Opinión

¿La política condiciona a la economía o la economía a la política?

Un análisis a fondo y cronológico de las vinculaciones entre economia y política, preparado por Fernando Gentile.

Fernando Gentile
FG & Co.Consultor y Mentor. Estrategia y Liderazgo.

Después de varias décadas con una dirigencia caracterizada por surgir de la "escuela" de la política, solo tuvimos algunos ejemplos de empresarios u outsiders que tuvieron la posibilidad de conducir los destinos de la Argentina.

En todos esos largos años, en que los presidentes e integrantes del Poder Ejecutivo provenían de la política, el imaginario colectivo -incluido el periodismo político en general- asumía que la situación económica condicionaba a la política. Se pensaba que las consecuencias de una crisis económica desestabilizaban al gobernante de turno y que, por eso, recurrían a recetas de efecto de corto plazo para sobrellevar la situación y atenuar los efectos de esas crisis. También era un pensamiento válido inferir que la adopción de medidas "populistas" se debía a que la mayoría de los políticos no tenían formación económica o no conocían de economía. Lo que queda claro de toda esta experiencia es que la política padeció la economía, pero que, al mismo tiempo, recurrió a ella para lograr lo que la política necesitaba.

En estos ejemplos que recuerdo, solo hemos sido gobernados en dos oportunidades por personas que no estaban formadas en la "escuela" de la política. Es el caso del expresidente Mauricio Macri, quien fue y es empresario. Tuvo su primera experiencia dirigiendo los destinos del club Boca Juniors, con éxito deportivo y económico, donde obtuvo reconocimiento y popularidad. A partir de allí formó un partido político con un argumento que la sociedad comenzaba a demandar -ya había comenzado a sonar el "que se vayan todos", si mal no recuerdo, resurgiendo la exclamación popularizada en 2001- y así surgió este nuevo espacio político que alcanzó la Jefatura de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires durante varios períodos, con buenos resultados en general. Rápidamente se proyectó a nivel nacional, peleando posiciones de poder con el kirchnerismo.

Fernando Gentile, autor de esta nota.

Aprovechando esa proyección y, principalmente, el decaimiento de la situación económica junto a los numerosos casos de corrupción denunciados sobre la expresidenta Cristina Fernández, el PRO, como integrante de una alianza, llegó al poder. El análisis que hacíamos como ciudadanos era que un empresario -con todo lo que implica en conocimientos de gestión, control y administración-, después de haber pasado la prueba de la jefatura de gobierno de la capital del país, llenaba de esperanzas a un gran número de argentinos que anhelábamos y aspirábamos a lo mejor para Argentina. El mensaje era contundente, con convicción y en línea con lo que los votantes demandaban. Los inicios fueron con buenas sensaciones: se tomaron medidas sobre la economía, se liberó el cepo al dólar, se buscó volver a estar en los ojos del mundo con una mejora en la política internacional, y todo parecía mejorar. Hasta que la política se hizo sentir. El tratamiento de la Ley de Jubilaciones, la pedrea al Congreso, los acampes y piquetes, la suba del dólar, el endeudamiento con el FMI, la fuga de capitales, etcétera, llevando a esta situación a una analogía con el fútbol: fue un aceptable y expectante primer tiempo, pero un segundo tiempo carente de ideas, con poco resto físico y con un par de goles en contra. Una gran decepción, ya que la expectativa de un cambio era muy importante. Aquí tuvimos una muestra de que la política incide, presiona y condiciona la economía. Si analizamos cómo fueron sucediendo los hechos, podemos observar causa y efecto como una secuencia de un proceso estructurado y lineal. También pudimos observar que la pérdida de convicción del expresidente Mauricio Macri y el "volantear" según el termómetro popular y las presiones políticas afectaron su imagen, su gestión y la posibilidad de aspirar a una nueva oportunidad.

Así, el escenario era complejo. Los ciudadanos manifestaban descontento hacia lo ocurrido en los últimos gobiernos, rechazo por la corrupción; la crisis económica se estaba haciendo crónica; había un clima social enrarecido y un gran problema de pobreza. Esto dio lugar a que se recurriera a una política mesurada y concertadora que, hasta ese entonces, podía representar la figura del expresidente Alberto Fernández. Es decir, que la deficiente gestión de política y la creciente crisis económica requerían buscar un político para que solucionara la política. Lo que ocurrió durante este período es conocido, y sin cosas a destacar. Lamentablemente, fue el peor gobierno y gestión de la historia democrática argentina, según mi humilde opinión.

