron Pantelleria, isla que considera su segundo hogar, estuvo en primera línea para ayudar a las comunidades afectadas. Aunque la sucesión ya se había preparado desde hacía tiempo con Leo Dell'Orco y su nieta Silvana Armani, el vacío que deja el diseñador será difícil de llenar. Con él, la moda podía contar con una cualidad tan necesaria como subestimada en un mundo dedicado a la viralidad: el sentido de la mesura. El rey ha muerto, larga vida al rey.

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