Capítulo XIX

El turismo del este en Barrio Las Malardas

Aquí, Marcela Muñoz Pan desarrolla la II parte Novela Bonarda y Malarda.

Marcela Muñoz Pan

La hermana de Bonarda, Malarda, tuvo una epifanía la noche del 8 de setiembre, mientras se despertaba somnolienta y sin entender si lo que veía era fantasía o realidad, se le apareció la Virgen en sus sueños que claramente le decía: en Barrio Las Malardas se hará la fiesta del turismo, piensa, crea y difunde.

Las ciudades del este ya habían manifestado un acelerado proceso de urbanización y crecimiento: nuevos barrios, construcciones públicas y privadas. El Barrio Las Bonardas cada vez tenía más habitantes, espacios verdes comunes, pero a Malarda (Bárbara) esa noche de la epifanía supo que tenía que sugerir hacer otro barrio, pero con su nombre, el nombre de Malarda, cuando era más díscola y caprichosa, recordemos que después decidido cambiar su nombre por Bárbara. Esa intensa actividad nocturna, casi constructiva, fue absorbida inmediatamente por sus padres, familia, tíos, amigos y fundamentalmente por su hermana gemela Bonarda. La vida nos lleva puesta, muy de prisa, decía ella siempre. Así es que comenzaron los trabajos para proyectar un nuevo barrio rápidamente, con inmensos jardines, laberintos de ligustrines para los niños y tendría una característica muy particular: un cielo abierto a todo tipo de actividades turísticas y culturales para los viticultores, artesanos, músicos, tejedoras de telar, crochet, a dos agujas, bordado, cestería, pastelería al paso, diversos espacios para vender empanadas, alfajores, los fogoneros a fuego lento sacando un vacío listo para comer en pan casero. Por supuesto creo una gruta de la virgen, en agradecimiento de su aparición y a la que ella le debía todo ese nuevo universo multicultural para dar inicio a las fiestas del turismo en la zona este. La virgen era la Virgen del Carmen, la misma que cubrió y cuidó los designios del Gral. San Martín. La imagen la pintór la artista plástica Mily Repetto y la escultura para la gruta por un escultor que sólo vivió mientras hizo la imagen, después no se supo más de él. Su hermana estaba tan emocionada que le escribió la oración a la virgencita para la gruta que se inauguraría al otro año y que ya estaba sonando en los medios gráficos, en radios, revistas no sólo de Mendoza, de toda Argentina.

Oración a la virgencita

Que tu luz inconmensurable

virgen de la zona este,

proteja a nuestros vecinos y turistas

iluminando los caminos

hacia nuestras tierras

que cada visitante sienta tu amor

en estos paisajes, en estos viñedos, en estos olivos,

descubriendo la belleza y calidez

con alegría y prosperidad,

que cada encuentro sea celebración y amistad

cuando el sol asome en el este.

Fue tal la el impacto de las nuevas viviendas, de los olivos y la nueva gruta fruto de la aparición de la virgen en los sueños de Malarda, que de alguna manera se fueron cumpliendo sus designios, una superposición de culturas y circunstancias, de formas nuevas para encontrarse en la ciudad y la naturaleza, la transmición popular religiosa, una actitud pintoresa que comenzó alojar a los que no tenían un lugar de expresión artística, histórica, comercial, de intercambio de ideas, que fueron modificando sustancialmente el quehacer cotidiano, conexiones urbanas, conexiones interdistrictales, provinciales, nacionales e internacionales. Los inmigrantes que habían llegado a la zona este dejando atrás a muchos de sus seres queridos en España, Italia, Rusia, Siria, Rumania, Francia, querían conocer estas tierras, entonces la comunicación epistolar cada vez era más seguida y continua favoreciendo con los años, la llegada de más turistas a la zona a conocer este lugar en el mundo, como nuevo en tierras tan lejanas pero con una promesa vivificadora. Los reencuentros fueron un veradero bálsamo interfamiliar

Un turismo emergente y religioso avanzaba, edificaba momentos lúcidos, luminosos y de una enorme fuente de trabajo. Llamas que conectaron con el fuego de la gastronomía, el aire traía lenguajes colectivos que se movían al mismo ritmo. Malarda co creadora de todas las posibilidades, la niña que se creió sola prácticamente y que rescataron Roberto y Adriana, la niña de los aoves, el barrrio que construyó con los arquitectos de renombre tenía otra gran particularidad: Olivos por todas partes, los olivos delimitaban las casas, entre casa y casa, y, unas cuántas hectáreas de olivos pegados unos a otros. Estas plantaciones fueron la recompensa de lo que no pudo ser, el fruto de lo que pudo sanar. Malarda creó, creyó y difundió de tal manera que el mundo se rendía a sus pies.

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