Demás está decir que, al mismo tiempo, surgía un economista "políticamente incorrecto" que mostraba rechazo hacia la "casta" política, enaltecía las ideas de la libertad y de la propiedad privada, promovía el concepto de gastar menos de lo que ingresa y de dolarizar la economía (lo cual nos llevaba en parte, al recuerdo de los efectos positivos de la convertibilidad), y así llegó al Congreso y, posteriormente -y para sorpresa de muchos- al Ejecutivo Nacional. Javier Milei es el segundo caso de presidentes que provienen de un ámbito distinto a la política. Era la representación de lo que muchos ciudadanos pretendían: alguien que no tuviera ni los rasgos ni los vicios de la política. Entiendo que por eso tuvo gran aceptación entre los jóvenes y la mayoría de los votantes.

Desde aquel diciembre de 2023 hasta estos momentos, nadie puede discutir los avances de la macroeconomía argentina, la mejora en la política internacional y la apertura al mundo, la eliminación y flexibilización de muchas normas y burocracia y el reconocimiento de Argentina en el mundo. Sobre lo que sí podemos debatir son las dificultades que tienen los ciudadanos en su economía doméstica: los jubilados y discapacitados, empresarios pymes y emprendedores (que no tienen la culpa de lo que hicieron otros y todos los gobiernos en Argentina y, sin embargo, todos los gobiernos -independientemente de su ideología y bandera política- les hacen padecer las consecuencias negativas de su gestión o de las supuestas medidas para solucionar o arreglar lo que anteriormente se hizo mal) y los supuestos hechos de corrupción que se han conocido. En caso de que sean ciertos, no harían más que ratificar que la corrupción está enquistada en el Estado argentino en todas sus formas, ideologías y modalidades.

Dicho esto, considero que estamos nuevamente ante un claro ejemplo de que la economía, por más efectiva que sea y aunque sus resultados sean altamente positivos, requiere necesaria e incondicionalmente de la política. No de cualquier política, sino de la buena política: la que habla de cambiar la realidad de la gente, de transformar la vida de las personas para lograr un mejor futuro.

Si bien no tengo uso de razón de haber visto o conocido algún político que la represente, estoy convencido de que Argentina tiene un muy buen material humano y profesional. En estos momentos le hace falta política a la economía; hace falta llegar a la gente con un mensaje cercano, respetuoso y empático; hace falta más política a la economía para lograr acuerdos políticos; hace falta confrontar menos y negociar más (no para que ganen más los políticos que negocian, sino, para que gane más el país y su gente); hace falta más política para acercarse a los más vulnerables, a los jubilados, a los discapacitados, a quienes hay que tender la mano. Hay que ser humanos. Muchas personas, ya sea por edad o por alguna discapacidad, no pueden defenderse y reaccionar a las crisis económicas de igual forma, que el resto de la población, y ni que hablar que los "politicos" (incluyo a los integrantes de todos los poderes, y en todos los niveles, nacional, provincial y municipal). Lo mismo ocurre con los niños: no pueden esperar; quienes no se nutren adecuadamente en su infancia no tendrán las mismas posibilidades y oportunidades que el resto de la población cuando sean adolescentes o adultos.

Siempre se pone el ejemplo de una familia que no puede gastar más de lo que le ingresa para poder vivir, y así debe hacer el Gobierno.

Yo voy a ir por otro ejemplo: voy a considerar una empresa que está en una situación de crisis y que, por supuesto, quiere y desea continuar trabajando, pero necesariamente tiene que tomar medidas. La empresa puede hacer un ajuste sobre su personal, sí, es factible. Puede analizar su situación y modificar su estructura para ser más eficiente. Puede pedir a su personal que entienda la situación y que por unos meses no tendrá aumento de sueldo, pero que se necesitará redoblar esfuerzos. Por supuesto, si la dirección de la empresa lo propone y los empleados lo aceptan y se implican, es muy loable de ambas partes. Puede hablar con sus proveedores y pedirles que lo apoyen con esta situación y que puedan extender sus plazos de cobro. Puede hablar con los bancos para que también lo apoyen y le extiendan los plazos. Y así podemos hacer con cada área de la empresa. Esto se puede lograr, pero siempre y cuando los propietarios y gerentes sean los primeros en llevarlo a la acción. Deben dar el ejemplo. No surte el mismo efecto que solo el accionista principal sea quien lo hace y el resto no; lo deben hacer todos.

En este ejemplo me interesa destacar dos cosas que, para mí, son las más ejemplificadoras:

 a) Se puede pedir que la gente acompañe, pero por un corto plazo; no puede extenderse indefinidamente. ¿A qué voy con esto? Todos los gobiernos le piden esfuerzos a la gente desde hace varias décadas, pero ese esfuerzo no puede ser eterno. 

b) Los acuerdos se logran desde el respeto, las negociaciones, la escucha activa y las conversaciones en buenos términos.

Como conclusión, la política está totalmente interrelacionada con la economía: ambas se necesitan, ambas se condicionan y ambas confluyen. Carecer de alguna de ellas debilita y desnivela cualquier gestión y genera escenarios controvertidos y turbulentos que se podrían evitar.

Por último, y a modo de reflexión y petición...

Poder Ejecutivo, Poder Legislativo y Poder Judicial: deben dar el ejemplo: deben ser los primeros en mostrar a la ciudadanía cuál es el camino con su propio ejemplo.

Poder Ejecutivo: la política macroeconómica e internacional son adecuadas, la convicción sobre el rumbo es acertada, pero se requiere humanidad, respeto y consenso. Reitero, consenso para beneficiar al país y a sus ciudadanos, no a los políticos o partidos que lo llevan a cabo.

Poder Ejecutivo: hay que dar el ejemplo. Si se lucha contra la corrupción y se prescindió de quienes se desviaron del camino, también se lo debe hacer con todos; de lo contrario, caemos en lo mismo que criticaron y en lo que basaron su plataforma política y de gobierno. Si hay sospechas de corrupción, en cualquiera de sus formas, de personas de LLA, deben ser excluidas hasta tanto la justicia aclare su situación. No se debe ser contundentes con algunos y tibios con otros, solo por conveniencia y relaciones personales. Esta situación oscurece más de lo que aclara.

Poder Legislativo: hasta el momento no han sido ejemplo de nada. Se observa poco trabajo, dietas abultadas y la prioridad de beneficios propios o partidarios, pero no del país y mucho menos hacia los ciudadanos.

Poder Judicial: la ley debe demostrar ser igualitaria para todos los ciudadanos. Una persona que tiene condena, que por razones de edad o las que sean, tenga el privilegio de estar en un departamento en una zona importante de la Capital Federal, gozando de innumerables privilegios -visitas, llamados telefónicos, uso de redes sociales, salidas a su balcón, etcétera- provoca crispación en la ciudadanía. No establece el orden de premios y castigos a quienes cumplen o no la ley. Y así podría hacer un extenso detalle de todo lo negativo que genera este tipo de "privilegios" ... no sé si la justicia lo hace por miedo a la señora Cristina Fernández o bien porque ella tendría mucha injerencia en la justicia.

Complemento a los comentarios anteriores

Los gobiernos de estilo e ideologías populistas y socialistas, como en los casos de los expresidentes Néstor Kirchner y Cristina Fernández, nos han demostrado que, con una fuerte gestión política, pueden sostener su poder durante más tiempo. Dejan de lado las cuentas públicas y el equilibrio fiscal y se concentran en todo lo necesario para mantenerse en el poder, logrando el fin sin importar mucho los medios. En otras palabras, el político sabe qué debe hacer para obtener votos y trabaja para eso; no para regularizar las cuentas, lograr crecimiento económico, generar condiciones para crear empleo, fundar empresas, atraer nuevos inversores, alcanzar seguridad y estabilidad, o mejorar servicios públicos como salud, educación y seguridad. Su objetivo es mantener contentos a sus votantes, pero controlados.

A pesar de padecer subidas en el tipo de cambio, inflación, pobreza, indigencia e inseguridad, estos gobiernos se hacen fuertes en situaciones económicas debilitadas y vulnerables, apalancando su poder de voto mediante la asistencia y el clientelismo político. En estos períodos, claramente la experiencia y gestión política relativizó la gestión económica.

En los períodos transcurridos desde 1983 hasta 2002, podría destacar a dos personalidades con gran formación política -diría que, a mi entender, dos políticos destacados-, por supuesto con sus aciertos y errores. El expresidente Raúl Alfonsín fue un buen gestor político con grandes falencias en la economía; sin embargo, tuvo una fuerte convicción en la defensa de la democracia. Fue una persona con gran oratoria, buscó el consenso y mostró respeto. Su debilidad claramente fue su plan económico y la hiperinflación, y allí la política utilizó a la economía para poner fin anticipadamente a su mandato.

Por otra parte, en la presidencia de Carlos Saúl Menem el expresidente tuvo una gran gestión política y un buen primer gobierno en lo económico; era un gran seductor para los partidarios y también para la oposición. No obstante, la aparición de denuncias de corrupción y algunos hechos que sucedieron durante su gobierno afectaron y debilitaron su gestión, por encima de una situación económica que iba camino a una gran gravedad, por lo cual la política no logró sostenerlo.

Vemos esta relación inseparable -política y economía, economía y política- con mutua influencia: ante un mal paso en alguna de ellas, hace prevalecer a la otra; y cuando no hay cierto equilibrio entre ambas, pone en riesgo a la gestión y al poder de turno.

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